viernes, 9 de enero de 2009

Devoluciones



IV

Luego de la muerte de Raúl, Pedro se hundió en el culo de una cantina atestada de viejos panzones con frentes grasosas, mesas de patas raquíticas y música de José Alfredo.

Llegó en la tarde, pidió una botella de cualquier cosa. Unos viejillos de hígados callosos se le pegaron entre risas y saludos y no seas codo invítanos una. Pedro dijo que sí, que se sentaran, y aquello pronto se convirtió en una peda alegre, con un par de ruquitos siguiéndole la corriente a la euforia de un Pedro machacado.

Canción tras canción, broma tras broma, los ancianos contaron las mismas historias que habían contado durante 27 años. Pedro fingió creerles, quiso creerles y pidió otra ronda. Luego otra. Así hasta que las historias eran un círculo interminable pero jodidamente reconfortable.

Nadie tocó el botón equivocado. Nadie dijo algo sobre muertos, bachitas y mujeres ausentes. No hubo una provocación, sólo de repente a la mitad de una carcajada sonora y prolongada, Pedro se levantó de la silla, golpeó la mesa y le reventó un botellazo en la jeta al viejo que tenía a su izquierda. Luego volteó a su derecha para moler a vergazos al otro viejo pero pronto lo detuvieron los de la mesa de atrás.

Pataleó, maldijo y finalmente cayó hincado hecho una magdalena ebria, un niño desprotegido buscando amparo en los linderos de la mierda.

Matías, el cantinero, conocía a Don Pedro y por eso evitó que el numerito pasara a mayores. Lo metió a la bodega, trató de calmarlo pero aquel no escuchaba, nomás estaba arrinconado balbuceando y moviendo en negativa la cabeza.

Pedro le pidió a Dios que le regresara Raúl. Lo pidió con las mismas fuerzas con las que años atrás, cuando era un mocoso, le pidió la resurrección de Doña Estela, su madre. Era Dios, caramba, se suponía que el tipo tenía los poderes mágicos necesarios para volver a la vida a quien quisiera, tal como la biblia cuenta que lo hizo su hijo Jesús.
Pero Dios dijo que no y le propinó una patada estomacal que le hizo vomitar chupe, frituras y algo de sangre. No había más qué tratar.


Tras sufrir las ambas negativas Pedro se volvió ateo. Años después se casó con Sarita por la iglesia, sí, pero sólo porque ella insistió, ya que en realidad él no confiaba en alguien que jugaba con la felicidad básica de sus contribuyentes. "Dios es un grandísimo cabrón" pensaba. Y sí, lo era; tanto, que después de divorciarse de Sarita, Dios dijo "ahistá, Pedrito" y un sábado de peda en Puerto Madé, así como quien quiere hacer las paces y a la vez cagarse de la risa, no le regresó a Doña Estela ni a Raúl sino a la mujer-monstruo.

Grandísimo cabrón.

8 comentarios:

La Rosy dijo...

Lo hiciste again!
Lo reencontraste con la cochinilla. Snif.

La Bota y la Falda dijo...

A qué pidieron "Un mondo raro" en la cantina, a qué si, yo estube ahí

M*

Silvia Black dijo...

el Señor actúa de formas misteriosas ;)

ésa que no soy yo dijo...

¿Cómo la encontró? ¿Ella lo reconoció?

¡Aish como lo dejas ahí!

Anónimo dijo...

y la puta de banqueta, digo, plaqueta... que chingados se cree? que nomas por ser blockstar ya puede dejar de escribir!!!!!!!!!!!

Anónimo dijo...

Quedó bien chingón.

El fantasma de los ricos dulces de albaricoque dijo...

mmmmm yo nadmas vine a dejarles un six. ahi ta!, chingon como siempre, pero ya urge la siguiente parte: la IV.

Forúnculo dijo...

Chingón, Caníbal. Propongo a Pedro Caguamo como próximo estandarte de... pues de las caguamas y la descarnada realidad :(

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