Mi tía la del Internet

Las pocas veces que entro al messenger lo hago con el nombre de algún galán del mundo del espectáculo.
Siempre intento que uno sea mejor que el otro; que lo supere en talento y galanura. He sido Arturo Peniche, Fernando Ciangherotti, Ernesto Laguardia, Sergio Blass, Eduardo Palomo (que en santa paz descanse), Sergio Andrade, Camilo Sesto, Sebastián Ligarde, Alberto Mayagoitia, Gaspar Henaine, Beto el Boticario y Zamorita.
Esta semana le tocó el turno al papucho de papuchos: Félix Greco, que creo que barre con todos los anteriores.

Meses atrás cometí el gravísimo error de dar de alta a una madrina que vive fuera del país. Es la típica tía que siempre te reclama el porqué nunca vas a visitarla. Debido a que el messenger es novedad para ella, quiere platicar todo el día y tiene infinidad de monitos, maripositas, pollitos y de más chingaderitas animadas que hacen imposible descifrar sus textos.
La di de alta nomás por buena onda que soy, por solicitud de mi madre (“Ay, pobre de tu tía, siempre me pregunta por ti”) y también por pendejo que soy. Juro por Dios –y que conste que, ay, snif, soy ateo- que se ha vuelto una pesadilla cada que me conecto, a grado tal de querer demandarla por acoso.

Mi madrina es de esas personas que manda zumbidos si no le respondes al segundo de haber escrito su mensaje, y es también de esas que “se hace la muy sentida” si no platicas con ella todo el rato.

“Bueno, mijito, ya me di cuenta que te estoy quitando tu tiempo o no quieres hablar conmigo… Qué estés bien”, me dice, y se pone como “No conectada”.
¡Aaaay, berrinchitos Lily Ledi!

Pero es que qué puedo platicar con una madrina que ni familiar mío es, a la que tengo años sin ver y cuando le respondo: “Hola tía, todo bien por acá, muchas gracias, ¡saludos!” se suelta contándome que su mamá se puso malita porque anda el rotavirus a todo lo que da, que su hermano Tacho se fue a vivir al Paso, Texas, y que su hermana la Güera abrió un negocio de no sé qué mamadas. Me habla de pura gente que no conozco, de temas que no me interesan y, lo peor: me ha invitado a eventos masivos religiosos de los que ella es lidercilla espiritual -charlatana, pues- y se encabrona si le digo que no me interesan esas cosas.

La gota que derramó el vaso fue ayer, mientras mandaba mis caricaturas a los periódicos donde trabajo. Me conecté como el papucho de papuchos Felix Greco, y me dice:

-Bueno, mijito, ¿pues qué traes tú?, ¿de qué se trata?
- Hola tía… ¿Qué traigo de qué?, jejeje…
- ¿Pues por qué te cambias tanto de nombre? ¿Te le estás escondiendo a alguien o qué? –dicho todo lo anterior con monitos amarillos guiñando, letras rosas con chispitas alrededor y tiernos ratoncitos diciendo “no” con la cabeza.

Quise haber respondido: “Me estoy escondiendo de ti, pero ya me viste”, pero soy un caballero.

-No tía –le dije-, así me pongo yo. Uso nombres de artistillas chafos, nomás de puro vacilón (así hay que hablarle a las tías: con palabras “de onda” de su época, y “vacilón” es una de ellas).

Y me responde:

-¿Te gusta el programa de baile donde sale ese señor, o qué, mijito? Porque yo no me lo pierdo.

Me sentí ofendido. Agredido. Insultado. ¿Cómo le explicas un pequeño sarcasmo a una tía que se toma tan en serio como para poner de nickname: “No esperes que Dios se acerque a ti, acércate tú a él” con faltas de ortografía?

Siguió preguntándome pendejadas, cuestionando mis nicks, platicándome de “los nominados de la noche” del programa de baile ese, mandándome zumbiditos, monitos de palitos diciendo“¿Ahí tás?”, un changuito ruborizado... Dios mío.

Posé la flechita blanca del cursor en su nombre. Di clic al botón izquierdo del mouse y una franja azul lo cubrió de lado a lado. Di clic en el botón derecho del ratón inalámbrico y me fui hasta abajo…

-Nos vemos en el infierno, tiyita –fueron las últimas palabras que pronuncié, y la borré a la verga.

Creo que la próxima semana seré Sergio Goyri, ése sí va a ser el mejor nick de todos.