EN UN PRINCIPIO

Mis padres no tenían ni la más remota idea que venía en camino; fui producto de un condón roto a consecuencia de, supongo, las largas uñas de mi madre que en el candor del momento olvidó sus conocimientos sobre “cómo abrir y poner un condón volumen I”.

En un principio era una bebé chillona y melindrosa que vino prematuramente (pero afortunadamente) al mundo; si hubiera llegado a tiempo, segurito me hubiera caído el hospital en el terremoto del 85 y sería yo llamada “Niña del milagro”. Damn it!!

En un principio igual, era una niña que dibujaba y pintaba en el kínder caballos color verde marca textos y que la hacía de escapista en el momento justo en que la “miss” desviaba los ojos hacía otra dirección. Era una niña que quería ser contorsionista y amaba arrancarle las hojas a los cuadernos para comerme el papel que quedaba en el espiral.

En un principio también era una niña que amaba jugar canicas, y que jugaba muy pocas veces a las Barbies -esto por falta del Ken- problema que solucioné (para horror de mi madre) al agarrar mi Barbie Costa Dorada, cortarle su sedosa melena y vestirla con el traje de G. I. Joe para que pudiera besuquearse a gusto con la barbie Súper Cabello. Mi madre, al ver tal desfiguro, corrió a comprarme al Ken Barba Mágica, el cual tuvo un accidente mortal con la Barbie Súper Cabello en la minivan, al caer dos pisos porque Barbie Súper Cabello no dejaba de pensar en la Barbie G.I. Joe.

En un principio igual era una adolescente que escuchaba a Pink Floyd y amaba en secreto a los Backstreet Boys. Una adolescente que quedó marcada por Demian “…El pájaro rompe el cascarón, el cascaron es el mundo. Aquel que quiera nacer, tiene que romper un mundo (…)”. Era una adolescente que creía que todo iba ser fácil, lineal, sin sobresaltos, pero la vida se encargó de darme una buena cucharada de realidad. Ahora me rijo bajo la temporalidad de las cosas.

En un principio he de decir que también era una adolescente enamoradiza, que todo caballero que fuera capaz de cederme el lugar en el camión era digno de mi corazón y admiración. En un principio también era propensa a rupturas constantes de corazón. Y me enamoré dos veces dos, y muchas veces he empezado a enamorarme.

En un principio, cuando inicié la universidad, estaba toda frustrada y enojada por estar en una escuela que no mucho me gustaba, y cada fin de año, cantaba la misma perorata “Ahora sí morros, van a ver, me voy a ir a estudiar medicina”. Nunca pasó. Le agarré al final de cuentas amor a la universidad del coco y la palmera y comprendí y me comprendí de maneras que en medicina nunca lo hubiera logrado. No me arrepiento.

En el principio de esta, la realidad en la que existo en tiempo real, me encontraba llena de sentimientos ambivalentes: temor-euforia, tristeza-felicidad, confianza-desconfianza etc. etc., estaba bombardeada de estímulos nuevos. Ahora las cosas son más tranquilas y después de todo, al fin sé lo que quiero y cómo lo quiero.

Todo en esta vida y cada instante de ella es el principio de algo, un principio que condenamos inminentemente a un final, un principio que se transforma mientras existe pero que sin duda acabará; porque todo en la vida, todo, es siempre temporal. Y siempre termina para volver a empezar, porque todo al final de cuentas es un eterno retorno de principios y finales.


Yo soy ella.