La Mayra era más güerita, sabe dios de dónde; a la mamá bien que le daban carrilla con eso. La Verito era prieta, flaquilla y con gracia, la plebita; desde niña ahí andaba moviendo las nalguitas con el andar típico de las sinaloenses. Tenía cinco años, el pelo a la cintura, las blusitas amarradas al ombligo y el caminar altivo; y la mamá, desde entonces, sabía que ahí venían los problemas.
Cuando nosotros éramos chicas no entendíamos muy bien eso de la alcurnia. Sabíamos quiénes eran las que salían de reinas del carnaval, aunque estuvieran feas. Bien seguido era una Osuna, o una Tirado, o una Lizárraga. De las mismas familias que tenían las casas grandes, elegantes, por la Belisario Domínguez. Esas señoritas no andaban en los carros con los plebes, no platicaban con otro que no fuera el novio, iban el domingo a Catedral. Pero esos eran otros tiempos.
Para cuando la Verito y la Mayra tuvieron edad para dar de hablar, las cosas ya habían cambiado. La reina del carnaval ya no buscaba apoyo nomás con los dueños de las mueblerías; había mano santa, decían algunos; mano negra, diría yo. Las casas grandes, de las que todos hablaban, empezaron a aparecer arriba del cerro. Allá sólo subían las trocas, que se perdían entre las antenotas parabólicas, con los caminos custodiados por gente que no era de acá. Entonces los apellidos que nunca habíamos oído empezaron a ser la alcurnia: los que pagaban la música, los que pagaban la fiesta, los que pagaban el transporte, y el camino, y la iglesia, y al cura y al juez. Ahí no había que apellidarse Hurtado ni ir a bailar al Casino: con tener buen tipo y algo de ganas, te llegaba el milagro del ascenso social.
La Mayra y la Verito, que se habían dejado de tratar un tiempo, se reencontraron en una de las casas: la anaranjada colgada del risco, con vista a las glorietas. Las dos se echaron a reír el día que se vieron de frente: cada una colgada del brazo de uno, a cual más de los dos cubiertos de oro. Versace y Cartier las dos, qué coincidencia, lo que es la vida; como hermanas, como antes.
Ninguna de las dos sabía que la alcurnia, que el verdadero abolengo, no se lleva en las marcas, sino en la sangre. Porque cuando un país cambia, lo que vale es lo que tienes; y ahora las dos tenían poder. Porque la clase es la clase y el porte es el porte, decía la Verito, y la Mayra asentía y echaba el pelo para atrás. Porque ahora sí nos respetan, ahora sí a ver quién se mete, a ver quién te dice prietita, mi Vero; porque mejor vivir un día como reina que una vida como esclava.
Los disparos les atravesaron el abrigo, y las blusas de seda, y la piel y el corazón a una, la base de la nuca a la otra. Los cuerpos inertes, llenos de agujeros quedaron sobre un juego de maletas Louis Vuitton.
16 comentarios:
Un precio demasiado grande que tuvieron que pagar.
Saludos
Muchas veces la alcurnia se convierte en un "mal necesario" para muchos, que todavía se atreven a correr el riesgo de obtenerlo. No deberían sorprendernos finales como éste.
El narco... la nueva alcurnia.
Nomás faltó que estuviera tocando Ramón Ayala en el fondo.
Me encantó, mejor aún que el de Rox, creo que el narco es un mal necesario, sino, cómo nos daríamos nuestros toques en FyL?, En fin, estuvo muy bueno el relato...
señora, usted sabe que soy su fans, pero ahora si se me hace que se le quedó medio cuento en alguna otra parte...
A poco eres de Mazatlan????????? Paisa!!!!!
Folósofo, y muchas aún piensan que vale la pena.
Sorel, lo triste es eso, que cada vez nos acostumbramos más a ellos...
Juan, es la idea.
Pinkrobot, estaba, pero se me olvidó contarlo.
Anónimo, bueno, tema para debate...
BoticaPop, ni hablar, espero tener para pagarle la otra semana :(
El recepcionista, apenas uno de allá sabe de qué hablo. Yo soy bien chilanga, pero toda mi familia es de allá.
Me parece que frecuentemente tus escritos hacen referencia al imaginario popular del momento.
Esto los hace parecer trillados o incluso carentes de ingenio, sin que necesariamente padezcan dichos males literarios.
Lo señalo con fines únicamente constructivos, saludos.
Anónimo, gracias por la observación.
No es casualidad, es deliberado; y no es el imaginario popular, son los eventos del momento. Es que soy periodista, mano.
¿Periodista? jajaja ahora cualquier pendeja que escribe un articulo se autodenomina periodista. Despues vas a creer que eres lider de opinión.
No, para eso tenemos a los anónimos ignorantes.
Que tal chilangelina, me gusta mucho como escribes de hecho a ti y a veces a Luis son a los unicos que entro a este blog a leer...
Me gustó mucho manis, ya sabes que yo soy tu fan.
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