martes, 5 de enero de 2010

Afasia Postnavideña



Creo que Flaubert escribió un cuento respecto a los tres reyes magos. Ya no me acuerdo del nombre de la historia, pero venía en una recopilación de libro de bolsillo, de la editorial Bruguera, que ya no existe y que tenía un gato negro y tribal en su diseño. El cuento era absolutamente nada pictórico ni festivo, ni costumbrista o naturalista como podría serlo del autor de Madame Bovary. Tampoco era una alegoría afrancesada de estampa navideña con niño cristo incluido. Era más bien un relato negruzco, que describía un malentendido donde también hay decapitaciones, traiciones y delirios. Lo leí cuando tenía la edad de mi hijo, nueve años, y ahora que reflexiono, en aquellos días me impresionó bastante que alguien se atreviera a injuriar el buen nombre de tres reyes que peregrinaron con regalos para el hijo de dios.

Ahora, con el tema en bandeja, el relato de Flaubert me vuelve a impresionar porque, llanamente, a mi los tres reyes magos me inspiran nada. Una nada total, ni siquiera negra de ignorancia, sino blanca de carcajada sosa y nerviosa de alguien que se reconoce incapaz de elucubrar alguna historia medianamente decente, en especial cuando tienes en cabeza el aplomado y lustroso cuentito del francés, que te recuerda tus imposibilidades e incapacidades para mejorarlo. Acabarás con alguna emulsión espontanea de último minuto, me dije. Y en realidad no; estoy aqui reflexionando sobre todo lo que no me inspira el tema.

No soy ni seré Flaubert, aclaro. Esto mismo reconoce Borges, y tampoco seré Borges jamás. El cieguito de Argentina, empero, lo dice antes de elaborar una puntilluda metaficción sobre el relato de Flaubert, que no es otra cosa que considerandos teóricos y especulativos sobre la historia original, aderezados de suaves laberintos escolásticos donde el lector puede terminar asombrado y concluir que ese Flaubert era también un arqueologo y brujo, un presdigitador de amuletos literarios, o ya con poca imaginación, un personaje aventurero e intercambiable de algún churro de Dan Brown.

Cualquiera, al hallarse con los temas de Recolectivo, podría esgrimir lo mismo que ahora me frustra a mi: Qué tema tan soso, qué tema tan insípido, qué porquería. Sin embargo, la desenvoltura narrativa de Flaubert sugiere que no hay temas malos, sino escritores con linderos y acorralados. Narradores entumecidos en incapacidades que suponen ajenas, o impropias de todos los talentos que se han confeccionado para salir al ruedo literario y proclamarse escritores. Dicen (y algunos hasta vociferan): Soy escritor, señores; pero yo escojo mi caza, yo escojo el toro (y en algunos casos, mi molino). Para esos escritores, la yunta de su labor literaria es una yegua maleducada y exquisita que se niega a trabajar como el burro o el buey, porque alega ser mejor que estos, o mejor que el arado.

Todo antes de reconocer que no pueden.

Pues bueno, a mi no es la primera vez que un tema de Recolectivo me apunta en los riñones y me hace caminar por la tabla rumbo al ahogo de la afasia. Han habido otros temas que al verlos se me presentan no como una frase o una construcción de palabras que sugieren una idea más abstracta, sino como un ser contrahecho al que no logro hallarle boca ni gracia, como un adefesio que además posa como madona engreida, retandome a encontrarle el lado, el perfil o la sugerencia.

Yo no tengo problema alguno en reconocer que no pude. Que antes de recurrir a hilos sencillos, a clichés intercambiables, prefiero decir que hoy no tengo nada que ofrecer, nada que escribir. Y bueno, justo mientras escribo esto, pienso que todos los demás en este colectivo, todos los que al leer el tema supieron inventarse una historia excepcional, o simplemente refritear o sobar algún chascarrillo popular, sin importar traicionar la inteligencia propia y la ajena, son como esos Reyes Magos de Flaubert, que además de cargar con dádivas y regalos llevaban en sus almas y conciencias, cada uno, propósitos y deseos bien personales, entre oscuros y admirables. Pienso que cada uno de los que escribimos aquí - y al final en cualquier otra parte - ha debido elaborar un presente de la nada. A veces una nada polvorienta y otras veces una nada húmeda o de remolinos. Pero al final una nada, y aunque de la nada, nada salga, en algunos casos es posible leer relatos preciosísimos y en otros tropezar con diapasones indigestos. Todo depende de las negras o iluminadas intenciones del escritor.

Yo hoy no tengo ningún regalo, pero si muchísimas intenciones, y una de esas es no pasar esta semana sin mi post en Recolectivo. El tema, aun sin haberlo abordado ni desarrollado del todo, tampoco dejó de invitarme a una diminuta e insignificante reflexión: mis enormes incapacidades.

Feliz año nuevo, chorizo con huevo.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

guardate tus excusas...

Paula dijo...

me encanta el blog! agregame a tu lista de blogs, yo ya te agregue al mío que es sobre crítica literaria: http://www.presadeldesconcierto.blogspot.com

Anónimo dijo...

pinche wey aburrido, ya ni ganas de dan de insultarte a ti y a tu madrecita (y eso que soy tu mas odiado anónimo).

Y tu lo sabes, muestra es que ya volviste a abrir los comentarios (que por cierto me acabo de dar cuenta), ya que tenia meses que no abria un plagio tuyo, digo un post tuyo.

bye bye looser

Mongolises Axel dijo...

mierda moco y gargajo,

mierda moco y gargajo...

el puerco joto latino me lame el badajo!!!!!!!


siiiiiiiiiiiiii que siiiiiiiii..!!!

tikiti, tikiti, puto pelon sientate aqui

Anónimo dijo...

Me late la sinceridad.

Manuel Lomeli dijo...

Chale, mis anónimos cada vez se ponen más surreales.

Lo cual tiene algo de agradable, debo admitir. Jojojo.

¿Quien los quiere? ¿Por qué creen que se los volví a abrir?

Saludos.

Anónimo dijo...

Falta de atencion, sin duda, ^^

Manuel dijo...

JoJo que pendejo soy, denme por el ano y volvere mas pendejo que nunca.

Anónimo dijo...

Y el comercial de la vieja de arriba?

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