miércoles, 17 de febrero de 2010

Vuelve. Por favor.



A los 13 años, nada de lo que uno quiere lo puede tener.

Sigue uno siendo un jodido mocoso, un pendejo, pero un pendejo que está creciendo, que se asoma a la adultez y lo quiere todo: pistear, salir de noche, dinero, novi@, parrandas y todo ésto permaneciendo en el seno familiar muy cobijadito.

Yo no quería nada de eso, yo sólo quería a mi papá en casa.

Todos los sábados de mis trece años no sucedieron en tardeadas -consuelo tonto para los que aún no pueden antrear pero lo desean con frenesí- ni en fiestas de XV años, ni en idas a patinar o al cine. Nada de eso podía tener, pero nunca lo deseé tanto como cualquier otro semiadolescente. Mis prioridades cambiaron drásticamente de un día para otro sin que yo pudiera hacer nada al respecto.

Cada sábado nos levantábamos temprano, nos vestíamos con ropa que no podía ser roja, azul marino, blanca ni beige, mi mamá hacía algo práctico de comer y nos subíamos al carro.

Mis hermanos pequeños preguntaban a dónde íbamos.

"Al pueblo" contestábamos mi mamá y yo evitando el contacto visual.

En el trayecto cantábamos y jugábamos "veo veo" un buen rato. Mamá se quejaba de las obras públicas en construcción que nos hacían rodear mucho y perder alrededor de 25 minutos, poníamos música, veíamos vacas en el camino y mi hermana asomaba su cara por la ventana como un perrito. Ver por el espejo su cabello dorado volando por todos lados y su cara fruncida pero sonriente de frente al sol era lo mejor de mi día.

A lo lejos lo veía y sabía que ésto apenas comenzaba.

"Bienvenidos a Puente Grande"

Siempre encontré el "bienvenidos" un poco ofensivo y burlón.

Hacíamos largas filas en el sol y después largas filas en la sombra. Alguna custodia con más bigote que mi abuelo nos manoseaba en un cubículo y nos ponía un sello para pasar.

"No llores"

Unas puertas altas daban paso a un patio raro y feo con un kiosko en el centro lleno de mesas viejas de madera. Las primeras semanas, papá estaba en una especie de vecindad. Era feo pero iba con el concepto de "pueblo" que habíamos acordado en darles a mis hermanitos. Después las visitas solo podían ser en el patio con el kiosko. Por el pasillo se ponían muchos de los internos a vender cosas inutilísimas, horribles y algunas muy muy chistosas.

Alajeros de jabón esculpido con la forma de la birjensita, pinturas exóticas y sangrientas, paletas heladas de sospechosos colores, lonches aplastados y asoleados.

"¿Cuándo vuelves a la casa, papi?"

"Ya mero, corazón"

Yo me di cuenta primero pero no se los dije, que no importaba cuanto rezáramos en la noche y cuanto le pidiéramos a Dios que nos regresara a papá, en ningún lado contaban los millones de lágrimas derramadas cada noche, no importaba cuanto lo deseáramos, no importaba que tan bien nos portáramos, cuantos dieces sacáramos, cuanto ayudáramos en casa a mamá. Nada contaba, nada importaba... nuestro propio papá era algo que no podíamos tener. No fuera de los sábados, no fuera de las rejas.

15 comentarios:

Tania G. Balleza Tahuil dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Tania G. Balleza Tahuil dijo...

Es a lo que yo me refiero con no decirles la verdad a los chiquillos, se crean un Dios que no es realmente y no comprenden lo que es portarse bien o portarse mal... las cosas simplemente suceden.

Vagancianet dijo...

Jo jo jo... Creo que veo venir otras nalgadas de parte de Rox.


:p

YoSabina dijo...

¿Es mejor un padre cautivo o uno libre que no quiere aparecerse por la casa?

YoSabina

Tania G. Balleza Tahuil dijo...

Me gustó mucho. Se sintió.

daniela dijo...

ay güey. que duro.
ese último párrafo en especial.

La Rosy dijo...

Desde que el niño habla de la hermana da el sentimiento, snif.

¿Si existirán esos "pueblitos" en las cárceles? Ese ambiente se antoja para muchos cuentitos.

Anónimo dijo...

tengo un amigo que vivio en el Pueblito, como llamaban a la carcel de la mesa aqui en tijuana, y esa historia me hizo pensar por un momento en todo lo que no tuvo...

Unknown dijo...

me recordó la película de "la vida es bella" es chido hacer algo así para no lastimar a tu hermano; soportar en soledad la realidad para dejarlo a él vivir su infancia a plenitud... wenerón!!!

Lalo dijo...

a mi ya no me sorprende que donde vivo los morros pre-pubertos sean pero si bien pendejos y no valoren las cosas que son de verdad importantes (o como decía guffo, 'la mayoría de la juventud aspira a entrar en los lugares “exclusivos” que frecuentan los buenos para nada.', se refería al vato ese de ese de s. cabañas), como la escuela o sus papás.

chales... a mi a los 13 años me gustaba ver digimon y comer galletitas con leche, y si bien mi papá no andaba en el tambo, esta bien lejos hasta el Ontario...

xmonkeynutsx dijo...

El texto estuvo muy chingon. concreto y corto como me laten.

cheers ¡

Manuel Lomeli dijo...

Eit... muy concreto el cuento. Y la descripción del area de visitas, como de manual de cárceles.

Aqui en Tijuana hubo un pueblito como cárcel. Adentro había restaurantes, neverias, hamburgueserias, panaderias, un pequeño cine, gimnasio y sobre todo, muchas drogas. Los internos decían que lo único que no había en el Pueblito eran autos.

Ah, la corrupción es el progreso en este país, me cae.

Saludos.

Anónimo dijo...

Morinakemi dijo...
a mi ya no me sorprende que donde vivo los morros pre-pubertos sean pero si bien pendejos y no valoren las cosas que son de verdad importantes (o como decía guffo, 'la mayoría de la juventud aspira a entrar en los lugares “exclusivos” que frecuentan los buenos para nada.', se refería al vato ese de ese de s. cabañas), como la escuela o sus papás.


Ay las cosas importantes como la escuela o los papas... pinche putete, ademas es obvio que lo que escribio Guffo vino al caso por lo de Cabañas pero en ningun momento se refiere a el en su texto.

Eres bien pendejo.

Anónimo dijo...

O pendeja... lo que seas pues.

Anónimo dijo...

cuanto pesas?

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