sábado, 5 de junio de 2010

Hay que llegar vírgenes al matrimonio. Amén.





Fue una de mis primeras novias la que se encargó de llenarme de cagada la cabeza. Por cagada me refiero a que me convenció de creer en esas ondas católicas y antinaturales de “llegar virgen al matrimonio”. ¿Qué querían?: estaba chavo y necesitaba afecto, snif.

Recuerdo que cada que iba a su casa e intentaba agarrarle una chichilla o meter mi mano entre su nalga y el calzón, me salía con que una prima suya había quedado embarazada a los 18 años -usando condón y pastillas anticonceptivas, según ella- y ahora era la vergüenza de la familia y había arruinado su juventud y bla bla bla. “No creo que estemos listos para eso, Gustavo”, me decía casi llorando, y volvía a colocar mis manos inquietas en su cintura. Para acabarla de joder, mi novia no tomaba alcohol, por lo que vi imposible que algún día me diera las nachas andando bien peda.

Mi novia sacaba puros cienes en la prepa, tenía coche, pues sus padres “le tenían mucha confianza”, y, según todo el mundo, era una chava “muy madura para su edad”. Esa imagen que proyectaba de ella misma le gustaba y la cultivaba, por eso creo que era tan apretada. En cambio yo, lo único que sabía era que cada que iba a verla, llegaba con el chile bien parado y los huevos inflamados como cocoteros, y de regreso a mi casa, en la soledad de mi cuarto, tenía que “estirarle el pellejo al tuerto”.

Con el tiempo llegué a pensar que mi novia estaba en lo correcto y el pinche caliente y degenerado era yo. Y me olvidé del tema de “la primera vez antes del matrimonio”.

El pedo era cuando cotorreaba con mis compas del barrio y me contaban sus aventuritas sexuales. Yo no tenía nada qué contarles. De hecho, no podían creer que después de tanto tiempo de tener novia no me hubiera acostado con ella. Escuchaba a mis compas hablar de sus encuentros sexuales con putas, con amigas de la prepa e incluso con morritas de secundarias aledañas, y me volvía la pinche frustración de tener una novia tan apretada. Cuando le contaba las sexoaventuras de mis amigos a mi novia –a ver si así se calentaba-, me salía con que era lógico que las chavitas fueran así de “pirujas”, pues así eran todas las mujeres que estudiaban en escuelas públicas, “porque en esas escuelas no enseñan valores”. Y yo de pendejo le creía porque la quería mucho, porque sacaba puros cienes, porque tenía carro y sus papás le tenían mucha confinza, porque todo el mundo decía que era muy madura para su edad y, como todas las noches, llegaba a mi casa a consolarme con Manuelita.

Pero un día, un rayo de luz me iluminó y me quitó las telarañas del cerebro. Reflexioné que: sí, okey, la quería mucho, pero a como iba la cosa, perdería mi virginidad a los 45 años. Una de dos: o terminaba con ella o terminaría poniéndole el cuerno con alguna amiga que sí me aflojara las nalgas y tendría que ocultar el engaño para no lastimara, cosa con la que no sabía si podría vivir. Hice lo primero –terminar con ella- y después, lo segundo, jejeje.

Mi nueva novia no era de Monterrey, vivía sola, era medio borracha y estaba bien buena. No llevábamos ni una semana de andar cuando me le lancé a encuerarla. Como no decía nada y nomás dejaba que le desabrochara los botones, pensé que la estaba incomodando (debido a toda la cagada que me había metido mi novia anterior), y, en un desplante de caballerosidad, le dije:

-Si no quieres no… Sé que es muy rápido… Si te sientes incómoda, no hago nada…

Y nomás me sonrió.

-¿Crees estar lista?... ¿Crees que estemos listos para esto? –le dije.

Chaaale... mi ex me había dejado bien dañado. Mi novia nueva no se orinó de la risa con mi frase nomás porque me tenía ahí enfrente, pero puso una cara de “¡ay, no mames!” y terminó desvistiéndose ella sola.

Después, la cabrona se burlaba de mí y de mi ex novia. Cada que me bajaba el pantalón para que me diera unas sopleteadas, me volteaba a ver a los ojos y, chile en mano, me decía: “¿Crees estar listo para esto?”, y nos cagábamos de la risa. Y luego ya, después de tanta risa, se ponía a sacarle brillo a la corneta; a compensar todo el sexo que no tuve cuando andaba con la apretada de mi ex.
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