jueves, 13 de mayo de 2010

El santo



Yo no aprendí sobre mediciones de lo desorganizado de un sistema cerrado ni leyendo textos de termodinámica ni en clase de física. Aprendí de entropía en casa de mi cuate el cerdo.

El cerdo después de haber asistido a cursos de biblioteconomía decidió que eso de usar libreros y mesas era un arcaismo del que había que desprenderse. ¿Para qué invertir en libreros cuando se puede usar muy bien el suelo? decía. La prueba de su sistema de organización duró 20 años. En el transcurso de dos décadas los suelos de su cuarto, el de su hermano, el de la biblioteca familiar y tres esquinas de la sala se cubrieron con periódicos, pornografía, cajas de pizza, la vajilla de la abuela, botellas, libros, los números de las 40 revistas a las que estaba suscrito, material de sus viajes (no se deshacía ni de los pases de abordar), 5 docenas de cuadernos de notas de los que sólo usó la primera página, quinientas pilas de su colección de radios portátiles y un acervo de música y películas piratas con la que se podría bien surtir treinta puestos a la salida del metro. Y también un muerto.

Sí, un muerto.

No supimos ni cuándo ni cómo llegó, ni quién era. El cerdo negaba conocerlo. Lo descubrimos sepultado debajo de las Hustler de 1991 y 1992. Preguntamos a la mamá del cerdo y después de examinarlo atentamente reconoció que no lo reconocía.

Aprovechamos el estado cuasimomificado del fulano para tomarle una foto y publicarla en los periódicos locales para ver si alguien lo reclamaba. El resultado fue infructuoso.

El cerdo intentó colocarlo como pieza de decoración entre los culturosos de Cuernavaca. No hubo manera pues el muerto no combinaba con nada. Hasta intentamos dejarlo abandonado en la casa museo Brady como parte del acervo pero no hallamos un hueco donde cupiera.

Ya estábamos considerando meterlo otra vez bajo las Hustler de 1991 y 1992 cuando el cerdo, por razones ajenas al muerto, se hizo gran aficionado al alcohol de caña en cantidades industriales y se quedó sin hígado.

- Te heredo al muerto - me dijo el cerdo todo amarillo al salir de una encefalopatía hepática.

Quien salvó el día fue el cura que fue a darle la extremaución al cerdo.

- Oiga señor cura - dijo el cerdo en uno de sus últimos momentos de lucidez. - ¿No le interesa este muerto? Está tan bien conservado que si lo viste de monje y le pone un nombre que guste a la feligresía como San Ciriaco Puñetero si da el pego de santo milagroso ¿no?

El señor cura examinó al muerto y estuvo de acuerdo en que estaba tan bien conservado que pasaba por miembro del panteón católico. Se lo llevó a su parroquia y desde entonces la gente hace fila para pedirle que interceda por ellos ante diositotodopoderoso después de depositar el diezmo para procurar que la intercesión se cumpla.

Yo, más afortunado, me quedé con las Hustler de 1991 y 1992.

25 comentarios:

Nothingman dijo...

no mames!! yo quiero a san ciriaco!! xD buenisimo!

Anónimo dijo...

Está bueno, pero esto que VERGAS tiene que ver con la entropia? EL cerdo era un cerdo y tenía un caos, pero no una tendencia medible del aumento de éste. Es como intentar hacer un post de la aceleración y hablas del movimiento rectilineo uniforme.

Ora, por ese desplante ñoñisimo, ¿que me gano?

El Contador Ilustrado dijo...

yo lo disfrute

Joel BD dijo...

Estuvo bueno, pero tengo una queja, cada vez que doy scroll down en este pinche sitio y veo las fotos de la pendeja de rascol y la reputísima de la "pillo" se me queman las corneas, no habría forma de quitarlas?? NO MAMEN JODER!!!

Joel BD dijo...

por cierto, la andreinsky debería postear unas pics, y la kuruni da miedo, que pensamientos de asesino serial le cruzaban entre las orejas cuando se tomó esa foto!?!?!

Anónimo dijo...

Ya pusieron fotos de Andreinsky, pero esta bien gorda.

De kuruni por su perfil, deducimos que son ideales para espantar ratas, aunque puede que las mates del susto.

Fotos de Andreinsky DESNUDA dijo...

Joel BD está más pendejo que Manuel aka Jordi Rosado

Para las fotos de andreinsky, clic en mi nick.

Anónimo dijo...

Hasta yo puedo escribir mejor

Anónimo dijo...

27/3/28

—Quiero ver trabajar a dios— Dijo el Sargento Primero Clausius Carnot. Toda la brigada quedó en silencio.

Recién nos habían asignado el contacto con la ciudad de Bugánk, que, en principio, parecía algo demasiado importante para un grupo de 36 cabos, 2 Sargentos Segundos y un Sargento Primero, pero, según evaluaciones previas de terreno, la sitúan como una zona neutra, es decir, peligro 2. Cualquier nación, ciudad, pueblo o persona ajena a Nueva Arcadia es considerada peligro 1. Declararse neutrales los pone en peligro 2, con un regular monitoreo. Negar apoyo en territorio, recursos o en facilitarnos el tránsito por su territorio, los hace acreedores a un Rango de Peligro 3, como el de Glasnoth. Bugánk, al no representar riqueza o importancia estratégica, queda libre de ataque.

Un cabo inició la típica ronda de preguntas personales que se hacen en todo nuevo grupo de trabajo, escolar o de batalla. "¿Porqué te uniste al ejercito?" era por ley tácita la primera pregunta. Algunos querían impresionar a su familia, otros a sus esposas o amantes; por allá unos adolescentes idealistas fueron obligados contra su voluntad, y otros más lo hacían por amor a La Nación. Un pequeño barullo se desató por sus pequeñas diferencias.

A pesar de tener todos parientes veteranos, y de que los años de guerra superan a los de paz, familiarizándonos con la metralla desde niños, esta guerra se está tornado muy polémica. Los Desiertos del Sur son las únicas naciones de libre soberanía, aparte de La Nación. ¿Qué se hará después de la guerra? Este país fue fundado por un conflicto armado y ha estado en batalla desde sus inicios. La conquista mundial es para los separatistas, dar pie a su movimiento, para los fatalistas, el inicio de un colapso interno.

Otro caudillo formuló la pregunta al Sargento Primero, quien lanzó al aire su criptica respuesta, dando fin a la discusión. El S.P. Carnot era por demás peculiar. Hablaba mucho, pero solo, con los labios entre cerrados, murmurando. De andar curioso, a pasos cortos y rápidos, imponía sus órdenes con su grave voz y su severa mirada. Jamás parpadeaba; alguna vez, cuando había arena en el viento, y también antes de dormir, pero solo eso. Supongo que parpadeaba cuando nadie lo veía, pero nadie dio testimonio de ello. No era algo de qué preocuparse, pero incomodaba, en su manera.

Anónimo dijo...

29/3/28
No es por ser elitista, pero me estoy llevando mejor con el S.P. y con el otro Sargento Segundo, Kelvin.

Ayer todos contestaron la pregunta, menos Kelvin. Nadie se atrevió a preguntarle y con justa razón: con casi 2 metros de altura y unos 180 kilos en músculos, sin un rastro de pelo en su brillante calva y una catarata en el ojo derecho, impone más respeto que el resto de la brigada junta. Fui yo quien se atrevió a preguntarle, más por aburrimiento que por otra cosa.
Detuvo su marcha, me miro con su único ojo útil y dijo: "Estoy huyendo de un mal de amor". Y siguió en lo suyo.
Hice una mueca, medio sonrisa, medio gesto triunfal. Esa desazón a su estilo matón le iba bien. Además, se podía dar ese lujo; a cualquier otro le habrían roto la cara por maricón. Es bastante callado, por lo que paso gran tiempo con él. Aparte, Kelvin intimidaba a toda la competencia. Parece que los demás tuvieran una metralleta encajada en el ano, obligándolos a disparar cada mierda que se les ocurre, reduciendo mis ánimos por conversar.
Con el S. P. Carnot fue diferente. Uno de mis deberes como Sargento Segundo es hacer un reporte del S.P. sobre su calidad de mando y liderazgo. Cuando le inquirí sobre sus planes al llegar a la línea enemiga, me dijo: "Bueno, tú y S.S. Kelvin ponen en jaque al rey, mientras llego a la última línea y me convierto en Reyna."

— ¿Y el resto la brigada?— Le seguí el juego, aun en tono solemne, sonriendo.

—Bueno, gradualmente todo peón se convertirá en una Reyna, menos usted, que ya está hecha una.

Sus chistes son muy ridículos a veces, pero de una cultura general muy diversa. Siempre hace bromas, las entiendan o no, este acompañado o no, así que procuró estar cerca, en parte para oírle, en parte para conversar cuando ya no puedo soportar el silencio de Kelvin.


30/3/28

El trayecto implica recorrer un árido monte. Se podría atravesar en unas horas a helicóptero, pero salen mejor las cuentas cuando son vidas humanas las que se pierde, y no piezas de alta tecnología. El pueblo era ya tan apático a las guerras que no les importaba ver morir a sus hijos. Tendrían otros más y ya. Además, todos los aviones y bombarderos están ahora en Glasnoth, y quedarán libres en unos seis días, justo cuando lleguemos a Bugánk. Si la situación lo demanda, tenemos derecho a un bombardeo de napalm, solicitándolo por radio.

Ya en confianza, le dije al S.P. que debería solicitar un B-52, para que lanzara una bomba nuclear con un tejano montado en ella, extinguiendo la humanidad, como en la película de Dr. Strangelove, acabando así con esta y todas las guerras. Estuvo de acuerdo, pero corrigió:

—Si no hay guerras aquí, las habrá en algún otro mundo; el espíritu bélico no es algo propio de los humanos, es algo intrínseco de la vida. El propósito de los organismos es perpetuarse, aun en base a la muerte de otros.
Sin saber si juagaba o iba enserio, deje ahí el asunto.

Anónimo dijo...

33/3/28

Hoy tuvimos una batalla. Con seis días de inactividad, habíamos bajado mucho la defensa, llegando a considerar innecesario ir tan armados. Al bajar una ladera nos topamos con una cuadrilla de rebeldes armados, tan cerca que vimos a detalle sus rasgos. Les calculé edades entre 12 y 20 años. En varios medios masivos de información muestran a la gente de Los Desiertos del Sur como hostiles, ignorantes y violentos, apoyados visualmente con imágenes de niños y mujeres con armas; con la invasión a gran escala que padecen, es lo menos que deben llevar para asegurar su libertad unas horas más.

Un chico de unos 16 años, con un listón blanco amarrado a la cintura, se deshizo de su arma y se acercó al S.P. Las invasiones no ofrecen tregua: rendición total o muerte total, son las instrucciones, pero no por ello somos sanguinarios barbaros. Extendemos puentes de comunicación con los conquistados, evitando muertes cuantiosas. Nuestras muertes cuantiosas. La amnistía y los mediadores son dos de las pocas maneras en las que un extranjero sobrevive al campo de batalla. Cualquiera que grite amnistía, sea quien sea, se le debe capturar y, de requerirse, dar atención médica. Los mediadores visten listones blancos, hablan Andaluz y, básicamente, ruegan por la vida de sus compañeros.

—Buenos días— Dijo en un accidentado Andaluz— Nosotros viajamos en paz hacia Pateth por atención médica. La mitad de nuestra... —Movía los ojos, escarbando en su corto acervo de palabras, buscando la indicada. El sudor recorre su frente, llena cicatrices y escoriaciones. Posiblemente hace esto a menudo— Nuestras personas— terminó— ellos son civiles.
—Bien. Pero es ilegal traer armas en futuro territorio de Nueva Arcadia—Desafío cínicamente el S.P— Lo siento, tenemos que tomarlos prisioneros.
—Debemos... ¿Van hacia Bugánk?
—Sí
—Regresaremos a Bugánk en una semana, nos reportaremos con ustedes y seremos prisioneros. Pero estos enfermos deben ser atendidos.
—Hay buenos médicos entre nosotros, si gustas podemos atenderlos, pero como prisioneros...

Varios disparos nos llegaron desde la metralla de un niño asustado, tres filas atrás de los rebeldes. Aparte del mediador, ni uno sabía Andaluz, pero la palabra "prisionero" era conocida por todos, causándoles pavor. Sus disparos fueron seguidos por los de otros más, que, como él, nos deseaban la muerte.

— ¡S.S. uno, ataque diestro, S.S. 2, defensa siniestra!— Rugió nuestro Sargento Primero.

Así nos dividimos en tres grupos: Kelvin a la derecha, con sus soldados formando un semicírculo. Yo y mis hombres tomas cuartel detrás de unos árboles. El tercer grupo era el S.P. Cornet, solo.

— ¡Uno, dos!— Grité, y cada hombre cambiaba de árbol. El proceso se repetía hasta avanzar a una distancia prudente, en un medio círculo donde podíamos dispararle a la mitad de sus hombres. Kelvin cerraba el círculo. El S.P. se posiciono del lado izquierdo, y corrió directo hacia ellos, llamando su atención y sus balas, dirigiéndolas hacia donde nosotros, la defensa, éramos inmunes al estar bien protegidos por la flora local. Aun con todas las miras apuntándole, el S.P. no recibió ningún disparo. En 6 segundos los teníamos rodeados.
—Tiren sus armas— Ordenó, sereno, el S.P, pese a tener el pecho muy agitado. El mediador, que fue herido por las propias balas de sus camaradas, apenas se mantenía en pie, amenazante.
—Podemos matarlo...
—No— Le interrumpió— No pueden. Pueden herirme, pero les matarán antes de que yo caiga.
—Usted no...

El S.P. Cornet ignoró al mediador y pasó entre varios hombres hasta llegar al centro del círculo. Unas señoras lloraban en el piso, más cansadas que asustadas.
—Estos son sus enfermos ¿verdad?—sin recibir respuesta, preguntó en su idioma algo a las convalecientes. Después de una breve charla se puso de pie y les apuntó con su revólver. — Rendiros o mataré a sus madres— El mediador pronuncio algunas palabras y todos quedaron desarmados. Los alineamos en cuatro filas de seis hombres, todos hincados con sus manos atadas a la espalda.

Anónimo dijo...

33/3/28 (continuación)

Cornet asesinó al mediador, el único que sabía Andaluz, y nos ordenó seguir. —Yo me encargó del resto.

Me quedé, dando constancia de que se tomaran las medidas adecuadas: fusilar a todo el que no pidiera amnistía.
—Sigo las normas al pie de la letra, no te preocupes— me advirtió el S.P. con su artificial sonrisa.
—Mató al único que podía salvarlos, los condonó...
—La norma dice, matar a todo extranjero armado. Seguí la norma.
—Si le hubiera permitido...
—Hubiera, hubiera. Olvide eso. Además, nadie dicta cuanto tiempo hay que darles para responder. Venga, ayúdeme a ejecutarlos, o será usted la que rompa las leyes— Dio media vuelta y fue uno por uno, disparándoles en la nuca. Los últimos 6 intentaron huir corriendo maniatados, como avestruces, sin tener mejor suerte que sus compatriotas.

Recargando su arma, puso una bala, dio vuelta al tambor, puso otra bala y sonrió. Me arrojó su revólver y ordenó— Elija tres enfermas y dispárales.
—Yo... no... No representan peligro— Excusé
—Bien ¿Quieres salvarlos?—No respondí— Si es así, dispárales con el revólver, tiene dos balas y cuatro huecos vacios. Puede que las tres se salven. Anda, puede ser nuestro día de suerte— Me animó, más como un presentador circo que como mi superior.

Matar en batalla era diferente: no veía sus rostros, no oía sus voces, no sentía esas sombras y gritos de cientos de anónimos con muy mala suerte. Yo no los elegía, era el destino quien decidía, poniéndolos en la trayectoria de mis balas; una especie de parca que segaba inocentes y culpables por igual, en lluvias de plomo.

—Cierra los ojos y elige.

Me acerque y toque a tres de ellas. Al abrir los ojos, Cornet las puso frente a mí. Eran dos ancianas y una joven con un bebe.
—Anda. Si llegan a sobrevivir estas tres dejaré vivas a todas.

Jugué su corrupta versión de la ruleta rusa, sin otra opción. Cerré los ojos y apreté el gatillo. Un golpe seco. Nada. La vetusta soltó un grito sordo mientras las otras dos me miraban con terror, comprendiendo a medias de que iba esto. En el segundo tiro comprimí los parpados, deseando que mis globos oculares salieran de órbita y no ver más estos crímenes, no ver sus rostros de suplica. Gatillo. Nada. Libre de muerte, se recostó, gimiendo, abrazando sus piernas. La tercera, la joven mujer y su bebe, lloraban mares. Cuando dejé de mirarlas, agudicé sin querer el oído y descubrí que era lo que murmuraba. Estaba tartamudeando una y otra vez "Amni... Amnitia... amnsi...Amni...Amnitía..." sin encontrar el acento correcto.
— ¡Ella está...!— le explique a Cornet, quien me interrumpió.
—Ella está balbuceando
—Pero quiere...
— ¿Quiere? ¿Tú sabes lo que quiere? ¿Sabes leer la mente? Nos retrasaremos mucho si sigues distrayéndote. Tienes una orden. Termina con ella.

El S.P. se paró a mis espaldas y elevó mis manos a la altura del cráneo de mi víctima. Estaba llorando. Ella, y yo también.

De nuevo, a ciegas, ocultándome bajo mis parpados de cierto juicio divino, alcancé a escuchar fuerte y claro "¡Amnistía!" de la joven extranjera. Disponiéndome a tirar el arma, unas manos sujetaron mi rostro con sus dedos aracnoides, oprimiendo mis mejillas y abriendo al máximo mis parpados. El sobresalto hizo que diera un pequeño brinco, y otros pequeños espasmo musculares en el pecho, en las piernas, en las manos. Oprimí el gatillo. La bala salió justo en el instante que ella pronunció la palabra mágica. Su cabeza reventó como una sandia, con esponjosos trozos de carne y encéfalo adheridos a su bóveda craneal, desparramada. Se desplomó hacia enfrente, aplastando al crío que seguía llorando. Y siguió llorando bajo el cadáver de su madre.
Cornet, con su aliento de cloaca, susurro un "Buen trabajo, soldado" antes de liberar mi rostro de sus tenazas.
Oí como se activaba una metralleta y ejecutaba a todas las demás, mientras me desvanecía.

Anónimo dijo...

34/3/28

Recuperé la conciencia hasta la madrugada, cuando Kelvin me preparaba una sopa de verduras. Mientras los recuerdos se aglutinaban, levante mi cabeza para vomitar lo más lejos posible. Kelvin me acercó una vasija con agua. Bebí y me limpie el rostro.

—Tuve que ir por ti

—Lo siento, Kelvin. Yo...

—No importa —me calló el silencioso Sargento— Come — Probé la sopa. Estaba deliciosa.

—Esto lo cocinan mucho de donde yo vengo— Dije, con aires de nostalgia.

— ¿Es un buen lugar?

—Sí, sobre todo por su gente— Sonreí.

—Me alegro. Esta receta me la enseño mi ex novia— calló, tornándose distante.

—Ya... Lamentó lo que pasó— Cerré el silencio incomodo.

—Que descanses— Se marchó y seguí comiendo a solas.

Palpé debajo de las sabanas y hallé el revólver del S.P. Al verificar el tambor, comprobé que, como había dicho Cornet, solo tenía dos balas; la que ya había usado y la restante. Pero, con una vista más detallada, me di cuenta que las dos balas estaban en un sitio paralelo, siendo originalmente una secuencia de: bala, hueco, hueco, bala, hueco hueco, en un carrete de seis municiones significa que, sin importar donde comiences a disparar, en tres intentos uno tiene que ser bala. No importa que hiciera, todas esas mujeres iban a morir.

Pese a ello, no deje de sentirme culpable.

Anónimo dijo...

35/3/28

Llegamos a Bugánk al amanecer. Se veía muy rustica al ser casi toda de arcilla, pero con detalles de ingeniería avanzada. Era un cono en espiral con una base amplia, amurallada. Poseían a las afueras un molino de viento con aspas amarillas, semejando un girasol.

Ya en la entrada fuimos oscamente recibidos, con entrecejos fruncidos. S.P. dijo algunas palabras y la gente rio y se acercó amablemente. Unos siguieron escépticos y pasaron de lado, otros nos ofrecían comida y objetos sin valor. Ya calmada la euforia, me acerque al Sargento Primero.
— ¿Qué les dijo al llegar?—Pregunté, dirigiéndole la palabra desde nuestro percance con los rebeldes.

—Qué encaminamos a sus paisanos por el buen camino— Y sonrió, discretamente, sin mostrar sus dientes, mientras saludaba con ademanes a los transeúntes. Llegué a creer que no tenía ni dientes ni sentimientos. Aunque una de las dos opciones era una certeza, no una creencia.

El resto del día, cada uno paseó por la ciudad. Los cabos registraban a los civiles, tanto en calles como en sus hogares, buscando cualquier indicio de peligro. Yo y Kelvin hacíamos notas de su tecnología y cultura, respectivamente.

Las murallas son a su vez las bases de un segundo y tercer piso, en forma de espiral. La ciudad es más bien una enorme plaza con muchas casas circulares. Éstas tienen techos espirales sin cerrar, que proporcionaban sombra y aire a la vez, mediante aberturas que se alineaban en la misma dirección que el molino, para tomar los vientos del norte, más frescos. Dentro, el clima es unos 7 grados menor que en el exterior. Todo el tejado son paneles solares que, junto con el molino, abastecen de energía a Bugánk. Los paneles se mueven en diferentes ángulos a lo largo del día para capturar la mayor luz y el menor calor.

Es una joya en el desierto.

Anónimo dijo...

36/3/28 (0 Horas. Amanecer)


Pasé la noche en un pequeño hotel improvisado que nos ofreció alojamiento por un módico precio. Fui quien despertó primero y me aliste temprano. Cuando apreciaba el fin de la madrugada y el comienzo del día, vi una furtiva figura saliendo del pueblo.

Avancé lo más rápido posible para interceptarlo.

— ¿Porqué?—

—Porqué ¿qué?— aclaro, curioso. Por motivos desconocidos, sentí que si no seleccionaba la pregunta correcta... "¿Pregunta correcta? ¿Acaso hay alguna equivocada?" Divagué, en mis efluvios mentales que me llevaban y traían. Fue un viaje corto, muy pesado. La marea mental trajo la pregunta correcta que broto de mí.

—Cuando recién comenzamos, dijo que usted está aquí porque quiere ver trabajar a dios. ¿A qué se refería?

Se relamió los labios, complacido

—¿Sabes? momentos como este me hacen creer que tal vez el universo sí tenga algo de poético. Sígueme, te explico en el camino.

— ¿A dónde vamos?

—A esa colina— Señaló el pequeño montículo por donde habíamos llegado— Desde ahí se ve el panorama completo de la ciudad. Quiero mostrarte algo.

Le seguí, vacilante. Dejamos la muralla, la ciudad y el resto de la brigada atrás.

—Tengo una maestría en biología, por eso soy Sargento Primero. Parece que la guerra no tiene mucho que ver con el estudio de la vida, pero es un error: la vida viene de la muerte, y viceversa. Todos son ciclos...— Siguió caminando, callado, pensando. Eligio la cadena de ideas correcta y regreso conmigo— ¿Sabes el nombre del primer dios griego?— Preguntó

—Kaos— Respondí, siguiendo el juego.

—Así es. Kaos tuvo a Luz y Oscuridad, quienes juntos empezaron un linaje divino de incesto y parricidio. Caos, el principio y fin de todo.

"La segunda ley de la termodinámica dicta que el universo tiende al caos, a la simpleza. Si dejas reposando un puño de azúcar durante muchísimo tiempo, se convertirá en agua y dióxido de carbono, pero si juntas dióxido de carbono y agua en un mismo lugar durante mucho más tiempo, es muy improbable que se forme azúcar. Se reduce a lo más simple, pero lo más simple no se complica. Si dejáis un montón de ladrillos, estos no formaran solos una casa: necesitan de alguien que los ensamble. Pero una casa, por firme que sea, tiende a destruirse. Igual que los seres vivos degradándonos a las más simples partículas. Aun así la vida existe: somos mecanismos funcionales, ordenados e inteligentes. Somos seres complicados que surgieron del Caos, de partículas primordiales. Podemos degradar el azúcar en cuestión de segundos, podemos construir casas, autos, clones, etc. Esto hace creer a muchos que fuimos creados por algo más allá, por un dios. Sin embargo, la vida surgió espontáneamente hace más de cuatro mil millones de años y, hasta hoy, sigue perfeccionándose en un sistema de prueba y error. ¡Cuatro mil millones de años! y somos los hijos prodigios del Caos. Nacimos en olas radioactivas de mares primitivos, en estrellas muertas, en explosiones atávicas, fuerzas inestables nos dieron forma y orden. Pequeñas moléculas agrupándose como burbujas, replicándose, pasando a ser células, y después cientos de ellas en colonias, cooperando, creando organismos multicelulares que evolucionaron hasta nosotros. Nacimos del azar, pero no de la noche a la mañana. Es difícil creerlo, pero al igual que las galaxias, las nebulosas, los pulsares, nosotros solo somos un accidente al margen de cientos de leyes físicas, que regulan pero no dirigen: no tienen voluntad ni mando.

Llegando a la colina, nuestra estrella local asomaba por el horizonte, triunfal, reafirmando nuestro cósmico pasado, aún desconocido.

— ¿Y esto tiene que ver directamente con la guerra?— Pregunté, no del todo en paz.

— ¡Claro! Verás, la gente tiende a humanizar el universo, dándole propiedades como el destino, para no sentirse desamparados y darle significado a sus más grandes desgracias. Hace un par de días murieron veinte inocentes por un mal tiro...

Anónimo dijo...

— ¡Usted acomodó las balas para que muriera alguien, no importaba el resultado!

— ¿Yo?— Dijo incrédulo— No. Yo gire el tambor y puse la primera bala, di otro giro y puse la segunda. Al ver esa hermosa simetría, se me ocurrió el juego, pero yo no altere el resultado. Si las balas no hubieran quedado en esa sugerente posición, no hubiese creado ese juego. Fue mala suerte, para ellos claro. O si no fuera un loco hijo de puta tampoco los hubiera matado. Tal vez si no hubiera vivido lo que viví o nacido donde nací. O si mi código genético dictara otras cosas sería diferente. Pero ¿Ves? Lo que digo ni siquiera es políticamente incorrecto; esas, básicamente, son las ideas que ponen a criminales y enfermos por igual. Convierten a la sociedad en un gran pretexto y al genoma lo toman por dedo de dios; todos destinos inevitables que excusan al individuo por su inocencia en padecerlo, en lugar de acusarle por no controlar su naturaleza. Dejaron de creer en religiones, pero la fe ciega no termina. Quieren que su vida sea un poema, una oda, un final feliz; hacer de este mar de sangre una equilibrada ecuación de justicia. Eso no pasará. No hay dios, no hay destino. El universo no imita al individuo, no tiene razones, solo normas que no se tientan el corazón para hacer tu vida más llevadera. Es un caos.

— ¿Así justifica sus crímenes?—rebatí con agitación. Adrenalina inundaba mi torrente sanguíneo, esperando la pelea. Porque, pese a lo azaroso de sus actos, es predecible que hará una locura ¿Qué clase de locura? No sé, pero lo hará.

—No, no, para nada. Yo no justifico lo que no debe ser justificado. Esa es la naturaleza del universo, y yo intento seguirla. Pero, tengo un punto por mostrarte. Siendo que las células con funciones similares forman tejidos, y los tejidos órganos, y los órganos sistemas, y los sistemas organismos. Dime ¿no es siguiente paso en la evolución la creación ser colectivo? Lo es, y ya vivimos en él. Al igual que las células, los hombres ignoran ser parte de un ser supremo, con una inteligencia independiente. Nuestro nombre es Nación, porque somos muchos —Rio — Y, como las bacterias y los organismos, Nación ocupa una energía que lo mantenga estable. Por la naturaleza del Caos, Nación debe desplomarse bajo su propio peso, como toda gran civilización, fragmentándose en pueblos más simples. Pero, igual que las bacterias, que los romanos, nosotros ocupamos devorar organismos más pequeños, partículas más diminutas. Pueblos, países, reinos. Cuando nuestro cuerpo rompe las uniones de moléculas orgánicas, libera la potencia de soles, estrellas, galaxias, esa energía heredada de la gran explosión; las partículas luchando por ser una masa homogénea de materia simple. Los pueblos son semejantes a organismos autótrofos: a lo largo de generaciones y generaciones, de dinastías, crean sistemas organizados de convivencia social, uniendo individuos solitarios bajo el contrato social: la protección y cuidado del pueblo por el estado. Cuando el estado no es capaz de proveer tal, el contrato se rompe, liberando la energía que se invirtió en hacer una solida nación. Su cultura es absorbida, su tecnología reciclada, su arte profanado y su pueblo sometido, abusando de la oferta y la demanda; ellos requieren servicios y solo nosotros, la Única Nación, podemos ofrecérselos. La miseria ajena sustenta nuestros excesos y nos da una meta como nación; alimenta un patriotismo a ultranza que busca aniquilar al individuo y enaltecer la unidad.

—Entonces, ¿Los separatistas tienen razón? ¿Conquistando los desiertos del sur nos desintegraremos?

—En parte están en lo correcto. Eso pasaría si no tuviéramos otros pueblos que conquistar. Esta guerra acabará cuando nuestras tropas lleguen a Termita. Y cuando acabemos con ello, seguirán otros, extendiéndonos por toda el universo.

Termita fue descubierto hace ya varios años. Se prepara una misión que estará lista en 90 días, a mediados del mes de Invierno. Sus objetivos son colonizar, poblar, explotar y someter al pueblo nativo, una primitiva raza inteligente.

Anónimo dijo...

— ¿Y usted está de acuerdo con esto?

—Claro, tan de acuerdo como un perro de que su amo lo saque a pasear. No son cosas que yo decida. Sería necio oponerme. Solo intento divertirme.

El paramo frente a mí no mostraba planta alguna. La energía gratuita era lenta. Las plantas reptaban en la evolución mientras los humanos se dirigían en Túneles de Intercambio Material hacia lejanas tierras. Incluso si negará esa tendencia de la consunción mutua, la verdad saltaba ante mis ojos: los arboles no se podían defender de la tala. Recuerdo vagamente que los Desiertos del Sur fueron alguna vez selvas, taladas hasta la última especie exótica, pasando a ser refugio de extranjeros sin hogar, cuyos países fueron devorados por Nueva Arcadia. Hoy serían segados estos hombres errantes.

—Entiendo— le dirigí, junto con mi derrote. Nada se podía hacer contra eso. Quisiera... pero...

— ¡Ah! Cierto. Ya que acabamos la misión, tenía preparado un juego para ti —Extendió sus palmas en el aire, mostrándome un dado en la izquierda y un radio en la derecha —Aprovechando mi poder pedí un bombardeo a Bugánk hace unas 4 horas y, según el localizador global del radio, llegará en cinco minutos, tiempo justo para un nuevo juego. Tengo un dado de seis caras que como puedes ver— lo giro para que pudiera contemplar sus lados— es común y corriente; será un juego limpio. Quiero que digas tres números del uno al seis. Si cae alguno de los números elegidos, todos morirán, si cae cualquier otro llamaré al bombardero para anular el ataque. En tus manos está su muerte, no su vida.

Me arrojé hacía él, dándole una patada en el rostro. Dio giros en la arena, levantándose un par de metros más allá. No soltó el radio. Corrí tras él. El nuevo intento de frustrar sus planes fue sofocado por su brazo sujetándome el cuello, manteniéndome en el suelo. Me tomó ambos brazos y los puso en mi espalda, impidiéndome a la vez el movimiento y la respiración. Ahí, recostados en arena, se acercó a mi oído y con su el aliento fétido de sapo que ha estado horas pudriéndose bajo el sol luego de ser aplastado por un auto en la autopista, dijo en un hórrido tono sensual:
—Si sigues así, se acabará tu tiempo. Es solo un juego. Ni uno de ellos tiene una voluntad real. Ninguno de ellos importa. Tú no importas, yo no importa. ¿Qué más da? Solo juega, ¿Quieres?— Sentí su lengua vermiforme rozándome la oreja. En mis sacudidas, intentando librarme, logre divisar su rostro contrastando con el sol de la alborada, sonriendo con los ojos y boca abiertos del todo, mostrando una cantidad inhumana de numerosos dientes equinos. Logré sacudir mi cráneo contra su labio, partiéndolo en dos, haciéndolo retroceder.

De nuevo en pie, mi abatido Sargento Primero sacó su revólver y apuntó hacia la radio.
—O sigues el juego— continuó diciéndome— o destruyo este aparato, sellando sus ataúdes. Decide. Tres, dos...

— ¡Ya! Déjame pensar en...

—Faltan 40 segundos— Interrumpió— y créeme que detener un B-52 lleva tiempo.

Con chasquidos guturales, imitaba el tic tac de un reloj. Arena, saliva y sangre chapoteaba en su ponzoñosa cueva sardónica. Si no decidía, si no tomaba la opción correcta... El juego era legal, creo en su palabra, en su fanatismo por el azar; no importa que diga, tengo el triunfo asegurado en un cincuenta por ciento. Así que me dejé llevar y dije los primeros números que llegaron a mi mente, sin razón en particular para elegirlos. Números al azar. Será por ser su juego, o será que tenga razón, pero en ese momento tuve la certeza de que el Caos imperaba, sobre la razón, sobre las acciones. Sobre el universo. Kaos, ese dios primigenio.

Anónimo dijo...

— ¡Uno, Dos!... ¡Seis!

Más que complacido, el Sargento Primero Clausius Cornet lanzó el dado al aire. Giro espesos segundos que cobraban materia y volumen, que tenían presencia, que se sublimaban y te asfixiaban. Pensé en el aleteo de un colibrí en un pueblo vecino, en el clima automatizado de los tejados de Bugánk y en su torre de energía eólica, todo eso generando corrientes de aire que afectasen el resultado. Y de ser así, los propios pobladores de Bugánk aseguraban su sentencia miles de momentos previos a éste. De ser el colibrí, de ser una niña brincando la cuerda, de ser la arena más fina o mi respiración más delgada o grave, de ser alguno de estos factores confirmaría que la muerte de su pueblo no representaba nada, no tenía razón de ser. Np hay aprendizaje, lección o poema, nada. Solo una rueda de ciclos chirriantes, oxidada por el paso de los eónes, que gastaba sus últimas bromas antes de colapsar. La muerte de miles de inocentes debería ser muy graciosa para alguien muy distante. O alguien cercano, distante en mente y sentimientos como mi buen Sargento.

Cayó seis.

Me lanzó el radio, treinta segundos antes del ataque, tiempo suficiente para detenerlo. No lo hice. Llegó un Gran B-52 y lanzó una lluvia de fuego sobre la una vez prospera, ecológica y amable Bugánk, ahora una provincia más de Nueva Arcadia.

—Perpetuarse a sí mismo, a costa de la muerte ajena, es el origen y significado de la vida— Gruño, haciendo gárgaras con la sangre acumulada por las heridas que le provoqué.

Tomé su propio revolver y le di un tiro.

36/3/28 (1 Horas. Día.)

De regreso, la arrasada ciudad apenas se convertía en un infierno. La puerta principal seguía intacta por su marco de metal, mientras que sus habitantes corrían, desconsolados, en círculos, semejando la forma de su propia urbe. Pocos vivían y los que lo hacían no lograrían durar más de media hora ni con las mejores atenciones médicas. Entre los futuros cadáveres a medio cocer, encontré a Kelvin. Kelvin Planck era su nombre completo, pero nunca le gusto su apellido. Se mantenía erguido en sus brazos, avanzando con ellos. No decidí muy bien qué fue lo que le pasó a sus piernas: si fueron trituradas o calcinadas, pero le faltaba más de la mitad de las extremidades inferiores. La mitad de su cara y el brazo derecho estaban oscuros por humo o por fuego. Se acercó al verme, trastabillando. Su puño izquierdo deposito un papel en mi mano. Era la receta de la sopa de verduras.

—Toma— Dijo, casi apagado— Quisiera devolverte todo lo que me diste, pero ahora solo tengo esto conmigo. Ojala... hubieran salido mejor las cosas. Hubiéramos tenido un final feliz.

—Se tendrían que arreglar muchos "Hubiera" para tener nuestro buen final.

—Yo...

Sujete su rostro contra el mío y lo callé con un beso. Al soltarlo mi mano arrancó un pedazo de su achicharrada piel, dejándole marcada mi delgada palma.

—Siempre luces mejor cuando te callas.

Con sus piernas cercenadas, Kelvin media más o menos lo mismo que yo. Perdió toda vida y se desplomó sobre mí, a la par del resto de la estructura; juntó lo que le quedaba de alma para exhalarla en un último estertor, susurrando.

—Te amo, Victoria.

Anónimo dijo...

36/4/28
Un mes después, tras justificar los incidentes de Bugánk, fui reasignada. Una nueva misión de reconocimiento esta vez hacia Termita, en el rango de Sargento Primero, líder de la brigada 4F4.

Un cabo inició la típica ronda de preguntas personales que se hacen en todo nuevo grupo de trabajo, escolar o de batalla. "¿Porqué te uniste al ejercito?" era por ley tácita la primera pregunta. Algunos querían impresionar a su familia, otros a sus esposas o amantes; por allá unos adolescentes idealistas fueron obligados contra su voluntad, y otros más lo hacían por amor a La Nación. Un pequeño barullo se desató por sus pequeñas diferencias.

Un atrevido subordinado me dirigió la misma pregunta.

—Quiero ver trabajar a dios— Contesté. Toda la brigada quedo en silencio.

El silencio me hizo recordar a Kelvin, y la pregunta al Sargento Primero Clausius Carnot:
"Perpetuarse a sí mismo, a costa de la muerte ajena, es el origen y significado de la vida."

Anónimo dijo...

SKSDPYKF

Anónimo dijo...

¿Por que mejor no haces un blog y ya?

Luis dijo...

Es triste ver como a este blog se lo llegó el demonio. Ya no saben ni de qué hablar, ni quienes están escribiendo en él.

R.I.P.

Joel BD dijo...

Si, tienes razón, estoy bien pendejo, pero igual tengo derecho de expresarme, así que ve y chinga a tu reputísima madre...

Joel BD dijo...

Pues la verdad que las fotos de la Andreinski me laten un buen, esas son viejas y no pedazos, al menos así me gustan, bien frondosas...

Please dijo...

Fuera Contrl zape de recolectivo!
es el CANCER que lo esta matando!!!

Blogalaxia