lunes, 21 de diciembre de 2009

No puedo deshacerme de la humedad de tu recuerdo...



Aún recuerdo el prístino olor de tu perfume. Pensar que nos conocimos en un restaurant de comida peruana, es aún para mí conmovedor. Te veías preciosa y me sonreíste mientras me pasabas un limón que no era realmente un limón, sino una lima. Dentro de mi frivolidad crónica, me parecía lindísimo que estudiaras arte y hablaras un poco de español, o qué tal tu estatura casi perfecta apenas unos centímetros menor a la mía, y tu complexión delgada y fina. Nunca fui bueno para el francés, pero en inglés la llevábamos bien. Te hice reír mucho y no sé como, quizá era mi acento; mi simpatía me hizo acreedor a un 'tur' guiado al día siguiente.

Regresé compungido, pero al menos quedamos de vernos al día siguiente. Mi viaje era corto, y ya me quedaban pocos días. Con los año reconozco que no dormí aquella noche, imaginaba el color de tus pezones y recreaba aquél francés que se te resbalaba de cuando en cuando.

El día siguiente fue espléndido en todos los sentidos. Había muy poco hielo por las calles, y mucho sol. Recorrimos gran parte de la ciudad a pie; al principio fue extraño, pero me embobaba tu risa y tu sencillez, parecía todo ser tan fácil a tu lado... creo que nunca había sonreído tanto en un solo día. Me sentía brioso y a veces hasta desconsolado, creo que lo efímero de verte bajo el sol que no salía hace días, y tomarte de la mano bajo aquellos árboles de hojas secas, me producía una melancolía indescriptible, y a la vez una erección irrenunciable.

Por la tarde pasamos a tu departamento y por fin hicimos el amor, había mucha luz aún, y así me grabé todo tu cuerpo en la memoria con tanta facilidad. Tenías unos gemidos tenues y me lacerabas la espalda con tus dedos apretándome cada vez, y la temperatura de tu cuerpo era ideal. Recuerdo que pasamos parte de la noche en un estado casi catatónico, lo más cercano un placer no-terrenal.

Por la noche saliste al bar donde eras 'bartender'. Te veía como quien se encuentra en shock, como quien se encuentra con la vida de un golpe, y se fascina con las flor más bella de su jardín. Cuando regresamos, secretamente conté el dinero que me quedaba, y esperaba al día siguiente para sacar lo que fuere necesario y no regresar a México.

Pasaron días fascinantes, en un vaivén envidiable entre la catársis de tu cuerpo y aquél invierno que no alcancé a ver huir por completo.

Y a veces así, desde hace ya muchos años y noches, me levanto lamentándome de haberme ido, sin los güevos de quedarme o de robarte, y con los calzones mojados que de cuando en cuando tu recuerdo me extravían.

9 comentarios:

maras-m18.net dijo...

Julio C3sar, tu pandillero cachondo con senos.

Unknown dijo...

Es fatal cuando no se deja de sentir el olor de su perfume.
Saludos

Anónimo dijo...

¡Por Dios! por fin algo más o menos decente en este blog en meses, gracias por ello.

Chilangelina dijo...

Qué lindo.

La Rosy dijo...

Y es que quedarse o volver son demasiados reales... y se necesitan muchos güevos para la realidad.

Excelente escrito.

Alejandra a secas dijo...

Bello... me encantó.

CÉSAR R. GONZÁLEZ dijo...

MARAS-M18 No soy Julio César.

FOLOSOFO Yep. Pero creo que todo funciona así en éste terrible ecosistema.

ANONIMO Favor que me hace.

CHILANGELINA, ROX y ALEJANDRA A SECAS Gracias

Gracias a todos por leer. Nos vemos a finales de la semana.

Pillo dijo...

Me encantó!

mariposa dijo...

casi poético con un toque de erotismo¡¡¡ me imagino aquella melancolía que produce la "erección irrenunciable"... imaginar el color de los pezones...permanecer en un estado de placer no terrenal...
eso se logra con "aves de paso"... que nunca dejas de añorar, de recordar, de extrañar y de pensar... y finalmente amores perfectos por lo que son "recuerdos mojados"...

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