martes, 24 de agosto de 2010

El hombre pequeño y la Nacion



Siempre que pienso en eventos históricos, pienso en la pequeñez del hombre común. Del hombrecito varado en algún punto recóndito de un país, de un estado, de alguna identidad nacional que se convulsiona sin que él se entere o le tenga preocupado.

Pienso en una nota viejísima que apareció en el Pennsylvania Inquirer (el periódico que con el tiempo se transformó en el Philadephia Inquirer), el tercer periódico más viejo de Estados Unidos. El texto fue publicado en 1832 por Jesper Harding, y habla de un hombre de sesenta años que vivía en un punto entre Guanaceví y Santiago Papasquiaro, en Durango. La peculiaridad del viejo era que, todavía once años después, no estaba enterado de que vivía en un país independiente.

Contrario a lo esperado, la noticia que le dio Jesper Harding no inmutó o exaltó al viejo, que se limitó a levantar los hombros y decir que si unos se fueron, otros vendrán, y que lo mejor era seguir trabajando. Harding no hace una descripción exhaustiva del asunto; para él, la ignorancia e indiferencia del hombrecito le resultó escandalizante, y reflexionó: ¿Era esto el verdadero nacionalismo de la joven patria mexicana?

Luego, y situando lo que escribo en el ardid baratísimo del bicentenario, me gusta recordar lo que todavía cuenta mi abuela materna respecto a su padre - mi bisabuelo - que sirvió en el ejercito villista, en el grupo de Ramón Contreras quien fuera, además de su lugarteniente, el guardaespaldas que logró escapar cuando Doroteo Arango fue asesinado.

Cuando se dio la leva y los villistas recogían pueblo por pueblo, en cada casa, a veces al amanecer y otras veces enmedio de la noche, la familia de mi bisabuelo tuvieron que despedirse de éste y de otro hermano para que fueran a pelear a lado de cuatreros, ladrones y asesinos. Su padre, mi tatarabuelo, murió de tristeza creyendo que sus dos hijos mayores se habían transformado en viles bandoleros, y no en soldados de la Revolución Mexicana.

Como él, quizá hubo muchos. Mi abuela narra lo difícil que fue para muchas padres y madres comprender la dimensión de ver a sus hijos reclutados a la fuerza por cuadrillas de lo que a todas luces eran delincuentes, parias y asesinos. Dudo muchísimo que el porte de la división del norte haya poseido una dignidad militar impecable y ecuestre. Era muy lógico que la plañidera materna supusiera lo peor: hijos metidos a la gavilla que probablemente acabarían fusilados o ahorcados.

Como sea, todo lo anterior me hace pensar que el nacionalismo en los sucesos históricos son un agregado que condimenta lo que historiadores, narradores, escuelas, programas educativos, fiestas, fechas, desfiles, profesores, padres y folklore nos meten a marchas pavlovianas. Incluso sin el nacionalismo, muchos dirán que de todas formas fueron fechas gloriosas, y que no hay nada más precioso que leer los detalles de las batallas, de los pasajes, de los diálogos, de las intrigas y valores de este o aquel villano o prócer. Yo francamente no sabría decir si fueron plausibles o si es necesario desmentir o desmitificar a este o aquel personaje o suceso.

Lo que si, es que al pensar en el hombre pequeño, aquel que poco o nada tuvo que ver con los sucesos históricos, y que muere anónimo o indistinto frente a las vicisitudes del todo, una sonrisa llena de ironía me invita a descubrir la enorme cursileria con la que hemos aderezado fechas que, si bien reflexionamos, son amargamente contradictorias con nuestro presente nacional.

11 comentarios:

Kuruni dijo...

ash ya se. Con tanto desmadre se le quitan las ganas de festejar. (y en el subconsciente de muchos est'a la pregunta de... festejar exactamente que?)

La Diabla dijo...

ps si
la historia siempre va a ser medio incongruente con los ideales que se supone que perseguian, y a fin de cuenta el que gane va a escribirla muy apesar de haber sido un desmadre antes de ganar
ni pex

tu puta madre dijo...

el caso del duranguense no es tan grave, recuerdo que eduardo galeano mencionaba en uno de sus libros el caso de agricultores brasileños que a mediados de los años 50's todavia creian que el emperador Pedro I gobernaba brasil o_O

pero que curioso, es la gente pequeña la que hace la historia y a quienes menos se recuerda

Falsa Marioneta y su voz de puta dijo...

Pinchis anonimos desgraciados, es un sacrilegio que le anden diciendo "puerco joto" a mi hermoso pelon puto. Ya ya, ya calmate mi amado calvo de cagada, ya se fueron los pinchis anonimos feos, vamos juntos a rezarle a diosito para que con la regañada que les di, dejen de burlarse de tu trompota de sapo transexual, de tu asquerosa calva y de tu cara de pendejo.

La Rosy dijo...

Cuando andaba en Chiapas, el camión en que iba montada pasaba por pueblos pequeños, perdidos en la selva y pensé justo eso: lo que pasa en “México” ¿y a ellos qué? Si llegan zapatistas, perredistas o extraterrestres, ellos siguen en lo suyo. La “celebración” del bicentenario es una de las cuarentamil cosas sobre “nosotros” que les valen pito.

El pedo, es que ellos son los afortunados de este aislamiento. Los demás, nos tenemos que fumar los malos sueldos, “guerras”, quiebres de empresas y canciones “patriotas” que apestan nuestro día a día.

Para mí, hay una diferencia entre patriotismo y nacionalismo. El patriotismo es barato y ciego; y es a lo que apuesta el festejo del bicentenario. En cambio, el ambiente que nos fumamos es lo que nos está cargando como nación.

Como sea, el 15 yo me voy a poner peda. Pero sólo porque me la van a pichar, juar.

Gran post, ¡saludos!

Anónimo dijo...

Aparte de puta, gorrona.

Fernando dijo...

No se, no entiendo bien porque al final hablas en plural como en "nosotros". Yo la verdad no conozco a nadie, ningun mexicano que realmente le importe mucho eso del bicentenario. Solo el gobierno parece estar interesado en festejarlo o, mas aun, en forzar su festejo.

Cristina Rivera Garza dijo...

Así son estos pseudointelectuales con aspiraciones de escritor comprometido. Se creen antropólogos sociales, los mediums a través de los cuales habla la voz del pueblo, pero a éste cabrón nadie lo conoce. Se hace el enterado nada más porque en las mesitas de las estancias de su trabajillo se acumulan el PROCESO y EL UNIVERSAL, pero el pendejillo éste ni siquiera ha publicado nada.

Anónimo dijo...

SOY MANUEL LOMELI, ESCRITOR, Y VENDEDOR DE COLCHONES POR LA VIA RAPIDA DE TIJUANA

Anónimo dijo...

La Diabla dijo...
ps si
la historia siempre va a ser medio incongruente con los ideales que se supone que perseguian, y a fin de cuenta el que gane va a escribirla muy apesar de haber sido un desmadre antes de ganar
ni pex

Alguien me puede explicar que quiso decir esta pendeja.

Anónimo dijo...

No están muy actualizados en cuestiones de historiografía mexicana pues sí hay estudios de la gente de abajo (el hombre pequeño como aquí señalan) y no sólo de los grandes personajes, los verdaderos historiadores sabemos que todos son humanos y que no deben construirse monumentos a los mal llamados héroes de la patria. La historia de bronce, es eso, es la construcción de un discurso histórico que pueda ser presentado al pueblo y que fomente nacionalismo. Por lo demás la anécdota me parece interesante, y concuerdo con lo escrito, generalmente los ejércitos del norte no eran más que grupos de bandoleros venidos a menos.

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