lunes, 23 de noviembre de 2009

Conversión



Hermanos, me presento con humildad ante ustedes para hacer una confesión. Pero para esto, tengo que contarles mi historia, y de ante mano, me disculpo que sea un poco larga. La eternidad tiene ese mal, que se le va a hacer.

Supongo que mi integración al cristianismo era algo que tenía que pasar. Vamos, no es posible vivir una eternidad sin creer en algo o en alguien. Y más cuando a quienes supuestamente dominamos se burlan tan descaradamente de lo que uno es.

Pero no siempre fue así. Durante el siglo XIX Bram Stoker elevó a los nuestros a una raza fuerte, sensual y aristócrata, situación que me hizo sentir orgulloso de mi vampirismo. Pasamos de ser animales obscuros, contagia-enfermedades al equivalente de un moderno rockstar.

Sí, el final del siglo XIX fue la época de esplendor para los míos. Una multitud de ansiosas damas me ofrecían sus cuellos para hundir mis majestuosos colmillos. Siempre supe que para ellas, el tener dos cicatrices paralelas en el cuello era más un pretexto que una razón para sus actividades lujuriosas. Largas sesiones de descontrol en comida, sexo y alcohol no eran más que el acompañamiento al ritual de iniciación para aquellos afortunados que eran elegidos. Y es que la transmisión del vampirismo por mordida es una de las tantas mentiras que inventamos para seducir humanos e insertarnos en su subconsciente.

Un vampiro de nacimiento y de cuna real como yo, sabemos que sólo nosotros tenemos la pureza necesaria para contagiar a los pocos elegidos, mediante la secreción de una glándula especial. Si no fuera por eso, nuestra saliva es tan letal como cualquiera que tenga gripe. Sin embargo, al fornicio y demás excesos no me negaba. ¿A quien le dan pan que llore?

En realidad, muchas de las cosas que se dicen respecto a nosotros son falsas. Por ejemplo, nuestra falta de reflejo o la fotofobia que nos impide vagar durante el día. He visto como mis sienes se llenan de canas durante el último siglo y mis paseos por Chapultepec durante el día son evidencia de ello. Sin embargo, la mentira más absurda es que la muerte nos llega cuando nuestro “fiero” oponente utiliza nada menos que… ¡ajo!. Escuchen una vez más y notarán lo absurdo de esa afirmación. “El-ajo-ma-ta-vam-pi-ros”. Si hermanos, pueden reír. La cruel verdad (y desde que soy Testigo digo la verdad) es que comenzamos a inventar esos mitos para probar la credulidad humana. ¡Y es tan sencillo!

Desafortunadamente, no fuimos los únicos en darse cuenta de la idiotez de los hombres. En el siglo XX, la dominación del subconsciente fue lograda magistralmente por aquellos que inventaron el fenómeno OVNI. ¡Malditos gobiernos capitalistas!

Pero me estoy desviando del tema. Comencé a creer en Dios porque dejé de creer en los míos. ¿Cómo permitimos que emos y darketos nos caricaturizaran tan burdamente? Y qué hay esos los libritos para adolescentes calenturientos. La depresión sufrida casi me llevó a auto-estacarme (eso de la estaca si es cierto). Fue entonces cuando mi nueva familia tocó a la puerta.

Como no tenía nada mejor que hacer, los invité a pasar a mi sala. En su libro, aprendí que cualquiera entrará al reino de Dios, cuando el planeta se convierta en un paraíso donde vivirán eternamente todos los seres que habitan este planeta.

La eternidad, que ya es mía, también estaba garantizada para aquellos limpios de corazón que sigan las instrucciones de Jehová. Y no para esos escritorcillos y mocosos que insultaron la pureza de mi raza.

Adopté su causa como la mía, incluso con más entusiasmo de aquél con el que prediqué mi vampirismo durante el siglo XIX. Desde entonces, mis domingos los paso de casa en casa, buscando transmitir La Palabra, sin que las groserías recibidas aminoren mi ímpetu evangelizador.

Sé lo que piensan hermanos. Cómo es que un vampiro, cuyo principal alimento es la sangre humana se apega a los Testigos de Jehová, en donde uno de los principales preceptos es el rechazo absoluto a ese barbarismo que son las transfusiones de sangre.

Pues les diré, amada familia. Dejar la bebida, la mentira, la lujuria y la idolatría fue sencillo. No niego que dejar la sed de sangre fue más difícil. Sin embargo descubrí que comer carne cruda de vaca llena esa necesidad propia de los de mi especie. Que me sentía bien alimentado y fuerte. Listo para seguir mi vocación.

Hoy confieso ante ustedes que desde algunas noches hacia acá, había demonios que azotaban mi cabeza. Me leían como un libro abierto y dibujaban en mi cerebro horrorosas imágenes de aquellas jornadas victorianas de desenfreno. Comenzaba a salivar y a buscar consuelo -en vano- en mi dura almohada.

Mi nerviosismo y ansiedad me impedían el descanso. Con sólo cerrar mis ojos, comenzaban aterradores sueños donde muchos cuellos largos sin dueña, me acosaban y perseguían. Se me ofrecían como prostituta de esquina y solicitaban que, de menos, los lamiera. –La saliva, si bien es el puente que nos lleva a la fornicación, ¿Qué mal puede hacerme si ése no es mi fin? – pensaba durante mi sueño. Y entonces mi lengua recorría esos cuellos celestiales, de arriba abajo, dibujándoles formas y saboreando su olor y sabor a humano. No pasa mucho tiempo cuando comenzaba a succionar. Entonces, mis colmillos desobedecían y los clavaba en esa dulce carne, extrayendo ese delicioso néctar de la esencia humana.

Despertaba sudoroso y asustado. Buscando la Biblia me disponía a rezar. Pero el consuelo no llegaba. Así que me confesé ante nuestra hermana Mónica, quien supo comprender mi situación y se sacrificó por esta pobre oveja descarriada.

Yo les digo hermanos, ¿Por qué esperar la inmortalidad cuando la tenemos a la mano? O bueno, a los dientes. Mónica, cierre la puerta y ayúdeme a terminar nuestra conversión. No se apuren hermanos, no duele y les aseguro que nos hemos lavado los dientes.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

no mames rox

Digo yo dijo...

mta madre.. ahora que los vampiros putitos de luna nueva estan de moda... todo mundo va a ser vampiro, o quiere ser vampiro, o esta enamorado de un vampiro...

en vez de chupar sangre, mejor chupenme un webo!!

Dib dijo...

Híjole Rox.
Soy tu fan from hell, pero desde mi punto de vista, este ha sido tal vez el peor texto que haya leído de tu autoría.

El vampiro debería hablar con propiedad, que se muestre que vivió en el siglo XIX, con elegancia.

No sé, la verdad no me gustó ni tantito.

MarillTachiquin dijo...

A mi me gusto, estuvo creativo. No se mucho sobre vampirismo, y fue un contrataque muy interesante a la nueva onda del vampiro metrosexual-ni;o-bien.

Y que bueno que regresaron los escritos a Recolectivo! Pense que ya los iban a dejar por el libro =)

La Rosy dijo...

Marill: Si, ya hacía falta escribir.

Dib: Gracias por tu comentario. Tomaré en cuenta lo que me dices cuando lo reescriba. :D

Saludos a todos y también a los anónimos :)

Anónimo dijo...

Me atrevo a decir que no leíste el libro de Bram Stoker, sino que viste la película de Francis Ford Coppola. Sensual y aristócrata no describe al Drácula de Stoker.

Kyuuketsuki dijo...

Stoker tuvo la culpa de que ahora los vampiros "brillen". El hecho de que definiera a Drácula en la novela como un vampiro al que la luz del sol le afecta solamente disminuyendo sus poderes fue degenerando hasta lograr el "shiny edward" actual, snif.

Anónimo dijo...

jajaja, que encantador relato, seguro saliste del cine de ver la película esa de los vampiros putitos y dijiste ayyyyyyyyyy soy tan creativa que ahorita escribo algo.

espero que no se den cuenta de donde me inspire.

Hermes dijo...

Y este relato me gusto mil veces mas que las miles de palabras amontonadas de la escritora de vampiros que brillan :P... damn, si hubiera vampiros, yo desearia ser uno... ;)

La Rosy dijo...

Anónimo Fan de Bram: efectivamente, no lo leí. Pero lo de sensual aplica? Lo que yo se de la novela es que su carácter sensual / sexual era el rollo principal de la novela. Como sea. Soy culpable de no tener todos los conocimientos del vampirismo :(

Kyuuketsuki: Yo creo que el vampirismo, como cualquier mito se ha nutrido de demasiadas cosas. Hasta algunas se contradicen... sabe pues.

Anónimo Ternurita: te voy a decir como me inspiré. En realidad el relato era de un ángel con demonios, que lo obligaban al mal. Pero, chale estaba bien insípido. Entonces me puse a pensar lo que las religiones toman como malo. y SAZ, lo de las transfusiones de sangre de los testigos me brincó (tengo una Tía testigo a la que vi el fin, ja). Ding-Dong Sangre/vampiros/Sangre/vampiros. ¿Había algo más? Pues burlarme de esos libritos que me cagan y ya.

Como sea, no ESTOY JUSTIFICÁNDOME. Sólo estoy algo borrachita y te digo como fue. Con lo que me quedo es que no te gustó. Lo cual está bien.

Hermés: No he leído a la escritora de Crepúsculo, ¿le hace mucho a la mamada? Al final, la religión -cualquiera- como institución tiene algo de vampirismo.

Besitos a todos y como casi no tengo faltas de ortografía creo que no estoy muy peda. DEMONIOS (plop)

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