martes, 9 de febrero de 2010

Talentos de closet



Llegué al aeropuerto con una gripe machacona y el timpano izquierdo adolorido. Arrastré mi maleta por toda la sala principal, en busca de la entrada B de salidas internacionales. Una bufanda larguísima que tejió mi novio envolvía la mitad inferior de mi rostro, y probablemente mis ojos estaban inflamadísimos. Cuando tengo gripe no solo odio viajar, sino que también aborrezco mi homosexualidad y recuerdo cuando mi padre, terriblemente indignado, me advirtió que moriría de Sida. Todos los maricones se mueren de Sida, me dijo.

Pues bueno, padre: no sé si tenga ya Sida, pero tengo gripe, y estoy manchando de moco y flemas la bufanda contrahecha que me hizo Rodrigo, a quien no conoces ni conocerás. Me voy de aquí para encontrarme con él. Me voy a donde pueda ejercer una puteria libre, una puteria sin restricciones o polémicas, pero que tampoco sea carnaval ni circo o teatro. Una homosexualidad frugal e indistinta, una homosexualidad que no sea también una etiqueta. Irme a un lugar donde sea una persona más. No quiero ser gay, ni heterosexual; quiero ser una simple y llana persona.

En mostradores, la documentadora me vio con escrutinio. Está usted bien, señor, me preguntó. Por supuesto, le dije. Es un catarro insignificante: ni gripe aviar ni porcina. Probablemente Sida, pensé. Me descubrí la nariz y la boca para que pudiera cotejar mi identificación. Se ve usted más delgado en persona que en su credencial, me dijo con sonrisa de atención al cliente. También me veo menos marica. Pero esto no se lo dije: lo pensé, porque siempre tengo esa clase de pensamientos.

Arrastré la maleta Burberry, de mi novio y demasiada maricona para mi gusto, hasta la sala de espera. Compré una revista de diseño, y hallé algo de él. Incluía una entrevista con fotografía, y de la nada, en un acceso de flemas, tuve imagenes de su pene y su sonrisa. Me vi con él metidos en un cuarto de sauna, sofocados con el aroma de la vihta, para luego salir corriendo y brincar al lago de Enonkoski, donde miles de agujas heladas se agolparían alrededor de nuestros cuerpos para cerrarnos los poros. La imagen de la libertad, señores.

La foto era hermosa. Se veía él, jovencísimo, hirsuto, con su cabello grueso y largo flecando su frente. Todavía con barba. La misma que le conocí hace tres inviernos, y que se llevó a Finlandia hace un año, cuando tuvimos que separarnos. Verle era recuperante. Creo que sonreí con los ojos, y el bienestar perduró hasta que leí la entrevista. Diseñadores mexicanos que han triunfado en el extranjero.

Y la vida sentimental, le pregunta la entrevistadora. En este punto yo me emocioné como la loca ridícula que suelo ser. Él le contesta: Pues muy bien, excelente. Influye el amor en tu potencial creativo, abunda la periodista. Por supuesto, pendeja: el amor es el motor del mundo, no importa si es amor sodomita. Imaginé la voz de mi chico, tan varonil y parco, de recital beatnik, de lector de cuentos para insomnes. Imaginé que él me imagina. Que la libertad son imagenes, que la libertad es imaginación.

Pero entonces leo, y mientras leo también pienso y voy reventando: ¿Pero ella vive contigo allá en Finlandia? Y yo pienso: No-es-ella-es-él, pendeja. Pero él responde: si, ella vive en México todavía. Pero si yo no soy ella, soy él, pendejo. ¿Entonces todavía no hay familia? Yo respondo: algún día adoptaremos. Él responde: no hemos pensado en hijos, ella es muy liberal y todavía no quiere hijos. El muy tímido, el impostor, el diseñador que ha cambiado un él por un ella. Que me puso vagina y utero, que me ha emasculado; que supone que puede embarazarme cuando yo quiera tener hijos y deje de ser liberal. Antes de subir al avión decidí marcarle, por cobrar, para yo también entrevistarme con él.

Es solo un pronombre, amor, me dijo. Pues bien, le dije, no pienso salirme de este enorme closet nacional donde sólo puedes ser marica de armario o marica de carnaval y escandalo, para irme a meter a tu closet ubicado a miles de kilómetros; no es un pronombre: es un closet. Claro que no, insistió, esas revistas no están listas para que uno pueda decir a carta cabal que estoy enamorado de un él, no de una ella. Pues yo no soy ni él ni ella, cabrón, le espeté, soy un ser humano, y también cojo como todos, y me enamoro, y estoy enamorado de ti; bastaba con hablar del amor, ¿pero debías especificar que era ella?

No pienso irme a Finlandia para que puedas disfrutar de un él, mientras que aquí en tu patria todos suponen que es ella. No voy contigo a escondernos: voy contigo a ser libre, miedoso de mierda.

Se quedó callado. Yo también me quedé callado, y pensé que la llamada le costaría un dineral. Pensé que siempre es más caro de aqui para allá que viceversa. Entonces decidí que no me iría y se lo dije.

Qué harás, me preguntó. Me quedaré aquí con mi gripe al descubierto, porque también voy a tirar tu pinche bufanda horrorosa. Voy a quedarme aquí esperando algún día irme en avión a donde pueda ser libre y no tenga que esconderme, ni limosnear derechos, ni aplaudir y agradecer cuando por fin me han permitido tenerlos. Voy a quedarme aquí, perpetuamente en la sala de espera, hasta que pueda irme a un lugar donde me permitan ser simplemente una persona.

Adios, y es un lástima que hayas logrado exportar los prejuicios de este país en esa maleta tuya de talentos de closet.

13 comentarios:

Anónimo dijo...

bah! aburrido...

Un wannabe más de Fadanelli.

Alejo Carpentier dijo...

Que patético que solo se te ocurra Fadanelli para la comparación.

Demuestra que no has leido mucho, anónimo.

Si tuviera que comparar a este autor, probablemente diría que tiene un toque de Maupassant, Roth, Miller, Durrel y, que me perdone todo mundo: D.H. Lawrence.

Aun sin voz propia, eso si. Pero ahi la lleva. Probablemente ya viejo escriba algo interesante. Pero por lo pronto, venir a compararlo con Fadanelli deja en ridículo al comparador: lo que necesitas, anónimo, es comparar a Fadanelli con otros.

El relato es rico en imagenes y las descripciones son rápidas e intercambiables. Tiene un ritmo parecido al cinematográfico, que solo he hallado en Salaverga (y en su blog especialmente), pero con relativa riqueza reflexiva.

Probablemente Manuel sea de lo más impresionante que hay en Recolectivo, pero todavía amorfo para salir al ruedo literario. Entre él, Luis, Daniel y Herminio (salaverga), y quizá Guffo, he colocado mis apuestas. El resto es paja lamentable. A lo mucho, happening ortográfico, raramente amenizado por el buen humor de Héctor (controlzape).

Y de Kabeza no digo nada. Soy escritor, no caricaturista. Si se me permite: me agradan mucho las texturas melancólicas de sus bocetos y cartones. Pero como ya dije: poco opino sobre ilustración y cosas parecidas.

Manuel Lomeli dijo...

No me ayudes, compadrito...

Jojo.

Anónimo dijo...

Sal del closet marica

Anonimo dijo...

"de los más impresionante" será por que el autor y Alejo son el mismo?

Manuel Lomeli dijo...

Recorcholis. Primero Fadanelli y ahora soy Alejo Carpentier.

Voy creciendo en la piramide literaria.

Abur!

Anónimo dijo...

...de los más impresionante.

Mordiéndose el rabo el carpentier con ése adjetivo por demás bananero.

Tania G. Balleza Tahuil dijo...

Me gustó.

Como que el tema de la homosexualidad se quedó en la banca de atrás. Lo de ser persona robó cámara y la hipocresía la enfocaste muy bien.

Conejitocisne dijo...

Se nota que no eres gay.

YoSabina dijo...

Me gusto mucho. Me parece que es importante no estar atrapados... ya sea en un closet o dentro de los éstandares sociales que se nos exijen.

Yo puedo decir que me gusta un él cuando me presionan. Es de las ventajas de ser bisexual.

YoSabina

Alejo Carpentier dijo...

De lo más impresionante que leído por acá.

Anónimo dijo...

¿Porqué si ya se había subido al avión (así empieza), terminó en la sala de espera?

Anónimo dijo...

Me encantó. Creo que es fantástico. El drama de la necesidad de deshacerse de etiquetas , cualesquiera que ellas fueran, y la imposición de ser clasificados incluso por los que amamos está aquí, y muy bien expuesto. Me identifiqué, no por que sea gay —no lo soy—, sino porque me repatea, por ejemplo, que vengan a mí mis amigos en busca de consejos y me pregunten "¿tú como mujer, qué piensas de...?" ¿Yo como mujer?, carajo, pues no lo sé como hombre, no lo soy, o como judía pues tampoco lo soy, así que si me preguntas a mí solo puedo contestarte como lo que soy, y creo que nada tiene que ver, para bien o mal, que resulta que soy mujer. Chale! en fin, lo que quiero decir lo dijiste muuucho mejor tú.
Tania

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