viernes, 15 de enero de 2010

Libre, culpable y compulsiva asociación haitiana


Fue el 7 de septiembre de 1981. Llámame loco, obseso, pero lo cierto es que recuerdo la fecha. ¿Cuándo entras a clases? El 7 de septiembre. Lo repetí todo el verano y las fechas no se me olvidan nunca. Así trabaja mi mente. Entraría a segundo de primaria a un colegio donde todos, absolutamente todos, desde la directora hasta los conserjes éramos nuevos. El primer colegio trilingüe de Monterrey. El francés os hará diferentes. Primero se presentó la maestra titular, Silvia. Después la maestra de inglés, Paty, pero de una u otra forma todos queríamos saber quién nos daría francés. Después del recreo entró al salón una negrita como la de los hot cakes. “Hola, yo soy su maestra de francés”. Se llamaba Adeline y era haitiana. ¿Qué hacía una haitiana en Monterrey? No lo se. Tampoco puedo decir que todos los francoparlantes que pasaron por el Liceo Anglo Francés de Monterrey fueran unos pedagogos de La Sorbona. Cualquier aventurero galo, fuera o no profesor, conseguía chamba en mi colegio. Podría hablar de Claude, el explorador de cuevas y detractor del hombre pájaro de reportajes de Alvarado o de Jerome, pero el tema de esta noche es que la maestra Adeline fue mi primer contacto con ese infierno llamado Haití. Creo recordar que alguna vez pregunté a mi mamá sobre la existencia de las brujas (mi padrino José Manuel había documentado la existencia de una perversa bruja que convertía a sus enemigos en yucas y nopales allá por los rumbos de la Quinta González) y me dijo que había un par de sitios en el mundo donde había hechiceras de verdad: La Petaca, Nuevo León y Haití. Mi maestra Adeline era una haitiana ¿Sería una bruja?

Alguna vez, allá por 1992, fui al Museo de las Culturas Populares en la calle Mina en el Barrio Antiguo de Monterrey a ver una exposición llamada “Haití Cherie”. En aquel entonces solía ir a cualquier exposición donde regalaran vino, por malo que éste fuera. También ahí había varios haitianos exiliados en Monterrey. Brujos, sida, zombies, Duvalier, vudú, Aristide. Haití es el Infierno. Durante años tuve la certeza de que ahí había nacido el vih (como tengo la certeza de que la primera muerte de sida en México se produjo en 1983 en el Hospital General de Tijuana, el mismo donde murió, o llegó muerto, Colosio y la muerta de sida en cuestión fue una mexicoamericana y la doctora que la atendió fue Remedios Lozada a quien conozco y he entrevistado varias veces y en aquel entonces, me dice, el sida era desconocido, maldito, apocalíptico y no integrado y aislaron el cuarto y a la enferma como aislaban a los barcos contaminados de peste bubónica y de los cinco primeros casos de sida en México en 1983, tres fueron en Tijuana y…estaba hablando de Haití, no del sida) El caso es que Haití trae consigo pesadillas. Mi Tía Cristina fue por allá en los años 70 y algo me dijo de tambores vudús. Hace un año, cuando estuve interno en Campo de Mayo con los cascos azules de Argentina, conocí a varios soldados que integraron la Fuerza de Paz de la ONU en Haití. Al cabo de una semana de extenuantes esfuerzos soportando una auténtica putiza de reportero de guerra, todavía tenías que entregar un trabajo escrito sobre la situación de los periodistas en un país intervenido por los cascos azules. Por sorteo me tocó exponer la situación en Haití. Algo debo haber aluciando, porque tras una semana de locos uno no podía menos que alucinar, pero creo haber dicho algo así como que Haití está maldito por dios. Haití, escenario del mejor realismo mágico que he leído que por si no lo saben es el Reino de Este Mundo de Alejo Carpentier. Haití hoy más que nunca es el Infierno, el Infiernísimo, Mientras cedo a estos desvaríos y me entrego a este ejercicio de compulsivo desparramar de palabras al son de la libre asociación mientras escucho Therion, bebo un vinito bajacaliforniano y me hablo de tú con mi consejera La Muerte, me siento culpable por no estar en Haití, por invocar espíritus de inspiración demente mientras extraño a mi esposa y a mi hijo y leer Paul Auster y tratar de cumplir en piloto automático con tres trabajos distintos y sentir que cinco horas de sueño son oro molido, mientras allende el Caribe yace el Infierno en la Tierra. Algún vestigio de catolicismo habita en mi: Me siento culpable. Libre y culpable asociación haitiana.

5 comentarios:

friedrich dijo...

donde puedo encontrar lo que escribes en el periodico?

ps. escribes muy chingon la neta

La Diabla dijo...

Me gusto, super digerible y un muy interesante mensaje...

La Nus dijo...

UMMM... 7 DE SEPTIEMBRE DE 1981... ESE DIA NACI YO... VAYA COINCIDENCIAS... BUEN POST... SALUDOS!!!

Anónimo dijo...

Pinche vieja mamona y cariputa la de aca arriba.

Dovhdovh dijo...

Se notó que este fue un trabajo elaborado por un piloto automático. Y ahora, no sólo rebajaste a Tijuana sino también con Haití barriste.

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