jueves, 16 de octubre de 2008

Trece veces pendejo, salí mejor que tú.



Sangre en el piso. Un hombre de anchas espaldas abre los ojos. Una mueca de dolor. Acto seguido, observa confundido a su alrededor. Ve un papel entre sus piernas. Lo abre con un gesto de desdén. Sus ojos legañosos comienzan a leer.


"Edelio, tienes que saberlo. No tolero escribir. Me siento como Huberto Naranjo tratando de ser el Ché. Como un Vocho queriendo ser un Lexus, como Santa Cecilia alucinando con convertirse en San Pedro. A pesar de mi aversión hacia el lápiz y las hojas recicladas, quiero escribir esto, esperanzada de que lo releas, para que recuerdes lo que algún día contribuyo a transformar tu corazón en una cueva sin eco.
Lee. Júzgame. Quiero decirte la verdad. Quiero escribirte todo. Quiero que sigas mis líneas hasta que te duela y te cagues. Quiero que llores. Haz lo que quieras, pero hazlo bien.

Edelio, deberías enterarte: escribo esto sofocada de risa. No sabes como ansío ver tu cara surcada por el miedo, los poros de tu culo plano expulsando sudor frío, y aquellas manos tembleques, como sueles reaccionar cuando te sientes como todo un pendejo. En fin, para qué hacerla larga, te diré de una vez.


Te conocí un martes. De eso me acuerdo bien. Un pendejo no dejaba de mirarme los senos, y tu llegaste con tus chistes añejos de pepito, tu cabello graso, y tus vaqueros cayéndose de sucios, para rescatarme de aquel vil carnicero. No me importó que al estrecharme la mano las yemas de tus dedos estuvieran naranjas por los churrumais. Tampoco tú dejabas de verme los senos. ¿Qué crees que no me di cuenta?


Pues no. No me di, supe porque me lo platicaste después, pendejo. Pasados los cinco minutos, ya estaba enterada de todas tus aventuras raras.
Inventadas claro. Por ti, por supuesto. En los días donde la droga y las caguamas deterioraban tu cerebro, además. Yo caí confiada, a pesar de que volteabas continuamente a mi bolso, y que tu escasa virilidad me señalaba impaciente.

Me cortejaste por una semana. Me regalabas flores, cigarritos de chocolate, almohaditas tiernas, condones de color pastel. Me subí a flotar en esa nube rosada que me hacías imaginar, como una orate, mientras tú te dedicabas al labor incesante de intentar preñar mujeres por todo el pueblo.

Pasando esa semana, me pediste algo, te miré a los ojos, y te creí. Nos mudamos a un cuarto como de 2 x 2 de lo más insano. Con las paredes carcomidas por la humedad. Con goteras. Una inmundicia. Y yo, desesperada por admirar el verde en mis manos. Si, hablo de dólares pendejo. O de billetes de doscientos. Es la misma cosa.


Busqué entre tus sábanas hongueadas. Busqué en tu muda de ropa sucia. Y ahi me apareció una caja de lo más atractiva. La abrí con los dientes, con la impaciencia de los pobres. Cruzando los dedos por encontrar algo. Lo encontré. Dinero, no mucho. Unos cuantos centavos. Me obligaste a devolverla con tus gritos desde la esquina, anunciando tu llegada, y eliminando mi felicidad momentánea.



Desde ese nefasto día todo lo que me prometiste huyó de tu mente. Nada de flores todos los días, ni amor todas las noches...

Lo que quiero decir es que te olvidaste de mi presencia, como eres pendejo. Me aventaste al rincón relegado de tu memoria, junto con toda la plastilina, las grapas, y la boñiga que tienes en la mollera, me arrojaste con los recuerdos de tus hijos regados (que no eran precisamente tuyos), tus deudas, y otros asuntos desagradables, me reemplazaste por alguien de mayor utilidad.


Conociste a Janaina el día de la feria. Yo iba detrás de ti, guiada por el hedor de tu cuerpo. Pasaste tus ojos verdosos sobre sus nalgas de niña, sobre sus blancas piernas. Presionaste tu vista sobre su frágil cuerpo hasta que ella volteó hacia ti, tímida, para insinuar una risita nerviosa en su pálido rostro.


Entonces fue mi turno; yo olvidé las flores, los cigarritos de chocolate, las almohaditas tiernas, los condones color pastel, las promesas con los ojos llenos de lágrimas, tus actuaciones patéticas, para centrarme en el cuartucho donde vivíamos, en tu mirada lujuriosa con las demás, en tu actitud indiferente.



Y aquí va la confesión. La confesión que hará que te lleguen las nauseas, que te pese la culpa, que te llegue el arrepentimiento, que te duela el pandero.

Ese día ni siquiera me atreví a posar mi vista sobre la ruleta, los algodones de azúcar. Volví a casa, hecha una piltrafa. Me sentí la vieja más humillada, la más descuidada. Por un pendejo claro. Por ti, por supuesto. Con palo en mano, además.

Pasaron las noches. Calientes, húmedas.

Al amanecer sentía que te levantabas, motivado, como si ese día se cumplieran tus sueños mas guajiros, pendejo. Al seguirte veía como te ocultabas detrás del árbol, al minuto llegaba Janaina, con la expresión en el rostro de la inocencia. No hablaron. La embetunaste con tus babas rancias y pegosteosas, con tu aliento pasado, la tocaste con tus manos rudas.

Volví a casa. Me alisé las faldas, me cepillé el cabello. Preparé la comida que tanto te gustaba, hice que te sintieras más cómodo. Dejaste de azotarme con el palo astillado de madera, para azotarme con el tuyo de carne. No tengo que decir que era inservible, eso todo el mundo lo sabe ya.
Sí, todo el mundo. Tus amigos también.


Te confiaste. Creíste que mis lágrimas se habían acabado. Creíste que el motivo de mi felicidad se debía a aceptar mi condición, acatar tus reglas. No me sorprendió que pensaras así.

En ese tiempo fue cuando una mujer te trajo un niño con el cabello blanco, ojos azules como el cielo mismo, idéntico al lechero, y te lo entregó, diciéndote con berridos exasperados que era tuyo, y tú lo aceptaste sumido en tu desesperación por descendientes.
Tu ingenuidad nos pilló a todos. El pueblo entero sabía que tu minúsculo bálano era incapaz de crear un ser humano. Desde ese día todo el mundo tenía en la boca que eras un pendejo.
Si, todo el mundo. Tu familia también.

Me preparé para afilar mis uñas y encajártelas con fervor en tu espalda de campesino. Lo que quiero decir es que me mentalizaba todos los días para hacer un hoyo profundo en tu ego, pendejo.
Seguías viendo a Janaina detrás del árbol. Y a Camelia, a Nélida, a Remedios. Mientras tu presumías de tus dotes imaginarios como amante, yo pensaba en algún plan que no pudiera salirme mal, algo fuerte, algo grave para poder joderte.

Edelio, entérate: me puse feliz como nunca. Me sentí poderosa, capaz de aplastarte, como hacías tu con las cucarachas en verano, y creo que lo haré, lo malo es que no me mandarás una cartita diciéndome que efectivamente, sientes tu liso trasero empapado de vergüenza y humillación. Además no sabes dónde estoy, no puedes responderme las trastadas, pendejo.

Tú querías mucho a ese niño de cabellos blanquecinos, acariciabas su cuerpo pequeño, enamorado de sus uñas, ensimismado con sus ojos azules. Por la mañana acostumbrabas llevarlo a los campos, donde recogías la fruta, explicándole en el proceso cosas estúpidas que ni tú entendías, te digo, eres un pendejo.

Ese mocoso tenía una energía increíble. Te hacía brincar, gritar, pensar en nuevos juegos. Tu actividad física ya no se limitaba a friccionar tu insignificante tronco. Ese chiquillo te trajo nuevos bríos, lástima que se acabaran tan pronto.

Hace unos cuantos días por la mañana, me dediqué a podar la hierba mala. Duré horas. Me dolía la espalda como nunca, y tú: Pendejo! Buenas! No me ayudaste en nada. Al verte tirado como yegua parturienta sin hacer nada, el odio se acentuó. Dejé las tijeras sobre un escalón, abiertas, de manera sospechosa. Y grité como loca que el niño de ojos índigo se había salido, y monté un teatro muy bonito. Evacuaste del cuartucho en calzones, con la preocupación marcada en tu cara, en tu cuello tenso.

Como el pendejo que eres y serás toda tu vida, tu pie izquierdo cayó sobre una punta de las tijeras. Berreaste. Chillaste más cuando con tu peso, la punta quedó oculta, estaba dentro de tu pie. Llorabas. Tenías la cara de niña asustada. ¿Lo recuerdas?


En fin, yo tuve que esconder la cara entre las manos, la risa me cortaba la respiración, sentía un dolor pequeño en el estomago, mi concentración estaba dedicada en no soltar la carcajada abiertamente mientras a tus ojillos de rata se los llevaban las lágrimas...hacía mucho que no me sentía tan realizada.

Pasados mis momentos de alborozo, te revisé el pie. Estaba destrozado. Tú seguías llorando, me consta que fue un calvario, te dolía mucho. Lavé tu pie sanguinolento. Le puse una venda .No soportaste ni tres días en reposo, pendejo. Fuiste a llenar tu cuerpo desgastado con alcohol. Con tus amigos. Con los mismos que sabían que tu palo de goma era inútil.

Me enojé como pocas veces. Tiré a la basura todos tus comics con rancheras voluptuosas. Tu colección de películas piratas. Tu afiche de Bronco. Recordé la cajita de cartón, que tres semanas antes encontré con algunas miserias de tu propiedad. La abrí con los dientes, está vez con la impaciencia de jorobarte.
Dios, hágase el verde. Me sorprendió que en esa cajilla de nada guardaras todo el dinero robado en un mes. Pero no deja de sorprenderme lo pendejo que eres, de verdad que si. Lo conté. Lo tomé.

Tomé al niño de iris claros, y preparé todo. Tú llegaste casi al amanecer, con suficiente alcohol atontando tu escaso sentido común. Ni siquiera viste nuestros ridículos muebles quebrados. Ni el espejo del baño. Ni las huellas de sangre que dejaste por todo el piso, puerco. Pendejo.

No te esfuerces por buscar a tu niño albino. Lo tengo yo, tal vez esté ahora dormido en mi regazo. Te puedo imaginar como lo mirarías si estuvieras aquí. Pero no es así, y nunca lo será.
Ahora ya es demasiado tarde para ti. No te regalé la segunda oportunidad de hacer las cosas como mejor debías. Pagar tus faltas.

Te di. Estoy segura que lo logré. Tal vez no estás llorando, tampoco cagando, pero estoy segura que un dolor sordo y atronador sacude tus entrañas.

Arrepiéntete y aprende a vivir con lo poco que yo te dejé.

Malena

PD. Pídele la camioneta al lechero, ve al hospital de la capital, y pideles que observen tu pie. Olvida tu altanería, a menos de que el cielo haya ignorado vilmente mis súplicas, lo más seguro es que el tétanos esté avanzando por todo tu cuerpo y deben atenderte pronto.
Si, también fue adrede. Admítelo, para felonías, fui mejor que tú. Pendejo. "


Hombre de anchas espaldas sentado en la cama con una mueca de asombro. Sacude la cabeza repetidas veces, pero sigue sin captar nada.
Al momento cae al piso, sus ojos se cierran mientras su cuerpo sufre un espasmo muscular.

40 comentarios:

Anónimo dijo...

Deja tomo aire para leerlo

MinnaSade dijo...

Vaya, me gusta tu estilo. Bien, que los cabrones nadamas sirven para ser algo en su vida, y eso es ser pendejos...

Minna

Anónimo dijo...

¿Seremos todos una bola de ardidos? Eso es lo que viene a nuestra cabeza cuando oímos "soy mejor que tú"...o por lo menos a la cabeza de los bloggeros, que a todos se les ocurrió lo mismo.

lolec dijo...

Ya me iva a dormir y me daba hueva leerlo todo. 2 renglones fueron suficientes para llevarme hasta el final. Lastima, por que justo el final esta bastante malo.

Falso Profeta x dijo...

Qué cabronas son las mujeres cuando andan enojadas.

Anónimo dijo...

Minna: cuando te leo me dan ganas de que me succiones el escroto hasta que quede como recien planchado.

Cabrón Insensible dijo...

Jaja puto lolec, discrepo, el texto es muy ameno, y aunque en todo momento está la expectativa del final, no me ganas de saltarse un párrafo.

Den dijo...

Jajaja, buen escrito... Tantos pendejos juntos me recuerdan a cuando yo me emputo con un... em.. pendejo... cof

Sascha! dijo...

No podía dejar de leer...

impredecible.

el final no me terminó de gustar.

todo lo demás, me encantó.

Luis dijo...

Empezo muy bien, sólo que en lo personal, me parecio demasiado largo. Hacia la mitad ya me había desenganchado y leí rapidamente, como se lee un tríptico, buscando con la mirada los puntos importantes.

Al final se me cayo del todo, espero que sea cosa mía nada más.

c324r dijo...

Pues será que yo sólo leo "Las Chambeadoras" y el "Condorito de Oro", pero me gustó.

Si, la longitud te da cuerda, como a los peces, para que lo enredes y se reviente.

Pero me gustó.

el aprendiz dijo...

El entendimiento ex-ante y ex-post del buen Edelio permanece inmutable. Aunque esperado, lo encuentro hilarante.

salaverga dijo...

"Hell hath no wrath like a woman scorned"

Qué nice, me gustan mucho tus posts, concisos sin relleno, adjetivos creativos e inesperados

Barbon dijo...

El final si cae un poco, esperba algo mas gore tipo SAW (que por cierto ya viene la 5) por lo de la sangre en el piso, pero esta decente...

luna dijo...

Me gusto muchisimo, aunque es largo pero para nada me aburrí, tu estilo me gusta mucho.

leo dijo...

empezó bien, pero te excediste, demasiado largo para decir tan poco.
el final no fue bueno

Zimmerman dijo...

Vick: En lo personal ambos textos me han parecido excelentes. Sin embargo los finales quedan algo flojos como forzados, ahí es dónde hay que echar toda la leña. Hay que trabajar mejor los desenlaces. Por ejemplo podrías poner un... a la mierda, tus tetas me encantan.

(Sí, como ese).

lolec dijo...

Todo el texto te va llenando de odio, es impredecible. En todo momento trate de imaginar como desquitarias todo ese odio de una forma inimaginable como... hmm no se, no puedo imaginarmelo, y eso es lo que esperaba.

Eo dijo...

moraleja, coger bien y no ser pendejo es el sueño de toda mujer, ja.

Unknown dijo...

Muy bueno, muy fácil de leer, aunque es largo como la cuaresma tu escrito no cansa, es ágil, coloquial y desarrollas el interés del lector.

Soy tu fansssss

la ruta de la sabrosura dijo...

dulce venganza !!!

pero de rancho !!!

acaso ella era Catalina !! y le arrancaron la vida !!!

aunque le cueste admitirlo

Anónimo dijo...

mujeres mujeres, seguro que estaba en sus dias la protagonista, creo que la deberian internar en el manicomio.

Luisz dijo...

Ajá. Un pendejo que además no sirve para coger. Y ella seguía con él, y aún lejos espera que cambie ¿Quién es el más pendejo?

Muy buen texto, me pareció fácil de leer y mejor que tu anterior aporte (que ya es decir).

Felicidades.

Anónimo dijo...

No se porque pensé que la protagonista lo habría castrado. Casi lo deseaba ! Muy bueno, no tengo problemas con la longitud del escrito. El final tal vez un poco inesperado, pero fuera de eso muy bien.

Felicidades.

Fire_tony dijo...

Some day...

Anónimo dijo...

Me encantó tu odio! así deben de escribir, joder!! jajajaja (aunque encontré varias faltas de ortografía eh!)

GiBraiNe dijo...

Tanto pedo para cagar agüado. Sí, si el escrito exagera en el uso de vulgaridades, mi comentario también.

Concuerdo con los demás que dicen que está muy largo ... ¿un borracho a pocos minutos de morir pudo leer todo eso y entenderlo?

Y, ¿cuántas espaldas tenía? eso de "hombre de espaldas anchas" suena deforme.

Por lo demás, buena historia.

jenilicious dijo...

muy bueno, me gusto mucho aunque la PD. esta casi tan pendeja como Edelio.

Anónimo dijo...

Hija de la chingada!; devuelveme a mi hijo. Extraño sus ojitos pispiretos... Te manda saludos Janina

Anónimo dijo...

tengo 2 criticas, justifica mucho sus conductas, " tu querias mucho a ese niño... acostumbrabas llevarlo a los campos...

y de repente el lenguaje que usas no va con el personaje, que es eso de " una caja de lo más atractiva"

Anónimo dijo...

pues era de mis favoritas pero...... es necesario tanta palabreja? no me vayan a salir con la mierda esa de que sin vulgaridades no se puede, te tenia en un 10+++ pero ahora te bajo a un 7.
esos finales dejan mucho que desear, como que te apuraba ya terminarlo

La Rosy dijo...

se me olvido que ahora era de a tres! chales.

Me gusta tu redacción, pero le diste mucha vueltas para llegar al final. Agarro ritmo y súbitamente se perdió. Para mí fue cuando profundizaste tanto en lo de las amantes y el pitito.

Anónimo dijo...

Pinche final tan pitero, desmerece

Anónimo dijo...

Demasiado presuntuoso y rebuscado, no me lo creo.

Anónimo dijo...

jajjajajajjajja
los dedos naranjas
por lo churrumais
jjjajajjajja
eso estuvo gracioso
mui genial
la historia
eres mui talentosa
no lo olvides

Anónimo dijo...

fuera de todos sus comentarios tontos, a mi se me hace lo mejor de este blog, quiza les de envidia, pero lo unico que me motiva a entrar aqui unicamente los jueves, es para leer esas historias escritas con tanta inteligencia y originalidad, claro que hablo de los textos de vicky!!!
lo demas vale cacahuate.


salu2!!!

Anónimo dijo...

podrias poner otra foto tuya? en esa te ves vizca

Anónimo dijo...

Chiale...

Incongruente.

¡Eres muy nena, Vicky!
Usa comentarios como los de los churrumais (que me mato de la risa) o sé mas pervert y termina deliciosamente tirándote a la cama "marital" con la Janaina frente a el tipo pueril, inmóvil y amarrado completamente; ah! y además cubrele la boca con sus calzones apestosos por ojete, o, o de plano córtale la verga al wey con las tijeras oxidadas y grítale sus verdades tipo La Dàlessio mientras le tapas la boca con el galardonsete pero defínete, muñequita!!

Nos confundeis!!

¡Peeeero la idea está atrevidamente bueeeena!

Jeje…

Besos, chula.

(Ya me piqué leyendolos...)

Anónimo dijo...

jojojo la vdd ami en lo personal see m 9usto la istoria se q see osea i esq mira nada mas kien la skribio viky........

se sta lar9o,pero kreo q eso le da mas kuerpo mas emocion asl starlo leyendo....jojojo m ixo reir aunke tbnm kede en dudas pero la vdd fue 9enial......eres unika i lo sabes i osea toam lo weno de los emas komentarios i eres dmasiado inteli9ent para dejarlos resvalar por esos cabellos nredados....q m nkanta kmo c rizan.....xD

jojojojo ok tu si9e haciendo lo ke haces t admiro demasiado i lo sabes...nus miramos al rato para mirar tu prox blogg....





PD:chen........mira iop see tn9o problemas de auto9rafia..... =P !

Anónimo dijo...

chido!! ojalá nunca me tope con una de esas... qué miedo!

Blogalaxia