viernes, 7 de noviembre de 2008

La Casta.


Con la lengua me sentí dos dientes flojos y al moverlos un poco más fuerte, probé la sangre. Por más que me retorcía, no conseguía mover las piernas, ni los brazos, y me esforcé demasiado en querer ver a donde estaba, pero la bolsa de tela nomás no filtraba un rayo de luz… me desmayé de nuevo.

Habría sido la tercera o cuarta vez que me daba cuenta que no estaba muerto a causa de las voces, el frío del piso y el dolor en mi cuerpo. Supe entonces que me golpearon después de subirme a la camioneta, ¡hijos de puta!... agudicé el oído a ver si me enteraba de algo más, pues mi historia se congeló en el momento en que aventé a Silvia de regreso al restaurante y sentí el impresionante golpe en la cabeza para irme derecho al piso, de rodillas, mientras aquella cosa me cubrió la cabeza, luego, otro golpe, no tan fuerte como el primero, o al menos eso sentí, tal vez estaba ya desvaneciéndome… escuché los gritos de horror de Silvia y del valet parking, como de niña también, al momento que tronaron varios disparos… después, heme aquí.

Empecé a forcejear de nuevo. Era como el capullo de alguna bestia no-humana, pues en ese momento supe que tan pronto me soltara, iba a vender muy cara la derrota. Seguramente, por las voces, los taconeos pesados y el resuello de mis captores, eran sujetos expertos en todo aquello que tiene que ver con hacer que te cagues de miedo, bola de cabrones… recordé aquellas notas en que aparecen los pobres pendejos torturados hasta la muerte… no, ¡por dios que no!... yo, aunque me siento muy pinche chingón, no aguantaría aquellas torturas, no iban a rayarme brazos y piernas con bisturíes, ni a arrancarme las uñas, mucho menos a ponerme alambre recocido alrededor del cuello para cercenarme la cabeza con la torsión… ¡primero me destazan a balazos, pinches perros!

Habré sollozado muy fuerte, pues aquel tipo que a cada vuelta que daba me soltaba una patada con sus botas en las costillas, se me arrimó –“¿ón tá bebéeeee?” – me dijo con burla y yo paré mi llanto para reanudar mi desesperado intento por ponerme en igualdad de condiciones, y doscientas trece veces, en mi cabeza, me ví arrancándole la nariz de una mordida, o destrozándole el cuello, pero nada. Mis dientes seguían doliéndome. Una patada y un escupitajo, y hasta luego, fiambre. Afuera, más o menos a unos tres metros, escuchaba el motor de un auto grande apagarse y varias voces. Si, era yo, le confirmaron al que era el líder, y entonces, en calidad de bulto fino, fui a parar a una banca sin respaldo. Preguntas.

Si, confirmé. Era yo el de las fotos, el de las notas, el de los comentarios ácidos y burlones, el cabrón que cobraba tan poco por entrarle a aquel juego, ni siquiera con el poder necesario para andar armado, o vigilado, pero que ya estaba convirtiéndome en la piedrita del zapato. Seguramente sería mi muerte el escarmiento para todos los cuates. Valió verga. Me encantaría poder contar lo que ahí atado escuché, pero de verdad que no me acuerdo de todo, solamente los escuchaba riendo ante comentarios increíblemente mordaces y crueles, que si se hubieran traído a Silvia la estarían templando y rellenándola de leche, que si no aguantaba yo otros dos días de madrazos es porque era un pobre pendejo, cosas peores… ya no atinaba a medirles los putazos con el oído como al principio, no veía que se fuese a dar la oportunidad… esperé a que se hartaran de regodearse en su propio veneno, a ver si podía negociar, pero tras un ratito de calma, otros golpes, otra vez la sensación de estar sin entrañas y de nuevo quedé en la obscuridad, increíblemente asustado, desesperanzado y triste.

Pues como no canté gran cosa, ni tenía cosa alguna más valiosa que mi necedad, recibí un baño de agua helada, una andanada de madrazos y muchos insultos mordaces. Me arrastraron hasta la parte de atrás de la casa y me quitaron la mayor parte de mis ataduras, la capucha y los zapatos. Pude ver un enorme campo, árboles, la casa que está sin duda lejos como para hacerle al héroe… vale verga, total… ¿qué hay que perder?... y le suelto tremendo patadón en las bolas al hijoputa que me estuvo chingando ahí adentro, en mi mente, suena el sonido del cabrón hombre nuclear y emprendo una fenomenal carrera hacia la libertad. Error. No avancé ni cuatro metros.

Dos tipos me alcanzaron como perros y pues… derechito al piso. Mientras escucho el amartillar de las armas en mi nuca y grito como un loco “¡no, por diosito santo!” –Error – “¡puto el que me mate!”… y se sueltan en carcajadas aquella caterva de hijos de la chingada… “¡Órale, muñeco, mátalo, pinche puto!” y risas de nuevo, entonces, ya un poco harto, el que la hace de jefe me amarra un pié mientras me encañona y me empieza a arrastrar hacia la camioneta… cien maneras de morir me pasan por la cabeza cuando lo miro atar el otro extremo a la defensa… y bueno, le hubiera rogado otro rato, pero entonces, ¡oh, milagro de la casualidad y la suerte!, suena mi celular en el pantalón… ¿Por qué no me lo quitaron junto con lo demás?... esa pregunta ya me la hizo el chingo de veces el MP, y la respuesta será siempre la misma: Yo qué putas voy a saber.

Pienso que Silvia le ha dado el número a un cabrón tipo Mario Almada y me van a rescatar él, Valentín Trujillo y Álvaro Zermeño, de menos… luego, sé que aunque eso pudiera ser posible, ¿cómo responder a la llamada?... ¿cómo darles mi ubicación en clave, si no sé dónde estoy?... el tipo se alisa los bigotes y con sorna me dice “¿No va a contestar el señor?”… en chinga hago circo, maroma y teatro para contestar… no. No es Silvia, ni el Fiscal de hierro, ni el ejecutor, ni la puta madre. Una voz serena, pero recia me dice “Pásame al hijo de la verga de azul”… me cago en la puta. El tipo se me queda mirando con cara de desconcierto al verme hecho un pendejo también… “es para usted” – le digo, sintiendo un escalofrío… -a ver si deveras, pendejo - me dice mirando rápidamente a sus compinches… le extiendo el teléfono. “No seas idiota… a ver, el altavoz… ¡hey!, ¿qué chingados quieres?”… la voz de aquel lado suena terriblemente tranquila. “¿Que pues, pedazo de mierda?” – contesta.

El bigotón abre los ojos como si hubiera visto al diablo. “¿Ya te volviste hombrecito?” – se burla la voz aquella. “Mira, vamos hablando al chile, Ortiz, si dejas ir al cabrón ese, a lo mejor te dejo que te vayas con vida, y tus novios también”… tras unos segundos de desconcierto, uno de los tipos, confundido, pregunta – “Que pedo, Yegua, ¿¡Qué chingados pasa!?”- así que aquel tipo es Isaías Ortiz, “la Yegua”, el más sanguinario de quien se tenga noticias en el estado… estoy muerto, ¡Puta madre! Ortiz, sintiéndose dueño de la situación, le grita al teléfono – “chinga tu madre” - y entonces, el preguntón, se queda sin cabeza. Una bala con certero tino, de grueso calibre y disparada desde el bosquecillo da de lleno en su cara y los pedazos saltan como si de una sandía se tratase, salpicándome con su relleno.

Los nervios, la baba aquella que me cayó en la cara y el horror me hacen vomitar instantáneamente. Los sujetos que me custodian empiezan a irse para atrás, dejándome solamente con Ortiz, en medio de aquella negociación. La Yegua agarra su cañón y me lo pone en la cara. “¡Otra mamada de esas, y éste pendejo se muere!”… cierro los ojos. “Anda, ten huevos y mátalo. Dos segundos después, se mueren todos”… yo, medio idiota, le digo –“¿no podría ser dos segundos antes de que me chingue?”… Ortiz me suelta un megaputazo con la cacha y me rompe la nariz… al suelo de nuevo. Y un silbido tétrico sale de la espesura y el jeep parqueado al frente se deshace en una bola de fuego. Una risa que hace que se nos encojan las bolas a los dos sale del teléfono todo embarrado de porquerías - “No hables ni hagas chingaderas, Yegua”… si, efectivamente estamos rodeados de gente invisible y con muchas agallas. “¿Estás bien, cabrón?” – pregunta aquella voz. Los dos asentimos en chinga. “Tú no, pinche Ortiz”… si, seguro. “Asiente con la cabeza” – remata. Lo hago con torpeza. Mi cara es una costra gigante. Siguiendo las instrucciones y tragando clavos, el sujeto me desata y hasta intenta hacer que me pare derechito. De vez en vez, balas destruyen objetos que nos rodean, acicateándolo. “Dale las llaves de la camioneta”… quiere repelar, pero ya sus ojos son unos charcos, más cuando una bala se incrusta a escasos centímetros de sus pies.

Y ahí estaba yo, manejando, hecho un títere de alambre… temblando y con dolores tremendos… no pude traerme el teléfono. “Es que ahí tengo fotos de mi viej…” y la voz: “No mames. Anda y lárgate”. Nunca voy a olvidar la cara de Ortiz cuando me trepé y empecé a alejarme.

Llevaba seis días de doctor y de lástima por parte de mis compañeros. Murmuraciones, bromas culeras y ausencia de tranquilidad eran la tónica. A dondequiera miraba con miedo, con recelo… Silvia se negaba con facilidad a salir conmigo o ir a verme. Entiendo los porqués. Una mañana, como a las once y cuarto, estando en redacción a punto de tomarme unas pastillas, y sonó la línea de reporteros. Era la voz, preguntando por mi… “¿Verdad que no puedes caminar tranquilo?... ¿a poco no es morir un poco todos los días saber que tu vida no vale nada?”… yo solamente asentía con quejidos… “En la esquina de Galeana con Zapata estará una crossfox amarilla, van por ti. No preguntes y vente” – y no, me aterraba la idea, pero entonces… “si no vienes, entenderé. Pero jamás vivirás tranquilo”.

Y bajé. Efectivamente, ahí estaba la camioneta. Ni pregunté ni falta que hizo. El tipo que manejaba me dijo que era preferible no saber a dónde exactamente nos dirigíamos. Le creí y fingí dormir. Cuarenta y algo minutos más tarde, llegamos a la finca aquella. Entré con cuidado y sin hacer mucho ruido. Ahí estaba el dueño de la voz. Un señor de poco más de cincuenta años, de presencia imponente y bigote montaraz. No charlamos mucho, al fin que ni quería.

Me llevó a una troje de adobes y ahí, hincados y atados, los cuatro sujetos restantes de aquel día de pesadilla, atados con alambre recocido y con cinta industrial en los ojos, quejándose, tremendamente maltratados… me sentí desmayar… no estaba listo para aquello. El señor hizo un gesto y nos quedamos a solas. Me tendió una pistola enorme y pesada. “Bueno, aquí se acaba todo”… lo miré… “si, nunca jamás vivirás tranquilo… pero eso está ahora en tus manos”.

Aquellos tipos estaban deshechos. Me pareció más humano darles muerte que dejarlos ahí. Seguramente aquel señor los mataría como a unas chinches hambrientas de sangre, pero el hecho es que ahí estaba yo, apuntando, tembloroso, a la cabeza del primero de la fila, mientras el tipo acudía a cuanto santo del cielo se le ocurría, a la santidad de mi madre y hasta a mis hijos… ¡Chingada madre!...

Luego me enteré, por un folder que se me entregó vía mensajero, que aquel señor era nada más y nada menos que Refugio Almeida. Almeida… igual que yo hasta los seis años que se casó mi madre y me cambió el apellido. Refugio Almeida, el más nombrado en aquellos años de desaparecidos y de narcotráfico próspero, el guardaespaldas del gobernador, el desaparecido. Mi padre. Aquel que solamente conocí en una foto amarilla, cuando me sostenía siendo yo un bebé… ¡Ah, me ganó la emoción!... se preguntarán cómo acabó aquello, ¿verdad?... pues bien: Me sobraron tres balas del cargador.

26 comentarios:

Anónimo dijo...

no mamennnn, que pedo con plaquetaa ??

Anónimo dijo...

Seguro que plaqueta se muere de la desesperación de que no la leas, pendejazo.


chingon.

Carlos (Caco) Mena dijo...

ta chingon,
muy bueno

Anónimo dijo...

Nononono mames!
Una megachingoneria, como todos tus ejercicios cabron, de lo poco que vale la pena del recolectivo.

Otros 20 puntos de chingoneidad y otros tantos de respeto, Maese Julio C354r

Anónimo dijo...

estuvo chingon, ta bueno pa una movie de los almada :D

Anónimo dijo...

Muy bueno hats te la crei que eras el protagonista, nada mas lo del celullar esta muy jalado!!! y que le dejaran contestar no mamm...¿por que no le llamo directamente a Ortiz ?eso seria mas creible
pero bien
Shercas del bajio

Eo dijo...

a mi me hubiera sobrado todo el cargador jajajaja, muy chingon.

Casi casi siento que vi una pelicula

c324r dijo...

Anónimo-Desesperado: Plaqueta está tomñandose fotos en el blog del Falso Mojarra, allá caile.

Anónimo-Repelón: Nadie se morirá, al menos no en este post, conste. Y gracias.

Caco: Dobles gracias.

HDLCH: Y en donde canjeo mis puntos, carnal? Tienen planchas? (gracias)

Anónimo-Almadoso: Si, pero no quiso entrarle Rosa Gloria Chagoyán cono Silvia... ni Lina Santos.

Anónimo-Incrédulo-Meticuloso: Pienso que llamó al cel en vez del de Ortiz, porque Ese cabrón no tiene número... es porque es sicario, no paletero, sabes? Ja ja ja, verga, me ganó la risa! Chido

c324r dijo...

EO: Gracias, man, (Véala en Hollywood... la raza y varios más)

Nunca vengo de contestón, pero se me hace que me estaba perdiendo el desmadre, ya pues, gracias a tochos morochos:

Guffo dijo...

Peliculero, palomitero, muy muy disfrutable.
Saludos Julio.

jesagu dijo...

Hay relatos que se quedan en el aire después de ser escuchados. Este, uno de ellos.

Anónimo dijo...

uhh muy bien, estaba ocupada qando lo empece a leer, definitivamente deje lo q estaba haciendo para leerlo, estuve pegada muy bueno definitivamente, q mi jefe se espere hasta q acabe y comente. ya the work goes on, saludos

Anónimo dijo...

Enhorabuena, después del mal sabor de boca que me dejó lo escrito por Minnasade, he podido disfrutar de dos excelentes posts (Zero y este).
Te felicito Julio, estoy a punto de ser tu Silvia e ir a visitarte para que me cuentes esta historia de cerquita.

Saludos

Anónimo dijo...

Excelente historia. Perfecta narración.

Simplemente me encantó.

«danito» dijo...

Ah que chingon cabron. Es como ver una de esas peliculas que te dejan con la adrenalina en los huevos y los huevos en la garganta

Chingon

Den dijo...

Muy bueno!
Sufri xD

c324r dijo...

GUFFO: Gracias, es como recibir un pase de gol de piernas de Pelé. Llúnouguaraimín.

JESAGÚ: Ya sabes, carnaval.

ANONIMO-CHAMBEADOR: Yeah, que se chingue el jefe. Gracias.

ANONIMA-VIAJERA: No sean gachos con MINNA, las diferencias nos unen, creo yo. El viaje sería largo, la verdad.

WASHWORFEN: Gracias. Ya sé que se chotea la palabra, pero no hay otra.

DANITO: Estaría fregón simplemente el casting, no? Chido.

DEN: Relax, teiquirisi (Al más puro estilo de Mika - mote) Suave, man!

Luisz dijo...

Caballero, es usté un chingón !!!

Sascha! dijo...

no mames, miré todo el texto, leí los primeros dos párafos, me enfadé, leí el último y luego me devolví a leerlo todo...

estuvo fregoncísimo, me hubiera perdido un muy buen texto. Y como dicen en otros comentarios estuvo de película.

ZGRL dijo...

Que digo, por algunas cosillas que dices hasta me pregunto si de verdad te sucedió algo así o es pura ficción, tal vez una mezcla de ambos?... el relato muy muy chingón, como todo lo que tu escribes.

Saludos ;)

Marlenne Magallanes dijo...

eeh sorry, por los comments me doy cuenta de que fue una chingonería pero a mi me dió hueva leer taaaanto y taaanto... Anyway...

La Rosy dijo...

chale, no lo había leído porque pues andaba peda y en esas condiciones si no son monitos, ps no capto.

Pero no mames, esta buenísimo! sobre todo el final. Vientos, Caballero.

Luis dijo...

Si tiene groserias, Lenna no lo lee, si esta largo, no lo lee. Por favor, de ahora en adelante todos escriban dos renglones puros y castos para contar con su valiosa opinion.

Miguel Romero dijo...

xhale...diran que, weno, y este pinche inocente, en que pais vive, verdad? pero...no mames, no entendi porque sobraron 3 balas:-S

GiBraiNe dijo...

Buenísimo. Aunque con ese final, dejas que el lector juegue con sus ideas y haga su propio desenlace. Que le haya sobrado una bala no dice explícitamente cómo la usó.

Bien pudo matar a su liberador y dejar en libertad a todos, bien pudo matar solo a su padre y no poder con los demás, bien pudo no matar a ninguno e irse con el arma para suicidarse con ella el día que recibió el folder...

Por eso la lectura es mejor que verlo en película, dejar el final así en la TV está muy difícil, tendrías que definir bien el desenlace.

Anónimo dijo...

Lo acabo de leer y de verdad no mames... muy bueno...

Espero nunca me pase... pero me faltarian balas!!

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