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Estos son los ejercicios en Recolectivo
Ejercicio 38: Refranero Popular
Ejercicio 33: Inocentes esperanzas
Ejercicio 31: Sueños de pueblo
Ejercicio 30: Héroes sin calle
Ejercicio 26: Egolatria Desinteresada
Ejercicio 25: Señales del Apocalipsis
Ejercicio 23: Miedo a los niños
Ejercicio 18: Otra forma de morir
Ejercicio 17: 27 de enero, 2059
Ejercicio 13: Recuento de daños
Ejercicio 12: Un toque de mota
Ejercicio 9: Rebelde sin causa
Ejercicio 7: Obsesiones infantiles
Ejercicio 6: Si tuviera una maquina del tiempo...
Ejercicio 4: Asústame panteón.
martes, 24 de noviembre de 2009
Memorabilia Satánica
Es imposible llamar demonios a todas esas espeluznancias, remembranzas y recurrencias a las que acudes con deleite y disfrutas a carta cabal. Si aquello que te atormenta, o puede atormentarte, se convierte en un hábito, has logrado habitar tus demonios y deformarte con ellos. El asunto acaba cuando debes mirarte en el espejo y descubres que el hábito te ha convertido en otro.
Los demonios son el tiempo, y éste se compone de recuerdos. El tiempo es la locura, le dije a Borregata la otra noche. Le pedí que ese fuera mi epitafio. Y bueno, aunque no suelo hablar - ni hablaré - de lo que ahora soy, es válido compartir cómo solía evocar mis demonios para disfrutarlos en todas sus formas y esencias.
Descubrí que podía provocarlos cuando tenía 20 años de edad. Fue accidental, como Proust y sus magdalenas y su té de tila. Lo mio fue menos afrancesado, por supuesto; fue una albricia tijuanense, un eco de mis vagancias. Hallé el primero de ellos cuando entré a un vecindario gris de la colonia Libertad. Una amiga me pidió que entrara a uno de los departamentos abandonados donde había escondido dinero y fotografías. El apartamento estaba furiosamente vandalizado; todo adentro crujía, y apestaba a tierra, excremento y orina. Los cosas debían estar ocultas en los recovecos fracturados de una ventana. Para acceder debía arrancar sigilosamente la madera que sustituía el vidrio y los marcos. Al hacerlo se filtró la música que sonaba de un apartamento vecino. Era música que me emocionó hondamente, y que entró en mi como una piedra diminuta que se hunde a vaivén en aguas densas hasta depositarse sobre un lecho lodoso y abrillantado. La canción evocó así una imagen completa, y me trasladó al recuerdo de mi primer enamoramiento, un enamoramiento desdichado e ignoto, pueril y de catorce años. Cuando salí del vecindario para dirigirme a la casa de mi amiga, llevaba en mi chamarra dos mil dólares, fotografías de ella y su familia, y en el espiritu la certeza de poder regresar a una epoca penosa y solariega con el influjo de una canción. Así le di la bienvenida a mi primer demonio.
Sin embargo, los demonios también tienen forma de culpas y remordimientos. De asuntos desechos o malas decisiones, tomadas en albores que muchos evaden, o circunstancias que se convierten en traumas y tabúes pagaderos en psicoanalistas y terapias grupales. Yo no albergo demasiadas culpas, y antes prefería lamentar lo que no hice sobre lo hecho. Incluso merodeaba con muchísimo placer el recuento de mis pérdidas, la morosidad de los años que supuse perdidos o desperdiciados. Yo jamás requerí de trepanaciones emocionales para deshacerme de mis lamentaciones, y enseguida perfeccioné el método para acudir a ellos o invocarlos. Por supuesto no estoy sugiriendo un esquema, como si fuera yo un Szandor LaVey de la melancolía, las culpas y la tristeza; sin embargo es menester describirlo...
Cuando comprendí que la música me permitía reincidir habitaciones, personas y, especialmente, aromas y olores, me dediqué a vigorizar demonios que supuse inexistentes. Pequeños espectros que, incluso, acarreamos desde la infancia, y que son tristezas diminutas, cimbradas por la impotencia de la edad y aliviadas con la idea de algún día seremos adultos y menos vulnerables. Por supuesto, a mi la voz de Syd Barret me recuerda la infancia, y cuando escucho - y perdonen la ironía - Remember a Day, no puedo más que sentir la delicada tristeza de enterrar a un tortuga minúscula, de un verde esmeralda, que mi padre me regaló antes de despedirse para siempre de mi en la Ciudad de México, antes de irse a Noruega a trabajar y morir. La había depositado en un frasco de Nescafé, entre algodones húmedos y el cadaver de una mosca. El agudo estribillo de Barret me remite a la triste certeza de que la tortuga murió por mi culpa, por mi negligencia.
Eventualmente descubrí que el alcohol era un gran facilitador de la memorabilia, y pronto me descubrí frente al monitor, absolutamente solo en alguno de los departamentos donde peregriné, tomando whisky, vodka, tequila, cerveza, mezcal, agualoca y hasta brandy, mientras pasaba de un disco a otro, de canción en canción, y de click en click, releyendo correos electrónicos, fotografías (toda fotografía, diría cierto filósofo, es el pasado por antonomasia, y representan el recuerdo asible e inamovible), y tristeando espectros y figuras etereas, que rondaban las habitaciones como una casa tomada, si se me permite parafrasear a Cortázar.
La música y el alcohol eran los ingredientes esenciales de mi liturgia demoniaca. Dependiendo de lo que deseara evocar, recurría a fotografías, cartas viejas, libros pasados, ropa y fetiches sin valor aparente que coleccionaba en una caja maciza de aluminio. Tenía, por ejemplo, una jirafa de hule comprada en el San Diego Zoo, el empaque de un condón, un mechón cenizo de cabellos, un disco de vinil de siete pulgadas roto en tres pedazos, y los infaltables pases cortados a conciertos y festivales. Lo mio era un ritual consumado. Realizado con la mayor de las premeditaciones. Sabía, por ejemplo, que podía huir de una fiesta desangelada, o de una reunión insufrible o modosa, robarme una botella si era posible, y largarme a mi casa y preparar mi parafernalia. Era un placer inefable lo juro, y cuando me sorprendía en un lugar, rodeado de personas indolentes, congestionados de risa, de ánimos sociales, y comprendía que mis mejores acompañantes eran mis diablos, me largaba sin despedirme y me encerraba en el mejor de mis aquelarres demoniacos.
Porque hay algo de cierto en el procedimiento: entre la penas y congojas del pasado, están sentados también los demonios glotones de las glorias pasadas. Son estos los peores de todos, los más carnivoros y hambrientos. Son diablos ligeros, espigados pero con vientres de barril sin fondo. A esos había que evadirlos, o amaestrarlos, porque siempre he sabido que no hay peor costumbre o certeza que suponer que todo tiempo pasado fue mejor que este.
Es por eso que aprendí a disfrutar del recuerdo. Entre sus infinitas penas y la contabilidad de lo perdido e irrecuperable, se halla la definición de lo que ahora somos, y si como yo, disfrutas lo que ahora eres, entenderás con sumo placer que todo lo pasado - ni modo - tenía que suceder.
Comentarios y demás, en estos sus comentarios, o en: manuel@recolectivo.com
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Mis Demonios
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Freddymatico Zimmerman. Blogger de orejas perfectas y patillas de taquero. Sarcástico engreído de comentarios corrosivos. Egocentrico jactancioso con pretenciones de macho-alfa, de piel sensible y todo poderoso. En constante contacto con su lado femenino.
Huevo Luis, nada más. Blogger venido a menos. De niño creía que Chinampa era una ciudad, pero ahora ya no está seguro. Lo acusan de ser un montón de cosas, casi todas ciertas. Él es Luis, nada más.
Salaverga. Sonorense jocoso con ínfulas de mafioso siciliano. La versatilidad y el garbo de un exiliado voluntario, que a vivencias propias, sabe que puede ser más frío el desierto de un país decadente y avaricioso, que el mismo Rio Bravo en los raudales de agosto.
Mulder. Mediocre heroe del canal 5. Desempleado de final de temporada. Escritor de lo anormal y cazador de lo paranormal. Valiente captor del Chupacabras. Fiel amante de Scully y perseguidor de extraterrestres furtivos.
NEB. Publicista frustrado prófugo de los yermos publicitarios y desertor de la semiótica. Amante de lo kitsch y buena onda. De repugnante y nauseabundo sentido del humor.
Yo soy Ella. Costeñita en el exilio. Alcohólica en proceso con la habilidad para permanecer dormida largas horas ininterrumpidas. Con tendencia a caer y accidentarse. Los internets la odian y ella odia el aguacate.
Caballero. Televiso y comunicólogo. Locutor y productor de obviedades inherentes. El maestro limpio de los blogs,
autentico portavoz del proletariado con tildes de barrio bajo. Burgués desidioso con aspiraciones de Zabludovsky.
Kabeza. Monero nacido en el desierto y exiliado en el asfalto. Fuma para esconder el bigote y dibuja porque no le queda de otra. Extraña las tortillas de harina, por eso adopto a la Tía Rosa.
Plaqueta. Como no daba una socializando ni bailando salsa, tuvo que abrir un blog. Se dice que cuando muera encontraremos sobres de Splenda regados entre sus pertenencias. Ama tanto a los hombres que le gustaría ser uno, aunque la idea de ligar con mujeres la asquea (pinches viejas). Abusa de los paréntesis (por ejemplo).
Guffo. Su mayor temor es ver a Cepillín sin maquillaje y una vez llego hasta el nivel del pretzel en Ms. Pac-Man. Ha tenido una vida provechosa y llena de triunfos, como podrán darse cuenta.
Changos. Fiel practicante de la ley del mínimo esfuerzo. Inconforme estudiante de ingeniería. Inconforme hijo de familia. Naco, inculto y borrachín. Torpe y descoordinado. Tipo de pocas palabras y aspiraciones. Indispuesto al desarrollo si este implica abandonar la comodidad de la sombrita.
Rox. Computita manipuladora. Se le vio por última vez con una caja de cartón de leche Lala en el aeropuerto acosando extranjeros. Señas particulares: Pecas en las nalgas y tendencia a morder. Padece de sus facultades mentales.
Canibal. Chamaco de rancho. Flaco, prieto, panzón y alcohólico. Cuasimisógino. Amante de la crítica a lo wey y del mundo porno. A veces llora en las mañanas, cuando recuerda la muerte violenta de su perro Jicotillo... pero ya lo está superando.
LaMaga. Monógama rehabilitada. Sobrevivió al ataque de sus propios tacones teiboleros (ya no hay lealtad en este mundo). Fanática de los cuentos (los reales, los ficticios, los propios, los ajenos y sobre todo los que le han regalado a título personal). Le gustan las películas repetidas y los planes malévolos. Las fuerzas superiores la odian.
Perdidos en acción.
Falso Profeta. Lanchero Escritor enmascarado de alta nobleza. Blogstar de naturaleza sobrevalorada. Proveniente de modesta cuna pero con afanes de opulencia. Porque su sangre, aunque plebeya, también tiñe de rojo.
9 comentarios:
¿Y cuál es tu demonio?¿El tiempo? Quizá ya te atrapó en un tarro de nescafé, para que rumies cada uno de tus segundos.
Que texto tan triste, pero al final el camino trazado con o sin demonios es lo que nos queda para exorcizarlos.
¿Y cuál es tu demonio?¿El tiempo? Quizá ya te atrapó en un tarro de nescafé, para que rumies cada uno de tus segundos.
Que texto tan triste, pero al final el camino trazado con o sin demonios es lo que nos queda para exorcizarlos.
callate viejo puto callate! puto literaro de cagada
wak wak! asi es como llora la chilindrina chillona
es la primera vez que comento, me encantó como siempre, muy parecido a cosas que estoy viviendo ahora, por eso comento....
saludos.
chinga tu madre!
Este simplemente me gustó...y un chingo. Simplemente conectó mis obsesiones y mis pinches demonios omnipresentes. DSB
Chingas a tu madreeee putoooo...
Ay guey... me equivoqué: este post lo escribí yo...
Jojojo.
Saludos a todos los demás.
ja, ja, ja, buenisimo falso profeta eres la verga
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