sábado, 9 de enero de 2010

Reyes Magos = Tacaños



Pensaba lo que todos los niños a esa edad: ¿Por qué si son reyes, son tan culeros?

Me traían Duvalines, paletas, mazapanes y a veces canicas. A Felipe y su hermana -los vecinos que habían llegado de Puebla- les traían bicicletas, hombres de goma, muñecas que caminaban solas y juegos de mesa.

Un día antes del 6 de enero, un carretonero pasó por la cuadra buscando desperdicios del año nuevo. Se retiró después de registrar todos los botes de basura. El caballo que remolcaba la carreta se fue zurrando por toda la calle. Mis amigos y yo reímos.

Como Felipe nos caía algo mal por su tonito de voz extraño, recogimos la cagada con la sección policiaca de un periódico, la aventamos al patio de su casa y nos fuimos corriendo.

Al día siguiente, mientras me comía un segundo Duvalín cortesía de los tacaños Reyes Magos, Felipe salió de su casa con unos flamantes patines nuevos. Quería invitarme a comer rosca con su familia. Acepté con algo de culpa por lo del día anterior.

Felipe se sentó a mi lado, limpió con un dedo la punta de uno de sus patines y me dijo:

-Guffo: los Reyes Magos sí existen en verdad.
-Ps sí... -dije con indiferencia, lamiendo los restos del Duvalín del empaque.
-Aquí estuvieron en mi casa, y por poquito y los veo -dijo emocionado.
-¿Por qué por poquito y los ves? -le pregunté.
-Es que cuando bajé por los regalos, salí al patio: ¡y estaba lleno de caca del caballo de Melchor!
Blogalaxia