Eran sus años mozos, él no tenía mucho tiempo de haber comenzado a tomar, y a pesar de no gustar de los antros, el grupo de amigos y amigas había desarrollado la costumbre de asistir todos los viernes a un lugar nuevo llamado La Chabela (también culpable del noventa por ciento de los gustos musicales culposos de éste cabrón).
El lugar abría en teoría a las 6:30 de la tarde, y cerraba a las 3:00 am. La promoción de dos por uno en botellas nacionales aplicaba hasta las 7:00 pm, por lo que toda la bola de borrachos adolescentes se reunía afuera de
Siguiendo éste plan religiosamente, todos los viernes a las 7:50 pm ya había cuatro pomos de bacacho en la mesa (todos éramos estudiantes, nomás para Bacardi Blanco alcanzaba, puag). El plan de mi camarada era muy sencillo: pisteaba como loco al llegar, por ahí de las 11:00 pm bajaba el ritmo y a las 3:00 am que nos corrían ya andaba en condiciones perfectas para manejar, pues su madre le prestaba el carro. Y así se la llevo muchas, muchas ocasiones.
El problema llegó cuando, en la peda, empezó a perder la noción del tiempo, entonces en una ocasión salió cayéndose de borracho, y como ni se despidió o de quien lo hizo estaba igual o peor, se fue solo.
Y así éste cabrón, haciendo un esfuerzo sobrehumano por mantenerse entre las dos líneas blancas que tanto se movían, en la carretera México – Querétaro, iba manejando cuando sintió una tremenda necesidad fisiológica, y no una fácil de contener. Vomitó un poquito mientras manejaba a más de 100 km por hora, sin perder de vista el camino. Casi no mancho el volante ni su pantalón.
Siguiendo sus impulsos, obedeciendo a la naturaleza, se orilló en la gasolinera que está justo antes de la barbacoa de Don Cuco (ahí va mi desayuno gratis Don Cuco), orilló el carro y en el camellón que separa el local de la lateral de la carretera comenzó a vomitar como poseído. Después de unos dos o tres minutos de expulsar el diablo de su cuerpo, mi camarada se limpió la boca, cerró la puerta –en ese orden- y justo cuando iba a encender el automóvil, logró notar gracias a su superdesarrollada visión periférica que un vehículo con unas sospechosas luces roja y azul sobre su toldo se orillaba a su lado, tapándole la salida.
Este cabrón, de la manera más serena y madura pensó: -ya me chingué-. Continuando con un siempre inteligente: -actúa normal.
Desde el interior del vehículo adyacente (quihubo) lo iluminaron con una luz bastante molesta. Mi camarada, como todo cabrón hubiera hecho normalmente, sonrió y saludó con la mano.
Inmediatamente se bajaron del vehículo dos hombres vestidos de azul. Uno se quedó ahí junto a su carro, el otro se acercó a la puerta del vehículo de éste pobre cabrón, que obviamente, y para devolver la cortesía, se bajó de su carro.
-Identificación joven- dijo el oficial plantándose frente a nuestro bienaventurado compañero.
-¿Cómo no oficial?- respondió el joven mientras sacaba de su cartera su licencia de conducir y la extendía al policía.
Por supuesto que mi amigo –como me confesaría años después- ya sentía que se lo había cargado la meritita verga, estaba pensando en llamar al resto de lo borrachos para juntar lana y “pagar la multa” para que no le recogieran el vehículo. Ya se veía llamando a sus padres, de madrugada, desde la delegación.
-¿Cómo viene? – preguntó el representante de la autoridad alumbrando con la chingada lamparita de nuevo la cara del protagonista de esta historia.
-Mire oficial, la verdad venía bien mal, pero ahorita que ya vomité- seálando hacia el suelo y luego su pantalón- ya me siento mejor, gracias.
El policía alumbró la identificación, la cara del joven alcoholizado, la identificación de nuevo y la extiende al sorprendido borrachales mientras dice: -Váyase con cuidado.
Este suertudo hombre, mientras seguía pensando –actúa normal- tomó su identificación, la guardó en su cartera, abrió la puerta de su vehículo y sólo atinó a decir: -¡Gracias!
Sin acelerarse mucho ni actuar de manera desenfrenada salió de la gasolinera luego de que los policías movieron la patrulla, se incorporó a la carretera y recorrió tranquilamente el resto del camino a su casa. Así, sin mordida, ni regaño, ni nada.
Después mi cuate hizo un cagadero al llegar a su casa y despertó a toda su familia, pero eso ya es otra historia.
Moraleja: decir la verdad es bueno.
Me cae que si encontrara a esos polis (y los reconociera, cosa difícil dada la situación), les invitaba una peda. Digo, mi amigo, mi amigo.
12 comentarios:
y por que ya no escribe le mierdamatico??
lo buneo que mi papa paso por mi a la peda jejejk si no si me arcrga wey ai goeeey!!=D
He sido tu pasajero cuando tenías ya dos tres estocadas dentro y sobrevivimos.
Pinche suertudo.
Pinches policías hijos de la chingada... deberían haberte metido (digo a tu cuate) al bote por borracho, irresponsable y culero.
Seguro les dió asco meter a un wey todo vomitado a su patrulla. Ellos mismos las lavan.
Quedó chido, sobretodo el detalle de "al primo de un amigo". Probablemente fue más onda de asco que de buenaondez, pero aún así que chido :)
eso que ni que, tu provocas asco mmmm (el primo marica de tu amigo )
Que cagado o vomitado, más mejor: como dirías tú (tu amigo)
Por lo visto el tema de la semana debió ser "In vino vómitum".
naaaa, callate puto cuatrojos pendejo, mejor comete esta vergota
8=================D y chingas a tu pendejisima madre maricon
jajajaja que buena historia XD
y asquerosa a la vez
diack!
Cual es la diferencia entre jose luis avila herrera y mulder?
-que el primero sabe de antemano que es un pendejo,al otro por mas que se lo dicen cree que es un desmadre.
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