martes, 1 de septiembre de 2009

Fin de temporada


Hay de temporadas a temporadas; y en algunos casos, nada se ansía más que su final.

Yo vivo en Los Ángeles, la capital del espectáculo y el entretenimiento. Por esta razón, esta ciudad es, por excelencia, la ciudad de las temporadas. Durante cada una de ellas, desde la temporada de premios –los Oscar, los Emmy, los Grammy- hasta la temporada navideña o el thanksgiving, la urbe y sus alrededores se sumergen completamente en el asunto. La temporada en turno se convierte en el tema de conversación incluso dentro de las series televisivas que se graban aquí mismo, en los estudios al pie de las montañas, y cada inicio o fin de temporada se convierte en parte del espectáculo, casi casi en un ritual.

Justamente ahí mismo, en las montañas que marcan el norte, tiene lugar una de las temporadas de final inesperado. Los incendios, que antes se veían allá a lo lejos y que se sabía serían combatidos en algún punto, con los años –y el cambio climático, y el calentamiento global, y sólo dios sabe cuánta cosa más- se han robado la escena de la temporada. En los diarios de la ciudad donde vivo súbitamente se dejó de hablar de Michael Jackson, poco se menciona a la corredora hermafrodita, y los festivales de cine ni se oyen, ni se ven. Todo se nos va en humo y fuego.

En una ciudad acostumbrada al espectáculo nada nos debería sorprender. Sin embargo todos hablan de lo mismo: las enormes columnas de humo, enormes en serio, ascendiendo durante el día como la fumarola voraz de un volcán; tragándose el azul del cielo y humillando la blancura de las nubes angelinas –tan pedantes, ellas- e imponiendo los tonos violáceos y fosforinos del combo humo-fuego-llamas. Por las noches, el escenario compuesto por la silueta de las montañas se perfila en rojos brillantes como cigarros encendidos en la oscuridad. Allá, a lo lejos, se adivina a los bomberos trabajando entre el calor, bajo el sudor, cubiertos de impotencia. Llega la mañana y la noche otra vez, y el ciclo se repite durante días. El espectáculo es el mismo; el espectador nunca deja de estar sorprendido.

Recuerdo que en cierta ocasión, en la universidad, mi grupo discutía sobre la estética de las imágenes del desastre. Más allá de su significado o su carga simbólica, la furia, la majestuosidad, la magnitud de un volcán en erupción, de un tsunami que lo arrasa todo, de una construcción monumental derrumbándose, constituyen para el ser humano, para el espectador, una imagen de intrigante belleza. Quienes piensan en las víctimas, en los muertos, en la desolación, pueden considerar chocante esta expresión; pero apuesto a que no hay un ser humano que no haya sentido esta mezcla de miedo y fascinación ante el embate de la naturaleza, en ocasiones de la propia naturaleza humana.

A mí me pasa con los incendios. Al margen del desalojo de viviendas, de aquellos que lo pierden todo, de los que desgastan la vida durante horas, la imagen del fuego caprichoso avivado por los vientos de Santa Ana me hace sentir esta magia, me obliga a seguir viendo. Reviso las fotografías de los diarios, recorro la ciudad vislumbrando los puntos del incendio; me maravillo al ver cómo el entorno cambia, cómo con una chispa, literalmente, la tierra altera la realidad; pobres humanos a la espera del siguiente capítulo del show.

Este fin de semana murieron en Los Ángeles dos bomberos combatiendo uno de los ocho incendios de esta temporada, que apenas inicia. Y me duele tanto imaginarlos rendidos, vencidos por la majestuosa belleza del desastre, por el peso y la magnitud de una naturaleza que ya no puede defenderse más. Y me avergüenzo del espectáculo, que es responsabilidad de todos, y hago una pequeña oración para que acabe la temporada, para que esta vez el show llegue pronto a su fin.

10 comentarios:

Unknown dijo...

Chila, donde puedo leer tus notas?

La Rosy dijo...

Muy conmovedor. Recuerdo un incendio en la primavera en Guadalajara sentía feito. Las imágenes de LA cada año son impactantes.

Guffo Caballero dijo...

Recuerdo cuando el pendejo de Bush salió diciendo -hace uno o dos años, cuando también hubo un chingo de incendios- que el problema eran los árboles. Nomás le faltó decir que "los árboles son los enemigos de América", jojo.

Saludos, Shila.

Nikko 2.0 dijo...

En este mundo hay profesiones buenas y malas, gente a la que hay que aplaudirle y otra a la que deberíamos de apedrear al más puro estilo de "La Vida de Bryan". Pienso que los bomberos son verdaderos heroes, he tenido la fortuna de verlos en acción, la muerte de dos bomberos ante semejante desastre debería ser una tragedia, deberían de homenajearlos mucho más que a Michael J. Esos son los verdaderos heroes y regularmente mueren en el anonimato.

Andreinski dijo...

Muy bueno, Chilangelina.
Recuerdo cuando vi las fotos de los incendios californianos del año pasado, sentí exactamente esa extraña mezcla de fascinación y tristeza. Lo describiste perfecto.

Besos.

Manuel Lomeli dijo...

Pues si, mujer...

Y respecto a las imagenes del desastre, y especialmente las que sugieren el dolor de otros, te recomiendo un libro buenísimo de la finada Susan Sontag: Regarding the Pain of Others.

Buenísimo. Un saludo.

Carmen dijo...

Hay un miedo que de verdad me derrumba y es el fuego. Y mira que es el elemento de las Leo, y lo que transforma lo crudo en lo cocido. Es algo tan encantador como enloquecedor precisamente por la naturaleza salvaje del mismo. Pero de verdad, de verdad le tomo muchísmo. Los techos de mi casa son de madera y siempre que salgo me asalta esa zozobra al dejar mi hogar.

Me gustó mucho, mucho tu post sobre la lotería.

Besos querida

Alegría Buendía dijo...

A mí también me tocó el incendio en la primavera en Gdl.

Sí supiera que moriré quemada, respiraría mucho humo para perder la conciencia. Es uno de mis grandes miedos :S

Chilangelina dijo...

Rodrigo, colaboro en varios lugares; puedes encontrar una selección de algunos de mis trabajos en www.eileentruax.com. Ahí mismo están los links a los diferentes espacios donde publico. Gracias por el interés!
Rox, lo triste es que cada año se repiten inevitablemente; lo "bueno" es que la gente no se acostumbra.
Guffo, mira, ni me menciones a ese pendejo...
Nikko, tienes toda la razón. Este jueves es el entierro de MJ y por los mismos días será el funeral de nuestros bomberos -uno de ellos latino, por cierto. Ya nos tocará ver de qué estamos hechos.
Reign, yo creo que no hay nadie que se pueda sustraer a esa sensación. Gracias por leer.
Manuel, corro a buscar el libro, el tema me interesa muchísimo (por alguna razón sabía que algo tendrías que sugerir al respecto).
Carmen, es aterrador sin duda, pero en tu caso resulta interesantísimo porque es una de tus materias primas. Gracias por venir a este changarro.
Alegría, yo creo que ese es uno de mis mayores temores.

B. dijo...

Oh, el libro que te recomendaron es muy bueno. Lo compré hace poco y... mejor corre por él y léelo.

Lo demás, ya te lo dijeron. Me gustó, mucho. Gracias.

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