martes, 11 de mayo de 2010

S





1- La utilidad práctica de tu vida depende del punto en donde ubiques su mitad. Hay quienes establecen este punto en los 35 años. Eso significa que a partir del día uno de tu año 36, la única razón para que todo te ocurra es esa suave transición desde la cúspide hacia el momento de la muerte. Yo decidí fijar esa mitad en el número 44. Esto querría decir que me quedan cinco años de hacer cosas con un fin preciso más elevado del punto en el que ahora estoy. De ahí, todo sería de bajada.

2- Cuando uno lo piensa así, objetivamente y sin apasionamientos, de pronto llega un súbito alivio. Me imagino una subidita en bicicleta: pienso que los pedaleos más cabrones son esos que vienen cuando vas a llegar al punto más alto. A partir de ese punto no vuelves a pedalear; todo radica en el buen equilibrio y en el uso experto del freno, para no ponerte en la madre demasiado pronto ni demasiado fuerte.

3- Esta actitud podría parecer derrotista, pero no lo es. Cuando tu objetivo es llegar a una cúspide, toda tu energía, todos tus recursos, están concentrados en la meta. Después, extiendes los brazos y sólo dejas que sea. Que las cosas fluyan, que vayan, que vengan: una vez que sabes que no hay más allá, no importa el camino que tomes: todos llevan hacia abajo, y si igual vas a llegar, mejor disfruta el paseo.

4- Supongo que por eso las personas mayores sonríen sin motivo un poco más que nosotros y un poco más de lo apropiado. Cuánta libertad en el desmadre de energías que no van a ningún lado, que sólo están ahí. Cuánto placer en la cosecha, en el saldo a favor, en la ola que ya no arrastra hacia el fondo, sino que te deposita sin aspavientos en una playita que quién sabe qué. Cuánta paz debe de haber en la certeza de que no es preciso apresurarse más.

5- Qué chingón que el mundo viviera como si sus cúspides ya hubieran pasado. Como si no hubiera cima que alcanzar desesperadamente, sólo laderas por las cuales rodar como esos niños del Parque Hundido con los pelos llenos de pasto. Qué chingón que la incertidumbre de lo por venir, en vez de esclavizarnos, nos liberara cada día un poco más.

9 comentarios:

Botica Pop dijo...

Qué chingón, señora.

mariposa dijo...

en definitiva aquella sensación que te deja el haber llegado a la cima es increible, jaja es como un orgasmo en distinta modalidad...
si bien es cierto que tu decides el momento justo en donde terminas de subir y comienzas la decadencia, lo importante es DISFRUTAR EL CAMINO.

besitos...

Chilangelina dijo...

Decadencia es una palabra bien fuerte, eh.

Unknown dijo...

... y si me carga el payaso antes de llegar a la cúspide?... y si esa parábola descrita se trunca antes de tocar esa horiznontal línea paradisiaca que nos exime de seguir luchando??? ah no espérame, creo que eso está contemplado en el último párrafo... porque eso de vivir siguiendo el camino amarillo...

Guapóloga dijo...

Creo que tendemos a tardarnos en saber a dónde queremos llegar, pero más en darnos cuenta que, en el entretanto, ya hemos llegado.

Aprendo la S contigo. Gracias

Anónimo dijo...

muy buen texto Chila, muy chido.

Esquina Tijuana dijo...

yo jugaba en el Parque Hundido, oooh tuve regresiones.

Saludos!

Anónimo dijo...

Yo jugaba con sus tetas, ooooh tuve orgasmos.

Blah.

PurpleK dijo...

Buenísimo post chila. Yo veía la S como un concepto químico puramente, nunca me puse a reflexionar sobre lo que representa en la vida diaria... y tú me has dicho con este post exactamente lo que es.

Blogalaxia