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Estos son los ejercicios en Recolectivo
Ejercicio 38: Refranero Popular
Ejercicio 33: Inocentes esperanzas
Ejercicio 31: Sueños de pueblo
Ejercicio 30: Héroes sin calle
Ejercicio 26: Egolatria Desinteresada
Ejercicio 25: Señales del Apocalipsis
Ejercicio 23: Miedo a los niños
Ejercicio 18: Otra forma de morir
Ejercicio 17: 27 de enero, 2059
Ejercicio 13: Recuento de daños
Ejercicio 12: Un toque de mota
Ejercicio 9: Rebelde sin causa
Ejercicio 7: Obsesiones infantiles
Ejercicio 6: Si tuviera una maquina del tiempo...
Ejercicio 4: Asústame panteón.
martes, 1 de junio de 2010
El Tiburon
El Tiburón Martinez perteneció a la última generación de sicarios entrenados por mercenarios de Israel y hombres que trabajaron para las fuerzas especiales del ejercito mexicano y gringo. No como los de ahora, que más bien son hombres patibularios que disparan en refriega y se conforman con 300 dólares a la semana y dos gramos de cocaina para matar a quien le ordenen.
Era hijo de médicos tijuanenses. Hermano del Mojarra, condiscípulo mio, y culpable de que capturaran a Benjamín Arellano. Del Tiburón decían muchísimas cosas. Todas entre lo fantástico, lo rocambolesco y lo notirrojo. De ser un inadaptado en el colegio donde estudió, pasó a convertirse en matón del CAF luego de que Hodoyan Palacios lo invitara de parranda, chupe y mujeres. Eran otros tiempos para el Cártel de Tijuana. Si no me creen, imaginen una ciudad donde los que no lavaban dinero se hacían los sordos, y donde la bonanza del contubernio entre la mafia y el gobierno llegó al paroxismo de fotografiar al primer alcalde panista de Tijuana, Montejo Favela, en una fiesta donde coincidió sin saberlo con Benjamín. Había dinero en la ciudad. Había dinero para entrenar a los muchachos.
Aquellos muchachos no eran los pelavacas que ahora aparecen en los noticieros, o en los narcovideos, con el pescuezo curvo, la jeta demacrada, los ojos hundidos, bien madreados y con el cabello a rape, mugrosos. El Tiburón era narcojunior. Hijo de profesionistas, jovenazo que acudió al encanto del poder, el dinero, las mujeres y las armas, y toda la impunidad con la que bailó el CAF entre 1985 y 1998.
Olviden esas balaceras tremendas que ven en las teles. Las decapitaciones barbáricas. Las confesiones en tono de ladrido y gemido. El Tiburón era además el preferido de Ramón Arellano, y ambos eran grandes amigos, como lo eran Benjamin y Chuy Labra. Eran días donde morir ejecutado era algo muy exacto, limpio y certero. Controlaban el Ak-47 con la precisión del entrenamiento. Una arma muy práctica pero salvaje. Se cruza mucho, y si no sabes dispararla, cometes el desorden de los matones de hoy. El Tiburón llegaba a meter hasta 200 disparos a una sola víctima, y con el tiempo se hizo mejor.
No, nada de lo anterior es apologético. Pero sucede que las nuevas generaciones o la gente del centro rara vez recuerda o saben algo sobre narcotraficantes que no sea lo que ahora venden empaquetado los medios para seguirle la pantomima al gobierno de Calderón. Todos suponen que el narcotraficante es barbárico, iletrado y bestial. Olvidan el abismo insalvable entre el capo y los testaferros que abren fuego a tontas y locas porque creen que la cocaina los hace invencibles. Desconocen la diferencia entre el sicario emanado de los barrios bravos, el hombre marginal, el joven influenciado por la narcocultura, y el verdadero narcotraficante que continua repartiendo dinero a una nómina de funcionarios y lugartenientes.
El Tiburón, como toda su generación, perteneció a una clase de sicarios que todavía no eran desechables. Su perfil - no nos equivoquemos - era el de un psicópata agresivo, introvertido y paranoide. En él no había un ápice de narcocultura. Lo de él era el poder. Yo supe de él una tarde de invierno de 1994, cuando mató al hermano mayor de un amigo mio por un lio de faldas. El Tiburón llegó a la esquina de Lomas de Campestre y Loma Florida, atrás del Hipódromo, en Lomas de Aguacaliente, una excelente colonia, y desde su auto le disparó al tipo luego de que éste le dijera que se fuera a chingar a su madre a otro lado.
A mi me contaron entonces, los que vieron todo, que el Tiburón llegó y bajó la ventana del New Yorker que manejaba, para decirle al otro que dejará a fulanita en paz o que entonces se lo iba cargar la chingada. Cuando su víctima le respondió, el Tiburón asintió encabronado, y luego de girar la visera de su gorra de beisbol hacia su nuca, sacó la pistola y lo mató de cinco tiros.
Girarse la cachucha se convertiría en su mutis preferido. Esa sería la primera vez que lo hiciera enfrente de todos. A partir de ahí, siempre utilizaría una gorra de beisbol para asistir a sus ejecuciones y, especialmente, la giraría hacía atrás para descubrirse la frente y embrazar el rifle para dispararlo. Un buen amigo especialista en balística me dijo que era lógico: la visera estorba la relación entre la mirilla, la vista y el disparo. Era necesario echarla hacia atrás para permitir que la luz entrara mejor a sus ojos, decía. Es muy probable que sea cierto: he visto a tantísimo francotirador mamón con la cachucha girada, que parece moda, como los lentes negrísimos del guarura y el tumbaburros de su vehículo.
Lo que era cierto es que si veías venir al Tiburón hacia ti mientras se giraba el sombrero era porque estaba listo para matarte. El ademán era inequívoco: si lo veías estabas muerto.
Los años pasaron, y el 23 de mayo de 1998, exactamente cinco años después del asesinato del Cardenal Posadas, también en Guadalajara, el Tiburón y otros tres hombres asesinaron a Flores Gaxiola, por desobedecer al CAF. Al huir, se toparon con una patrulla de Zapopan y comenzó la rebambaramba. Tuvieron que abandonar el auto luego de que hirieran a uno. Otros dos lograron huir, pero a Martinez lo coparon en una caseta telefónica. Lo rodearon y le ordenaron que dejara el arma, pero él se la llevó a la cabeza. Con la otra mano descolgó el teléfono e hizo una llamada. Dicen que le habló a Ramón Arellano Félix, su jefe y mejor amigo. Dicen que la llamada está grabada, pero yo nunca la he oido, y probablemente todo lo que se diga sea parte del imaginario sensacional de la narcocultura y sus escenarios bravos e idílicos.
Supe que Ramón le pidió que se rindiera, que luego lo salvaban, porque era muy importante para ellos. El Tiburón le dijo que no, que no estaba listo para que lo agarraran y lo metieran a la carcel, y que prefería morir. Estoy listo para morirme, Ramón - dicen que le dijo -, despideme de Min, despideme de todos. Y sin colgar, se metió un tiro en la sien derecha. Nunca supe si ese día llevaba su famosa gorra de beisbol puesta.
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manuel,
No estoy listo
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Freddymatico Zimmerman. Blogger de orejas perfectas y patillas de taquero. Sarcástico engreído de comentarios corrosivos. Egocentrico jactancioso con pretenciones de macho-alfa, de piel sensible y todo poderoso. En constante contacto con su lado femenino.
Huevo Luis, nada más. Blogger venido a menos. De niño creía que Chinampa era una ciudad, pero ahora ya no está seguro. Lo acusan de ser un montón de cosas, casi todas ciertas. Él es Luis, nada más.
Salaverga. Sonorense jocoso con ínfulas de mafioso siciliano. La versatilidad y el garbo de un exiliado voluntario, que a vivencias propias, sabe que puede ser más frío el desierto de un país decadente y avaricioso, que el mismo Rio Bravo en los raudales de agosto.
Mulder. Mediocre heroe del canal 5. Desempleado de final de temporada. Escritor de lo anormal y cazador de lo paranormal. Valiente captor del Chupacabras. Fiel amante de Scully y perseguidor de extraterrestres furtivos.
NEB. Publicista frustrado prófugo de los yermos publicitarios y desertor de la semiótica. Amante de lo kitsch y buena onda. De repugnante y nauseabundo sentido del humor.
Yo soy Ella. Costeñita en el exilio. Alcohólica en proceso con la habilidad para permanecer dormida largas horas ininterrumpidas. Con tendencia a caer y accidentarse. Los internets la odian y ella odia el aguacate.
Caballero. Televiso y comunicólogo. Locutor y productor de obviedades inherentes. El maestro limpio de los blogs,
autentico portavoz del proletariado con tildes de barrio bajo. Burgués desidioso con aspiraciones de Zabludovsky.
Kabeza. Monero nacido en el desierto y exiliado en el asfalto. Fuma para esconder el bigote y dibuja porque no le queda de otra. Extraña las tortillas de harina, por eso adopto a la Tía Rosa.
Plaqueta. Como no daba una socializando ni bailando salsa, tuvo que abrir un blog. Se dice que cuando muera encontraremos sobres de Splenda regados entre sus pertenencias. Ama tanto a los hombres que le gustaría ser uno, aunque la idea de ligar con mujeres la asquea (pinches viejas). Abusa de los paréntesis (por ejemplo).
Guffo. Su mayor temor es ver a Cepillín sin maquillaje y una vez llego hasta el nivel del pretzel en Ms. Pac-Man. Ha tenido una vida provechosa y llena de triunfos, como podrán darse cuenta.
Changos. Fiel practicante de la ley del mínimo esfuerzo. Inconforme estudiante de ingeniería. Inconforme hijo de familia. Naco, inculto y borrachín. Torpe y descoordinado. Tipo de pocas palabras y aspiraciones. Indispuesto al desarrollo si este implica abandonar la comodidad de la sombrita.
Rox. Computita manipuladora. Se le vio por última vez con una caja de cartón de leche Lala en el aeropuerto acosando extranjeros. Señas particulares: Pecas en las nalgas y tendencia a morder. Padece de sus facultades mentales.
Canibal. Chamaco de rancho. Flaco, prieto, panzón y alcohólico. Cuasimisógino. Amante de la crítica a lo wey y del mundo porno. A veces llora en las mañanas, cuando recuerda la muerte violenta de su perro Jicotillo... pero ya lo está superando.
LaMaga. Monógama rehabilitada. Sobrevivió al ataque de sus propios tacones teiboleros (ya no hay lealtad en este mundo). Fanática de los cuentos (los reales, los ficticios, los propios, los ajenos y sobre todo los que le han regalado a título personal). Le gustan las películas repetidas y los planes malévolos. Las fuerzas superiores la odian.
Perdidos en acción.
Falso Profeta. Lanchero Escritor enmascarado de alta nobleza. Blogstar de naturaleza sobrevalorada. Proveniente de modesta cuna pero con afanes de opulencia. Porque su sangre, aunque plebeya, también tiñe de rojo.
8 comentarios:
éjele...la imagen del sicario verdadero hecha trizas por tanto desmadre; aqui les llaman chiquinarcos y se envanecen porque se compraron una mugrosa moto Italika en Elektra...¿A donde llegaremos?
Tiempos violentos, pulp fiction a lo américa del sur...
Siguiendo los pasos de Pérez-Reverte y Villoro pero en versión chafita.
Hasta los blogs siguen la modita pendeja de la narconovela.
qué lástima dan.
Que putas pendejadas escribes Manuela...
Que buena historia. No soy seguidor de la narco cultura y todo lo que le rodea pero es obvio que existe cierta curiosidad. Y saber que antes los sicarios eran gente preparada, es a mi parecer, curioso.
Esta mierda esta a tu nivel
No adrian, no eran gente preparada, es solo una generacion de sicarios que se dio en Tijuana, los llamados narcojuniors.
A mi si me gustó
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