domingo, 28 de diciembre de 2008

Catalizador



A Fabiola la conocí mientras nos preparábamos para representar a la escuela en el concurso estatal de oratoria y redacción. Era del tipo pandrosa, pero de esas pandrosas guapas. Pantalón ajustado de la cadera pero suelto de las piernas, camiseta sin mangas, todo el tiempo enseñando ese ombligo tan seductor, usaba su castaño y ondulado cabello siempre suelto pero nunca desarreglado. Preciosa a su manera.

Inmediatamente congeniamos, éramos los únicos un poco relajados dentro del ejército de ñoños que preparaba la escuela para ser representada. Nos reíamos de ellos, se veía tan dulce pero era tan ácida que te cautivaba, descubrimos que compartíamos gustos musicales, incluso llegamos a estudiar juntos, cosa que siempre he preferido hacer solo. Finalmente comenzamos a buscarnos para pasar tiempo juntos fuera de esos cursos de dos horas dos días a la semana.

Pasó el concurso y por ende terminaron los cursos. Ella fue quinto lugar estatal y yo cuarto. Los lugares perfectos para sentirte un cabrón pero no tener que seguir preparándote para el concurso nacional (calificaban los primeros tres).

Seguimos buscándonos en la escuela con mucha frecuencia, mis amigos me acusaban de abandonador, las suyas hacían ruido de besos cuando pasaban frente a nosotros. Sólo un par de veces he estado tan enamorado. Íbamos al cine, a tocadas de grupos locales de rock, por una michelada, a fiestas.

Besarla fue la autorrealización más grande que yo haya experimentado. Y nos besábamos mucho, muchísimo. Recuerdo sentir sus largas y curveadas pestañas rozando mi cara, esas pestañas que hacían sus ojos color miel parecer más grandes de lo que realmente eran.

Sólo habían pasado cinco semanas desde que nos conocimos y a mis diecisiete años ya todo era perfecto.

Uno de los últimos días de clases antes del fin del semestre, mientras platicábamos en la mañana me dijo que sus papás se iban de vacaciones a Cuba (su padre era el rector de la facultad de Bellas Artes de la ciudad, un señor bastante relajado con fuertes bases comunistas), me invitó a pasar la tarde con ella, ver alguna película y “comer galletas”. Yo puse cara de sorprendido, pero bromeé preguntándole si quería “comer galletas” o prefería “ver galletas”. Ella rió fuertemente y yo me olvidé de la extraña invitación a realizar una actividad tan peculiar.

En la tarde conocí su casa, de un solo piso pero muy grande, completamente rodeada por un jardín, y en la parte de atrás un pequeño huerto –donde más tarde me enteraría, tenía sus matas de marihuana-. Vimos una película y comenzamos a besarnos en el sillón, nos estábamos metiendo un faje de aquellos que son tan sabrosos que duele saber que tendrán un final. Repentinamente se levantó de improvisto y viéndome con esa sonrisa que indicaba que algo iba a pasar me dijo: -espérame aquí.

Regresó tras dos minutos, con un cigarrillo hechizo.

-Pruébalo,- me dijo -te va a gustar.
-¿Es mota?- pregunté sospechosamente.
-Ajá, galletas.

Yo nunca había probado la marihuana –o alguna droga que no fuera alcohol- porque uno, no me llamaba la atención, y dos, nadie me la había ofrecido. Tampoco era un asustado, jamás condené a la gente que usa drogas, así que me encogí de hombros y comencé a fumar.

Recuerdo que ella se reía mucho, pero a mí me molestaba su risa, me irritaba. Observaba las pinturas tan peculiares que había colgadas de la pared, cuadros oscuros con seres sufriendo, gritando, yo me angustiaba. Me sentí mal así que fui al baño. Me miré en el espejo y tuve miedo, comencé a sentir mi corazón latir rápido, muy rápido, cada vez más rápido, tuve más miedo. Intenté vomitar, por instinto supongo, es lo que uno hace cuando ha tomado de más, fracasé. En el fondo sabía que eso no me ayudaría, pues no estaba borracho, no había ingerido ni una gota de alcohol en realidad. Tenía pánico y no sabía de qué, deseé que terminara, de cualquier forma, si hubiera habido un balcón probablemente hubiera brincado, sólo deseaba que se acabara.

Regresé al sillón junto a Fabiola que se dio cuenta que me encontraba temblando y sudoroso, dejó de reír y me dio de tomar y de comer no sé cuantas cosas. Yo sólo estaba acostado en el sillón contando los desgastantes segundos que pasaban, teniendo miedo pero aludiendo a mi parte racional, sabiendo que todo terminaría en algún momento.

No sé si fueron horas o minutos, pero cuando todo terminó me miré de nuevo en el espejo, estaba pálido, asustado, sorprendido por aquella experiencia, ¿eso era la mota?

Me fui de su casa desconcertado esa noche, ella me dijo que sólo me había mal viajado, que la próxima sería mucho mejor. Yo estaba demasiado agotado como para pensar una respuesta inteligible así que sólo me despedí y me fui.

La mañana siguiente se acercó a mí en la escuela, tan fresca como siempre, por delante llevaba esa sonrisa que desarmaba a cualquier hombre:

-¿Listo para probar de nuevo? Te espero en mi casa hoy a las cinco- dijo como quien ofrece un grandioso regalo a su interlocutor.
-Estás pendeja- le dije dando media vuelta de inmediato y alejándome de ella. Ni siquiera quise voltear a ver el gesto que mi reacción puso en su cara.

Creo que entendió el mensaje, jamás nos volvimos a hablar.

20 comentarios:

El Mulder dijo...

Primero, una disculpa por no postear la semana pasada, me encontré de manera imprevista "lejos de casa" y sin acceso a Internet.

Segundo, "pandroza" es algo así como hippiosa, un estilo medio desalineado que no precisamente mugroso.

Tecero, esto es un cuento, la verdad es que en mi vida he probado la droga, no me llama la atención pero al igual que mi personaje, tampoco condeno a la gente que lo hace, de hecho el 95% de mis amigos consume o ha llegado a consumir de manera regular. No me espanta ni me molesta estar en una fiesta donde practicamente todos están pachecos. Quizá sólo es que fui criado demasiado al boy scout style, pero no he necesitado probarla ni he sentido curiosidad... quizá sólo hace falta que se aparezca alguna Fabiola en mi vida.

Anónimo dijo...

"Tecero, esto es un cuento, la verdad es que en mi vida he probado la droga y mucho menos conocido a una mujer porque soy muy delicado..."


chinga tu madre puto.

Recolectivo dijo...

Nadie te quiere culero.

Anónimo dijo...

ni te lee...

Vicky M. dijo...

Yo si.

Tumeromole dijo...

todavía existen los chicles "motita"?

La Rosy dijo...

Yo me di cuenta que no era verdad con "Inmediatamente congeniamos, éramos los únicos un poco relajadosdentro del ejército de ñoños que preparaba la escuela para ser representada"
JAJAJAJA

Bueno, igual te falto melcochita esta vez.

Anónimo dijo...

me estoy cagando, abre el hocico mulder

Anónimo dijo...

CULO!!!!!!!!

Anónimo dijo...

pinche maricon, ni siquiera en tu relatos imaginarios tienes un apice de vida.

Anónimo dijo...

8================================D

toma mulder, cometela

Don Tony Clifton dijo...

Pues si llegas a conocer a tu Fabiola ojala no seas tan culero como el protagonista de tu historia...

P.D. Pues para no haber probado la mota reflejas muy bien en tu relato un malviaje...

Chavaluria dijo...

:O
no mms!
:/

Anónimo dijo...

Esto me recuerda a algo, a que será? A una vieja tal vez?

Anónimo dijo...

"pruebala, te va gustar....¿es mota?"

NOOOO es MONDA

COMETELA MULDER

Anónimo dijo...

Primero que flojera de post, un ñoño diciendole ñoño a otro pff!!
Sugundo pendeja , que pedo

Das hueva

Sacalaaaaaa

Anónimo dijo...

Yo tengo curiosidad.
¿Por qué pensaste que contar esto era buena idea?

- [ ec ] - dijo...

que gacho.... mmm a mi me paso una parecida... pero tu eres el bloggero aqui jajaj yo te la platico despues!

Anónimo dijo...

que pendejooo
el vato ese,
la mota es tan chida y en veces pa coger uhhhh

Anónimo dijo...

Thanks for an idea, you sparked at thought from a angle I hadn’t given thoguht to yet. Now lets see if I can do something with it.

Blogalaxia