sábado, 10 de abril de 2010

Humor de mil demonios





El papá de Moncho tenía un taller de carpintería en la parte de atrás de su casa.

Por las tardes íbamos a jugar entre los montones de aserrín, las cajas de clavos y las sierras eléctricas.

Mi mamá no me dejaba ir porque decía que uno de esos días me iba a mochar una mano con una de las sierras. Aparte -decía-, ese hombre tiene un humor de los mil demonios.

A mí el papá de Moncho me caía muy bien. Era muy bromista y nos enseñaba a tallar madera y a barnizarla. Nunca dejaba que agarráramos las sierras eléctricas. De hecho, hasta escondía los cables para conectarlas.

No sé por qué mamá decía que el papá de Moncho tenía un humor de los mil demonios. Lo que sí es que como que nunca se bañaba, porque siempre olía medio feo.
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