jueves, 11 de febrero de 2010

La tía Jovita y los aguacates



La primera señal de que era mala idea viajar con la tía Jovita la percibí mientras esperábamos, con los boletos en la mano, a abordar un camión que nos llevara de Cuernavaca a la Ciudad de México.

Discutíamos sobre la infalibilidad del Papa cuando escuchamos por los altavoces un aviso teatral: "Camión de tal hora con destino a la ciudad de México. Última llamada. Faltan 2 pasajeros".

Ignoramos la interrupción.

"Camión de tal hora con destino a la ciudad de México. Es tiempo de su partida. Se quedan 2 pasajeros" graznaron un minuto después los altavoces.

- Cómo hay gente pendeja a la que se le va el camión - dijimos.

Media hora después, cuando ya nos habíamos cansado de platicar, nos dimos cuenta que la gente pendeja a la que dejó el camión éramos ella y yo.



Esa no fue la única ocasión en que me dejó el transporte con la tía Jovita. En otro viaje terminamos varados en un cliché: como personaje de Tom Hanks en La Terminal y en el mismo aeropuerto.

Así pasó.

Al término de un viaje posterior a "los errores de diciembre" que hicimos a Nueva York donde fracasamos en nuestro intento de volvernos artistas de la tramoya en Broadway, la tía Jovita y yo contamos los últimos dólares que nos quedaban y con trabajos juntamos para irnos al JFK. Teníamos boletos para volar a la cd de México por TAESA, mentada en adelante como Aerolínea Llorarás.

Llegamos temprano y pudimos ver cómo los empleados de la Aerolínea Llorarás se apañaban dos mostradores vacíos de Air France, colocaban un letrerito que decía "Aerolínea Llorarás" y se disponían a atender una fila creciente.

Al llegar nuestro turno nos informaron que el vuelo estaba lleno. Preguntamos a qué horas era el próximo y nos respondieron que a las 15:00 hrs... dentro de tres días. Perdimos la compostura, pataleamos, vociferamos, amenazamos y echamos espumarajos. De nada sirvió, los de Aerolínea Llorarás se llevaron su letrerito y nos quedamos contemplando los mostradores vacíos de Air France. Los demás pasajeros dejados se esfumaron.

Hicimos recuento del efectivo que llevábamos. No alcanzaba para regresar a la ciudad, pero sí para llamar por teléfono a alguna de las amistades que hicimos por aquellas latitudes y rogar por auxilio. Otorgué la custodia de nuestros últimos dineros a la tía Jovita y me dispuse a escoger en mi agenda a quién le daríamos un sablazo.

Me dí cuenta que la tía Jovita ya no estaba a mi lado. Después de mucho buscarla la encontré en un estanquillo y me entregó algo que yo pensaba que era tarjeta de teléfono. Me equivoqué. Era un sobre que contenía 10 boletitos de lotería instantánea.

La tía Jovita, por algun defecto irremediable en la parte de su cerebro encargada de hacer operaciones matemáticas, juzgó que teníamos más chance de conseguir dinero en una lotería instantánea que pidiendo ayuda a los que conocimos en Nueva York. Nos quedamos sin dinero para llamar pidiendo auxilio y para acabarla de chingar no nos ganamos ni un reintegro.

La primera noche de nuestra estadía en el JFK, la tía Jovita durmió en un extremo del aeropuerto y yo en el otro.

Al otro día me entretuve catalogando muestras de cariño en el área de llegadas. Descubrí que los más ruidosos eran mexicanos, los más llorones eran italianos y los menos efusivos eran los alemanes y los de una tribu del África subsahariana.

Ví pasar a los de Café Tacuba. Les pedí un autógrafo, me saqué una foto con ellos y tres horas más tarde, tenía tanta hambre que me pendejeé diezmil veces por no haberles pedido dinero.

Estaba practicando mis frases para pedir comida cuando la tía Jovita me encontró, y me llevó con mano firme a las oficinas del aeropuerto. Ahí explicó a todo el que se encontró, incluída la señora de la limpieza, que éramos unos parias y unas víctimas de las Aerolínea Llorarás hasta que un funcionario le hizo caso y nos pidió nuestros boletos y pasaportes que examinó como si fueran piezas del mapa del tesoro. Luego llamó a un guardia aeroportuario, gigantesco, al que entregó unos vales e indico que nos llevara al área de comida; ahí, el guardia no se apartó de nosotros para comprobar que ni los vales ni la comida los canjeáramos por plutonio.

Esa noche dormí abrazando a la tía Jovita.

Al tercer día, como Jesús resucitamos y después de repetir la operación de la víspera para obtener comida, nos apersonamos en los mostradores que los de Air France prestaban a la Aerolínea Llorarás y esperamos. No nos atrevíamos a abandonar la fila y pasar otros tres días viviendo en el aeropuerto.

A las 15:00 hrs llegaron los de la Aerolínea Llorarás, nos subieron a su avión y en lugar de mandarnos a la cd de México como decía en nuestros boletos, aterrizamos en Monterrey.



Ya no volví a usar a la Aerolínea Llorarás ni para mandar condones, pero la tía Jovita se convirtió en cliente leal. Decía que al lado de sus precios razonables, sus defectos eran insignificantes. Eso dejó de decirlo el día que abordó en Guadalajara el vuelo 725 de la aerolínea y en vez de llegar a la ciudad de México, como era su intención, terminó de abono en un plantío de aguacates cuando cayó como piedra después de hacer escala en Uruapan.

12 comentarios:

Tania G. Balleza Tahuil dijo...

jajaja, ¡qué aventura!

Anónimo dijo...

no lei el post porque esta muy largo pero conociendote debe de ser una mamada.

Danielov dijo...

Tuve una peripecia similar, pero región 4: en la central de autobuses Norte del D.F., esperando que nos recogieran; tres días después, para cambiar unos boletos de horario, y luego para largarnos.

Qué quieres, los chelines no alcanzan pa' avión. De hecho, hasta el camión se nos hizo caro. De eso, hace ocho años. Bujuju.

La Rosy dijo...

jajajaja me encantó!

Así pasa y así se siente.

Guffo Caballero dijo...

Las tías con nombres de antaño siempre tienen las mejores y más cómicas aventuras, jajaja.
Saludos.

Coco dijo...

Se parece en algo al sarcasmo de E. A. Poe o Ambrose Bierce.

Estuvo chido.

Manuel Lomeli dijo...

En efecto. Muy chido.

Saludos.

Unknown dijo...

Enmedio de tantos lamentos, siempre al volver lña vista atrás nos damos cuenta de que padecer a familiares como la tia Jovita le da un poco de relieve a nuestras vidas, hace los recuerdos menos impersonales........

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Alan dijo...

no mamar, quien viaja con su tia?

MarillTachiquin dijo...

Muy buena historia y el final muy abrupto!

YoSabina dijo...

Debes de extrañar sus aventuras.

YoSabina

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