.
Estos son los ejercicios en Recolectivo
Ejercicio 38: Refranero Popular
Ejercicio 33: Inocentes esperanzas
Ejercicio 31: Sueños de pueblo
Ejercicio 30: Héroes sin calle
Ejercicio 26: Egolatria Desinteresada
Ejercicio 25: Señales del Apocalipsis
Ejercicio 23: Miedo a los niños
Ejercicio 18: Otra forma de morir
Ejercicio 17: 27 de enero, 2059
Ejercicio 13: Recuento de daños
Ejercicio 12: Un toque de mota
Ejercicio 9: Rebelde sin causa
Ejercicio 7: Obsesiones infantiles
Ejercicio 6: Si tuviera una maquina del tiempo...
Ejercicio 4: Asústame panteón.
domingo, 20 de septiembre de 2009
Lo único que no miente.
Para mí, el olor a sexo es lo único que evade las mentiras que nos inventamos para no acostarnos los unos con los otros. Varias veces me encontré en situaciones donde una mujer inventaba mentiras para evadir el beso, cuando el olor de su sexo me penetraba en la nariz y sabía que era el momento para tocar el vientre, navegar la mano dentro de sus pantalones y encajarle los dientes en el cuello. Entonces terminaba el diálogo, empezaba un juego sincero y verdadero, donde los dos envueltos en aquel perfume, iniciábamos un acto honesto que exigía una resolución y no más negociaciones verbales, escritas o económicas.
Sin embargo, la primera vez que me hice consciente del olor... no fue agradable.
Recuerdo que en la secundaria, una secundaria de monjas, cometí el error de traducir un cuento erótico y dárselo a uno de mis compañeros. Como todos los cuentos que tienen necesidad de ser leídos y que descubren nuevas perspectivas... fue a parar a la copiadora. La copiadora fue testigo de mi increíble amoralidad en potencia y gustosamente, como un dios inquieto, repartió esta historia de dos hermanos, un chamaco y una chamaca -reflejo de nosotros-, descubriendo sus olores, sus sabores, sus pequeñas ganas de joder como las teníamos todos nosotros gracias a las hormonas. Todos tendrían una copia más tarde durante el receso. Recuerdo que asentí como suelo asentir, en ese gesto de ya-valió-madre y que sería cuestión de tiempo antes que un profesor les quitara unas hojas, preguntara "¿Ohhh, qué leen?"
Hice apuestas personales y silenciosas acerca de quién sería el primero que tomara esas hojas. Jamás me imaginé que la profesora, mi Judas personal, sería la de mecanografía, ya que era una profesora con la que jamás tendría un contacto en toda la secundaria. Una profesora que no me conocía, ni me trataba, ni nada. Y eso que lo intenté, pero cuando me inscribí la monja me explicó-. No niño... la mecanografía es para las niñas, y el dibujo técnico para los niños. No te puedo meter ahí.
El sábado que me mandaron llamar a la oficina de la directora, la madre, intenté la estúpida excusa -claro, me creía muy listo- de que todos teníamos curiosidad. Si mal no recuerdo, la monja me respondió-. No habría estado tan mal si no fuera entre dos hermanos, ¿sabes lo que es el incesto, Agustín?
Miré sorprendido y con los ojos abiertos a la monja. No había forma de discutirlo.
Desde entonces, pasé incontables días en la dirección. A veces con mi madre, otras veces con mi abuela, solo -sobre todo solo-, tragándome mi orgullo y tratando de reorganizar todas las piezas en ese mal movimiento que hice. En todos esos días, negociaba mi no expulsión hablando de valores, de mi familia rota, de cualquier otra cosa que apelara a las personas por "las pobres necesidades". "Pobre de mi", "Pobre de ti", "Pobre de todos", "Soy un ejemplo de la pobreza social", "Soy un ejemplo de la ruptura familiar", "Hágame un ejemplo". La monja terminó dándome una serie de pequeños libros acerca de la moral. Me los leí todos.
Cuando llegué a una parte donde me dijeron que la masturbación era mala y ponían de ejemplo a un niño -caricaturizado- de buen humor (que no se masturba) contra el famélico, esquelético, pobre niño (que sí se masturba)... cerré el libro, y después de una carcajada, pasaron varios años donde me preguntaba si el niño estaba decrépito porque toda su salud se escapaba en el semen expulsado y si eso no sería un atento contra sí mismo, un pecado contra sí mismo. Años más tarde, cuando leía acerca del pecado del onanista, lo seguía con interés como lo tienen los investigadores que sí hacen algo importante.
También, años más tarde, me hice agnóstico. Tal vez no me hice ateo, un verdadero ateo, por esa cuestión de la masturbación y el pecado. Los mecanismos del pecado, de los creyentes, de esa fe curiosa y tal vez, engañosa. Sin embargo, mi agnosticisimo, me da una paz muy breve para que mi espíritu se enfoque en otras cosas.
Recuerdo que la primera visita, ese sábado a las ocho de la mañana donde tenía los ojos entrecerrados por el sueño, pensaba lo mismo que pensé ya siendo adulto-. Ni modo... es hora de un cambio, que me saquen de aquí y a chingar a su madre. Nadie se muere por una expulsión en secundaria -Sin embargo, también pensaba en mi madre y mi abuela. Era un niño, pagaban una colegiatura muy modesta y no era justo, en ningún momento, que yo jugara a ser un hombrecito sin consideraciones de otros. Por eso todas las otras reuniones donde había horas de diálogo, de convencimientos, de arrepentimientos. Horas que pensaba podría aprovechar haciendo otras cosas de provecho -masturbación feliz... podría inventarla- y que me dejaran en paz. No había forma de hacerles entender que mi error se hizo grande por cuestiones de otros chiquillos curiosos y una copiadora. Tampoco había forma de explicarles que esos errores se cometen en pubertad, y son de lo más comunes, ni modo. O explicarles que vivimos en una sociedad cerrada, moralista, demasiado católica -sobre todo a una monja, a la madre- y que eso era la chispa inicial de que mi yo chamaco se hubiera pasado una tarde traduciendo un cuento para compartirlo con sus amigos y quien sabe como, de verdad, quedó en manos de toda la escuela.
La última reunión con la monja... varias semanas después, ella me mandó a llamar.
-Estoy harta de lo inmorales que son -empezó diciéndome, y después los gritos. Me callé. Nada de negociar, nada de pretender, nada. Cállate y que grite, pensé. Gritó, y gritó. Su dirección se llenó de un olor particular, un olor inevitable y que no podía alejar, no tanto como los gritos. Después de todo, cuando alguien te grita puedes registrar todo en el cerebro, después partirlo, sintentizarlo, cambiarlo de posición, y luego reírte de las estupideces que está diciendo. Pero un olor, ¿cómo te escapas de un olor? En algún momento de la discusión, abrió uno de sus cajones cerrados con llave... eso lo recuerdo bien, lo recuerdo tanto como el olor, y sacó una serie de revistas pornográficas, me las puso enfrente.
-Ve con todo lo que tengo que lidiar en esta escuela. Míralo.
Hoy no recuerdo las portadas, en otras ocasiones, recuerdo revistas de lesbianas, en otras ocasiones, recuerdo portadas de homosexuales... muy alejadas a las portadas que acostumbrábamos en la escuela, de mujeres imposibles y desnudas, y en el rostro expresiones desconocidas, añoradas, tan queridas por nosotros...
En algún momento, la monja me dijo-. Vete de aquí.
Muy a mi pesar, en ese momento la monja y yo nos descubrimos el uno al otro... Nos descubrimos, sí... pero todavía no sé que fui yo, y que era ella.
Etiquetas:
arbol,
Olor a sexo
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Nuestros bloggers no los selecciona el azar, ni un dedo en el cielo, ni un niño de la lotería nacional; nosotros los seleccionamos de acuerdo a su peculiaridad y estilo de escribir. Recolectivo no es un blog abierto a cualquiera pero tendremos invitados.
A continuación nuestra lista de colaboradores:
Srta. Pelo Irritante adolescente con complejo de Peter Pan. De calvita sexy y gracioso caminar. Aspirante a mimo. Ha usado el mismo par de zapatos en los últimos 7 años y sólo se baña los domingos .Dicen que es rara: lo es.
Freddymatico Zimmerman. Blogger de orejas perfectas y patillas de taquero. Sarcástico engreído de comentarios corrosivos. Egocentrico jactancioso con pretenciones de macho-alfa, de piel sensible y todo poderoso. En constante contacto con su lado femenino.
Huevo Luis, nada más. Blogger venido a menos. De niño creía que Chinampa era una ciudad, pero ahora ya no está seguro. Lo acusan de ser un montón de cosas, casi todas ciertas. Él es Luis, nada más.
Salaverga. Sonorense jocoso con ínfulas de mafioso siciliano. La versatilidad y el garbo de un exiliado voluntario, que a vivencias propias, sabe que puede ser más frío el desierto de un país decadente y avaricioso, que el mismo Rio Bravo en los raudales de agosto.
Mulder. Mediocre heroe del canal 5. Desempleado de final de temporada. Escritor de lo anormal y cazador de lo paranormal. Valiente captor del Chupacabras. Fiel amante de Scully y perseguidor de extraterrestres furtivos.
NEB. Publicista frustrado prófugo de los yermos publicitarios y desertor de la semiótica. Amante de lo kitsch y buena onda. De repugnante y nauseabundo sentido del humor.
Yo soy Ella. Costeñita en el exilio. Alcohólica en proceso con la habilidad para permanecer dormida largas horas ininterrumpidas. Con tendencia a caer y accidentarse. Los internets la odian y ella odia el aguacate.
Caballero. Televiso y comunicólogo. Locutor y productor de obviedades inherentes. El maestro limpio de los blogs,
autentico portavoz del proletariado con tildes de barrio bajo. Burgués desidioso con aspiraciones de Zabludovsky.
Kabeza. Monero nacido en el desierto y exiliado en el asfalto. Fuma para esconder el bigote y dibuja porque no le queda de otra. Extraña las tortillas de harina, por eso adopto a la Tía Rosa.
Plaqueta. Como no daba una socializando ni bailando salsa, tuvo que abrir un blog. Se dice que cuando muera encontraremos sobres de Splenda regados entre sus pertenencias. Ama tanto a los hombres que le gustaría ser uno, aunque la idea de ligar con mujeres la asquea (pinches viejas). Abusa de los paréntesis (por ejemplo).
Guffo. Su mayor temor es ver a Cepillín sin maquillaje y una vez llego hasta el nivel del pretzel en Ms. Pac-Man. Ha tenido una vida provechosa y llena de triunfos, como podrán darse cuenta.
Changos. Fiel practicante de la ley del mínimo esfuerzo. Inconforme estudiante de ingeniería. Inconforme hijo de familia. Naco, inculto y borrachín. Torpe y descoordinado. Tipo de pocas palabras y aspiraciones. Indispuesto al desarrollo si este implica abandonar la comodidad de la sombrita.
Rox. Computita manipuladora. Se le vio por última vez con una caja de cartón de leche Lala en el aeropuerto acosando extranjeros. Señas particulares: Pecas en las nalgas y tendencia a morder. Padece de sus facultades mentales.
Canibal. Chamaco de rancho. Flaco, prieto, panzón y alcohólico. Cuasimisógino. Amante de la crítica a lo wey y del mundo porno. A veces llora en las mañanas, cuando recuerda la muerte violenta de su perro Jicotillo... pero ya lo está superando.
LaMaga. Monógama rehabilitada. Sobrevivió al ataque de sus propios tacones teiboleros (ya no hay lealtad en este mundo). Fanática de los cuentos (los reales, los ficticios, los propios, los ajenos y sobre todo los que le han regalado a título personal). Le gustan las películas repetidas y los planes malévolos. Las fuerzas superiores la odian.
Perdidos en acción.
Falso Profeta. Lanchero Escritor enmascarado de alta nobleza. Blogstar de naturaleza sobrevalorada. Proveniente de modesta cuna pero con afanes de opulencia. Porque su sangre, aunque plebeya, también tiñe de rojo.
3 comentarios:
me hiciste intentar recordar el olor a monja. Tienes razón, es muy característico... por supuesto nunca paso por mi cabeza que fuera algo sexual. Saludos!
no se porque imagine que en algun momento dirias que tu y la monja cogieron como poseidos por el diablo.
saludos
jajajajaja mangos.
Mira que, mientras escribía el texto, pensaba que podría irme por allá...
pero decidí contar la anécdota tal como pasó.
Publicar un comentario