martes, 4 de agosto de 2009

La mejor de las fortunas


Shameless promotion: Leanme en La Ch, periódico online de Tijuana

Me gusta recordar cuando la conocí, en 1987. Tengo en la memoria el olor de queso parmesano, de chicharrón, de carne deshebrada; un olor fresco, polveado de harina que reventaba de los huevos huecos que todos los niños estrellaban sobre mi enorme cabeza.

Pienso que eramos muy niños, que yo tenía miedo y deambulaba esa kermess de iglesia porque mi madre vendía unos flanes y unas gelatinas malísimas, pobrecita, y yo pagaba los platos rotos de sus albricias culinarias, con todos los mocosos encima mio, arrojandome la inmundicia de mi mamá sobre mi chaqueta y mis pantalones, y al final sobre cualquier sitio, como si hubieran querido arrojarselo a ella, que vendía como ingenua su basura.

Hasta que me la hallé, en una imagen cuya evocación me parece ridícula o bucólica, como de telenovela barata: sentada frente a una mesa semicircular, oyendo a un viejo triste, un carcamán que parecía ser asunto aparte, o quizá la razón por la que las iglesias existen, que repetía la lotería con aire irrelevante. Y hasta ahí, la contemplé hasta memorizar su cabello dorado, sus rasgos, y no la volví a ver jamás hasta en el 2001, el año de Kubrick y Arthur C. Clarke.

Fue en el departamento de Abel, un jodido estafador al debiamos aprehender. Y catear su casa. Y la volteamos de arriba abajo, esquina por esquina, destrozando todo en franca rutina, o por enfado. Fue cuando reventaba un sillón por su parte posterior cuando le dije a uno de mis compañeros que jamás había destruido un baño. Vas a provocar una inundación, me advirtió. Pero entré y de una patada desprendí el inodoro, y luego pateé la cómoda bajo el lavabo, y del interior salió desprendido un album fotográfico. Al hojearlo la reconocí de inmediato, como si mi vida hubiera transcurrido presenciando su crecimiento, su devenir. Posaba con Abel, abrazados, y yo sentí como si se hubieran conocido en esa kermess cuyo recuerdo en ese momento me pareció demencial.

Salí eufórico, o aterrorizado, murmurando, o quizá farfullando. Ya no lo sé. Pero grité que debiamos hallarlo. Yo quería interrogarle, preguntarle donde estaba, o quizá secretamente deseaba olerla a través de él, experimentar el tiempo recorrido y reencontrado en el rostro de un imbécil.

Hasta que lo hallamos bajo su cama, con dos tiros en el rostro, que le perforaban la frente y la mejilla. Se estaba pudriendo plácidamente, y pensé que después de haber tenido entre sus brazos a la evocación más hermosa de mi infancia, no se merecía menos. La única forma de llegar a ella era a través de él, un delincuente cuya fortuna había sido tener primero algo que yo anhelé desde mi infancia.

Cuando comprendí eso sentí una envidia atroz; el rostro de Abel se tornó dulce e inveterado, como el de aquel viejo que recitaba la loteria, o como el de un niño que mira el futuro esperando la mejor de las fortunas.

11 comentarios:

borregata dijo...

Pues a mi sí me gustó tu texto Manuel. Me resulta tétrico pensar que alguien que ha poseído el obejeto de nuestro afecto no podría merecer menos que el grotesco proceso de la putrefacción.

Troll: No sé que tantas ganas de hacerle cosquillas en los huevos al autor en lugar de deconstruir el texto.

El tema está medio jodido y no hay mucho qué hacer, quizá te hubiera gustado que hicieran una referencia personal a tu vida: La Mariposa, El Borracho, El Gallo, La Muerte, El Troll ¡Lotería!

En fin, Jordi Rosado es región 4 per se ¿que no?

¡Lánzalo a Lucas! dijo...

Plagio de dónde, pinche anónimo. Fundamente su dedo acusador o cállese'l'hocico.

Veamos:

"Hasta que me la hallé, en una imagen cuya evocación me parece ridícula o bucólica, como de telenovela barata: sentada frente a una mesa semicircular, oyendo a un viejo triste, un carcamán que parecía ser asunto aparte, o quizá la razón por la que las iglesias existen, que repetía la lotería con aire irrelevante. Y hasta ahí, la contemplé hasta memorizar su cabello dorado, sus rasgos, y no la volví a ver jamás hasta en el 2001, el año de Kubrick y Arthur C. Clarke."


Empecemos por la excesiva adjetivación. Borges decía que el barroquismo adjetival es pura vanidad; yo ignoro si sea cierto, pero sí sé que se trata de un vicio del que pocos escritores están conscientes y que nomás sirve para empobrecer el lenguaje.

En otro orden de cosas, no sólo existe redundancia en los pleonasmos, sino también en los clichés: "telenovela barata", "cabellos dorados". Por favor, deben haber maneras más creativas de referirse a las telenovelas y a los cabellos de una mujer.

Y por último, el párrafo se arruina con un guiño a los amantes de la ciencia ficción y que en nada guarda relación con el género del relato. Sí, todo mundo ha visto 2001, pero sólo unos cuantos conocen The Sentinel o Childhood's end, etcétera, pero eso ¿qué tiene que ver con éste "thriller" y con sus virtuales lectores?

¡Saludos, cabrones!

Anónimo dijo...

MEDIO INSÍPIDO LA VERDAD

Manuel Lomeli dijo...

Estimada Borregata: Disculpa que haya borrado el comentario anónimo, descontextualizando la owneada que le diste a su autor. Sucede que desde unos días para acá les avisé que ninguna "crítica" (si así fuera la crítica, ¿no seriamos todos los escritores más felices?) anónima sería tolerada.

¿Podrás perdonarme? Por cierto, planeo comerme el pastelito de zanahoria que escondiste en el congelador. Jojojo.

Estimado Lucas: Le pido disculpas también por descontextualizar su vituperio (muy acertado, snif).

Por otro lado, tomo nota de sus observaciones, hechas con tacto clínico. No sabía, eso si, que mi mamotreto podía alcanzar el grado de thriller, aun entrecomillado.

Le agradezco su crítica y le ruego "desanonimizarse" un poco más, al menos conmigo. Siempre es bueno saber quien es el que nos espeta, para agradecerle o alzar los hombros. En este caso, es un agradecimiento.

Anónimo dijo...

solo 4 comentarios reales.


M E D I O C R E

Anónimo dijo...

no es un insulto pero tus textos rebosan de pretensiocidad ociosa y palabreria embadurnada de polvos de oro, eso me decanto de tu manera de escribir, deja de enchularte tanto los textos y que fluya tu verdadera esencia al escribir.

CÉSAR R. GONZÁLEZ dijo...

Eres el ídolo de los anónimos guey

Manuel Lomeli dijo...

pretensiocidad? decanto?

Carajo... no se pierde mucho con ustedes, eh... jajaja.

Se escribe PRETENCIOSIDAD.

Y probablemente quisiste decir "desencantó".

Así que no te preocupes. Imposible considerar tu comentario un insulto. A lo mucho, me provoca miedo y luego, ya que lo reflexiono un poquito, pena ajena.

El día que mis anónimos tengan un nivel mínimo de ortografía, ese día prometo escribir estupideces como las que escriben otros blogueros para que puedan reirse y sentirse livianos y felices. Por lo pronto, tienen de dos opciones: o me leen o siguen comentando anónimamente.

Y ninguna de ambas me perjudica ni beneficia.

Besitos.

Anónimo dijo...

siempre mandas besos, creo que realmente brilla tu presencia Gay, debe ser por el tio que te violó cuando eras niño.

En fin, sigamos comentando, para que aumente el número de tus comentarios, y llegues a estar un poco al nivel de Guffo, el falso, Salaverga, etc.

bye bye niño mediocre.

Anónimo dijo...

Lo verdaderamente triste es que este mamon usa el corrector de word y se siente muy chingon por no tener faltas de ortografia, como si el merito fuese suyo.

-Eso si da pena- sigue escribiendo tus relatos bucólicos mamon XD

Manuel Lomeli dijo...

El putito anterior usó la palabra bucólico por que, por vez primera, la leyó en mi post. Es bueno saber que la gente aprende algo.

Ahora solo les hace falta tener huevitos y poner su identidad.

Ah, y la próxima les borro sus comentarios, culoncillos queridos.

¿Quien los quiere?

En fin, anden y comenten en los post de la Do the Doo Dah. A lo mejor y esta vez les responde algo que les haga creer que algún día podrán tener sexo con ella.

Ajua!

Blogalaxia