martes, 8 de diciembre de 2009

Texto Inconcluso



(Para Tania, la mujer-libro que transformó lo que soy, y para Roberto Bolaño, que nos unió como se reunen dos personas que se enamoran en un accidente de tráfico).

He venido a hacer una confesión:

Solo he leido un libro en mi vida. Y este ha sido suficiente para embargarme y transformarme. Incluso puedo afirmar que comprendí el valor total de leer, de poder interpretar una letra trás otra, para recrear imagenes en mi sesera. Cuando lo entendí, sin embargo, tampoco quise seguir leyendo otros libros. ¿Para qué? Si todo lo obtuve de uno.

Ahora bien, también debo aclarar otra cosa: Cuando refiero haber leido un libro se debe a que, en esencia, sólo he terminado de leer un libro en mis treinta años de vida. Ha sido el único mamotreto que comencé en su primera página hasta culminar en las últimas palabras.

El asunto estriba en que comencé con otros, pero decidí jamás acabarlos. Los leo inconclusos. A veces me detengo cuando solo restan diez lineas, o dos párrafos. Otras veces ignoro el último capítulo, pero también me he aventurado a leer el final con la condición de jamás fustigar el principio.

Todos esos libros no cuentan como leidos. Leerlos así implica no haberlos leido del todo.

Algunos doctos y pedantes me dirán que si, que en realidad si he leido más de un libro, pues aunque incompletos, llevo en la memoria la esencia primordial de la ficción, y probablemente pude comprometerme con la historia y sus personajes. Que lo único restante fue el final, o el principio, y ello implica necesariamente una lectura en si, un acontecimiento de la memoria, incompleto, pero ocurrido.

Yo prefiero comparar el acto de leer - mi acto de leer, es decir - con la vida real y preguntarles: ¿Hay amor pleno sin la conjugación de la carne? ¿Se puede besar a medias? ¿Hay sexo sin el esplendor de su clímax? ¿Puedes hablar de una montaña, de una casa, de un pasillo o recoveco, de un cuerpo, de unos ojos, sin haberlos conocido plenamente, en sus inicios con sus finales?

Imaginemos lo inconcluso. Lo inconcluso aturde. Nos deja concientes de la existencia de un final; de un fin inalcanzable pero posible. Como respirar profundamente sin lograr detener la inhalacion, para pulmones que jamás se llenan, y que continúan inflandose. Lo inconcluso es el horizonte sin tierra, o sin precipicio para caer definitivamente.

(continuará...)

5 comentarios:

Tania G. Balleza Tahuil dijo...

"Tania" que bonito nombre... yo también me llamo así... que coincidencia.

Esta Cañon dijo...

Excelento Post!!!

Manuel Lomeli dijo...

Tsss, gracias mi yordi...

Por cierto, andan diciendo que nos parecemos. Que joda te pararon.

Beitos, bato.

El Contador Ilustrado dijo...

muy dificl afirmar que se ha leido un libro completo

Esta Cañon dijo...

Si decimos puras pendejadas...

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