martes, 28 de abril de 2009

De mil héroes la patria aquí fué...



Mi padre salvó a 58 personas el 15 de mayo del 2009.

¿Verdad que es impresionante?

El asunto sucedió en un cine. Y nadie conoce bien los detalles, ni siquiera los salvados, excepto algunos que pararon bien la oreja y oyeron y vieron como un hombre gordo estornudó de lleno en las palomitas de una mujer sentada a su lado, y el hombre que la acompañaba se incorporó y le increpó al gordo si acaso era un imbécil y un pinche cerdo, y le exigió disculpas inmediatas.

Eran fechas de aquella influenza porcina tremenda que jodió a tantos, pero también eran epocas de narcotraficantes, y el que estornudó era un testaferro del Muletas, aunque también dijeron que era amigo de Teodoro Simentel, alias el Tres Letras. Los dos hombres se levantaron, pero trás del gordo se levantaron otros dos, y en la fila delantera uno, y dos filas después, tres más.

El regordete encañonó al del reclamo, y la mujer de éste lanzó un chillido y arrojó las palomitas estornudadas al piso. Mi padre contemplaba la película, que llevaba quince minutos de iniciada. Un testigo recuerda que en la pantalla un robot besaba una constelación, donde dormían todos los desenlaces felices de la humanidad; la obra, explicó, era más bien de corte existencialista, y no de acción como la cartelera sugería. Si la publicidad hubiera sido menos engañosa, no hubiese sucedido nada, consideró.

La gente reaccionó como debe ser: confusión primero, y luego molestia por tanto hombre de pie, y enseguida reclamos. Cuando las armas salieron de las chamarras, hubo un grito general, y los matones perdieron el curso de la situación. Dos de ellos atajaron las entradas y salidas, y otro más dijo: nadie sale de aquí, primero salimos nosotros. El gordo disparó sin más y mató al del reclamo. El tronido seco, como de tabla de madera golpeando un muro de concreto, dejó un silencio posterior avisando que la situación había empeorado.

La histeria desencadenó inmovilidad, y todos, excepto mi padre, se quedaron fijos en sus butacas, silenciosos, o llorando, o temblando, o cualquiera de esos actos que expresa terror e incertidumbre absolutos. Mi viejo brincó sobre los asientos y se lanzó sobre uno de ellos, y según me cuentan, nadie gritó; luego le arrancó la pistola, que según algunos era plateada y otros dicen que era más bien negra mate, y comenzó a disparar, pero aun así nadie gritó.

Hubo gritos y correrías cuando dos matones abandonaron la sala, pero eran gritos sofocados, o exclamaciones ininteligibles, palabras cercenadas, acortadas o temblorosas. Mi viejo los siguió, y primero mató a uno en las escaleras eléctricas, y al otro lo aniquiló en la fuente de soda. Dicen que ambos cayeron sobre personas que se habían arrojado al suelo. Había poca sangre, cuentan, pero el olor a polvora era insoportable.

Nadie dio cuenta que mi padre recibió un tiro en el estomago y otro en el hombro, que le perforó un pulmón. Salió por las escaleras de emergencia, y se sentó; tuvo tiempo de darse cuenta de todo, y según dicen los periódicos, intentó marcar a su casa desde su celular antes de morirse. También se cagó y vomitó un poco, pero eso no salió en los medios.

Los de la sala dijeron que mi padre era un héroe. Que los había salvado, y que en esos meses de violencia, en Tijuana, un hombre así era lo que necesitaba el país y la ciudad. A los pocos días resultó que uno de los que estaban en la sala era primo de un regidor municipal, y después de tres días, propusieron en cabildo bautizar una avenida de nueva creación con el nombre de mi papá, y la grilla comenzó. El asunto dio vueltas por periódicos nacionales, y pronto los reporteros comenzaron a ahondar en su pasado.

Los perfiles que armaron eran una porquería, y nadie de la familia quiso aportar nada fuera de lo que se debe decir de cualquiera que ha muerto: era un buen hombre, era trabajador, era buen marido, buen padre, un hombre sencillo, honrado, y así, con tanta anacronía, que llegué a imaginar que mi viejo era una estampita biográfica, o un artículo malhecho de wikipedia. El asunto se detuvo, y todo se fue al traste cuando descubrieron que mi viejo había renunciado a su ciudadanía mexicana, y que según informe de la Secretaría de Relaciones Exteriores, en una carta había expresado "lo feliz que era por deshacerse de la inmunda carga de pertenecer a un país de jodidos e imbéciles, y de gente estúpida que no sabe ni manejar un automovil y que todavía tiene enterrada, en las profundidades del intestino nacional, el falo norteamericano y europeo".

La nota generó sentimientos encontrados. Mi padre había servido en la Legión Extranjera de Francia, y era francés al morir. Había vuelto a Tijuana después de servir su contrato de cinco años. El nacionalismo colectivo estableció que era inconcebible concederle un honor a alguien que renunció a su país con tan reprobable tono, mientras hubiera jovenes soldados que habían dado su vida combatiendo al narcotráfico en las calles de Ciudad Juárez, Tijuana, Nuevo Laredo y Sinaloa.

Pues bien, escribo esta carta por que ustedes, medios franceses, quieren saber y publicar la verdad. Ahora resulta que en Paris y Nime - donde vivía mi padre - la gente esta ofendida por lo que sucedió aquí, y creen que es un insulto a la Legión y a Francia negarle el honor de héroe a uno de sus nuevos ciudadanos. Si me preguntan, opino que mi padre NO se merece tener una avenida con su nombre. Ni siquiera un puto callejón de prostitutas y picaderos.

Pero no debido a todo ese escandalo cursi que manejan. De ninguna forma. Yo quiero contarles un poco sobre mi padre:

Mi padre era un hombre irascible y violento. Un hijo de puta que me abandonó emocionalmente cuando yo tenía tres años, y que contagió a mi madre de cuanta enfermedad venerea pudo. Un alcoholico empedernido, un incapaz prepotente y un huevón incorregible. Luego de sangrar económicamente a su madre - mi abuela - también timó a dos tías con sumas de hasta 20 mil dólares.

Era espantosamente mujeriego, y como todo mujeriego, era un abusador y un manipulador. Su personalidad compulsiva era irreductible, y los años en el ejercito no la eliminaron, sino que la mejoraron, la volvieron más inteligente, y por ende peligrosa. Estoy seguro que si intervinó en el asunto del cine, fue motivado por su personalidad antisocial, sus propensiones psicopatas y su narcisismo fantasioso. Quizá pensó que le sucedería nada, y que las balas no lo matarían. Quizá creyó que después de matar a todos, podría asaltar a los de la sala, o quizá llevarse a una mujer de ahí para emborracharla y violarla. Esos pensamientos eran más propios de él.

No, señores. Mi padre no era un hombre bueno. No era trabajador. Mi padre era un imbécil no muy distinto a los sicarios que aniquiló. Y voy a ser más específico: Durante los últimos minutos de vida, al sacar su teléfono celular, no planeaba llamar a mi madre, o a mi. Durante sus últimos respiros intentó borrar la treintena de mensajes que tenía almacenados, enviados y recibidos de las diversas mujeres que regenteaba, e incluso mensajes de un hombre, un mariconcito que trabaja todavía como dependiente en una tienda de abarrotes, y que se jacta con entusiasmo afeminado de haber tenido al "héroe de cinepolis" en la boca más de tres veces seguidas.

17 comentarios:

Dib dijo...

Chingón texto.

El Pepe dijo...

NO MAMEN!! chingón escrito...

Daniel dijo...

Aún recuerdo (y tengo en mi archivo) su cuento El seno paterno. Se que es ficción, pero si un psicoanalista con imaginación se da a la tarea de estudiar su obra completa, va a darle vuelo a la imaginación. DSB

Unknown dijo...

¡Chingao Manuel! ¡Bravo! Cuando publiques en papel por favor avísame... Genial relato. En esta ocasión te puliste.

admin dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Luis dijo...

Yo nomás repito: a ver si los del martes ya le bajan de huevos, que nos estan haciendo pedazos a los demás.

¬¬

Chilangelina dijo...

'Ta bueno pues: nomás por eso te dejé publicar después...

Jairock dijo...

El requisito mas importante para convertirse en santo es estar muerto, de ahí en fuera si el abogado de diablo esta de tu lado ya la armaste, muy buen texto

davihds dijo...

DPM!

Anónimo dijo...

Excelente!!!

los recuerdos del porvenir dijo...

Manuelus:

Es Nimes. Se te olvidó la s de al final.
Todo lo demas es perfecto. Increible como siempre

Motorbreath dijo...

chingón texto, y estoy de acuerdo en cuanto publiques algo avisas

Anónimo dijo...

Coincido en que está muy bueno el texto, ¡felicidades!

raul gutierrez dijo...

Mis condolencias manuel, aunque alla sido asi era tu padre y debes respetarlo, en fin, ya esta entregando cuentas al creador, solo pide por el, estamos contigo....

Anónimo dijo...

Raul gutierrez que pendejo eres, es ficcion imbecil.

Manuel Lomeli dijo...

Jajajaja, que orgullo que mi texto sea tan realista, eh... me cae.

Ojalá hubiera una balacera en Tijuana dentro del cine, a causa de la influenza, orquestrada por un exlegionario, unos narcos y una vieja ofendida por sus palomitas ensalivadas.

Un saludo a todos, y gracias por leer.

raul gutierrez dijo...

jajajajajajaja, pinche anonimo pendejete, crees que no se que es ficcion IMBECIL? solo queria ver quien era el puñetero que rebusnaba a causa de mi comentario.. y ya lo vi pero, anonimo, ten huievitos y pon tu nombre mano!!! por lo menos para saber de quien me cago de risa!

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