lunes, 24 de mayo de 2010

Cuarto menguante.





Mi cocina era color azul pálido. Nunca me gustó. Parecía baño. Abrí el refrigerador pensando que era lo más correcto para abordar el tema que me competía… pero, mientras abría la botella y trataba de limpiar la espuma caí en cuenta que pensar en lo correcto era lo menos pertinente y útil. La situación no era ni remotamente correcta, y ella estaba en la sala. No podía retractarme.
Serví mi café negro con azúcar que ya estaba algo tibio y volví a la sala.

- ¿Cómo te llamas? - Le pregunté mientras le daba su cerveza.
- Ya sabes mi nombre, preguntaste por mí. - Me dijo directamente.
- No creo que te llames Anette. La verdad no lo creo. – Dije sin pensarlo mucho.
- ¿Y cuál sería la diferencia?

La chica se levantó y sonrió. Se acercó a mí. Yo miraba la ventana y observé la luna. Cuarto menguante. Justo dos días antes leía sobre las fases de la luna y su significado. La luna representa lo femenino, la luna llena es el nacimiento, la vida. La luna nueva es una fase de preparación para que la vida vuelva a surgir, el cuarto creciente es una fase de desarrollo, hasta la luna llena. Pero el cuarto menguante, esa fase en la que la máxima luz ya tuvo su tiempo y debe morir algo lentamente para volver a nacer era la que más me llamaba la atención, significaba muchas cosas que aún no alcanzaba a comprender. Con mis cuarenta años recién cumplidos, me comenzaba a causar una inmensa nostalgia.

En un momento extraño, mis ojos dejaron de observar la luna y se cruzaron con los de Anette. No supe que decir y ella me besó, puso mis manos sobre sus pechos, eran grandes y firmes. Traté de dejarme llevar y no pude, así que la aparté.

- ¿Qué te pasa? – Dijo ella un poco molesta.

Tomé el sobre de la mesita y se lo entregué.
- Toma. Esto no va a funcionar.

Me miró por un instante, con indiferencia. Abrió el sobre y miró el dinero. Tomó su bolso y se dirigió hacia la puerta.

- Vieja loca. – Murmuró y se fue.

La realidad era que cuando llamé di un nombre al azar y llegó ella. Estaba muy nerviosa y cuando me preguntaron “¿Cuál de nuestras chicas quiere que la acompañe?” lo primero que vi fue una revista y salió el nombre: Anette.

Miraba a la ventana recordando cómo fue que comenzó todo esto. Cuando era joven, tenía un novio que miraba a toda mujer que pasaba y cuando me di cuenta más que lastimarme me dio curiosidad. No entendía porqué lo hacía y quise averiguarlo. Estaba en un autobús y comencé a mirar a todas las chicas que subían. La mayoría en las que me fijaba tenían mi edad o mi complexión o traían puesto algo que llamaba mi atención.

Casi cuando llegaba a casa, subió una chica muy sonriente, con una blusa blanca y cabello suelto. Me pareció bonita y me hizo sentir bien que me sonriera. Quedó de pie junto a donde yo estaba sentada, yo tenía ambas manos sobre los tubos para sostenerse del asiento de enfrente, así que también comparé nuestras manos. Sus uñas eran cortas, pintadas de color rosa claro.

Y de pronto lo sentí. La chica puso su pulgar bajo mi mano y comenzó a acariciarla despacio. Estaba sorprendida, me sentía excitada y emocionada… debido a una muchacha hermosa. Nunca antes se me había ocurrido que tuviera esa inclinación, o esa curiosidad. Y no solamente lo estaba considerando sino que lo estaba sintiendo, y era una sensación preciosa. Quité la otra mano y traté de contestar la caricia, correspondiendo a la mesura y ternura de la desconocida. De pronto miré la ventana y ya había llegado. Me levanté de golpe y le sonreí dejándole el asiento. Al bajar me reproché muchas veces el nunca haberle preguntado su nombre, o su número.

- Ahhh pinche cobarde. – Me dije a mi mísma en voz alta, tomando el teléfono.

Volví a marcar y me contestó la misma voz de unas horas atrás. De nuevo el rollo de la contraseña que venía en la tarjetita de acompañantes. Eufemismos y más eufemismos.

- ¿Alguna chica en especial? – Me dijo la voz ajena esa, con un tono que me pareció graciosamente profesional.
- No, ninguna. – Dije tratando de que no me temblara la voz.

Volví a mi cocina azul baño por un café o una cerveza o las dos cosas. Terminé sirviéndome agua fría, y me llevé el vaso para volverme de nuevo un manojo de nervios y esperar. Regresé a la ventana para mirar a la luna y le sonreí. Estaba acabando de beber el agua cuando sonó el timbre.

6 comentarios:

EL PERRON dijo...

que pedo?? debo suponer una relacion lesbica? o es solo mi imaginacion lasciva de hechos sutilmente descritos...mmm

Andreinski dijo...

Ahh, tan bonito el lesbianor n_n

malaschambas dijo...

Que bonito.....los ojos celestes de Kuruni, en una mirada tierna, y llevandonos a las orillas del deseo......................

YoSabina dijo...

¡Qué lindo! Una emoción incomprensible por sentir la caricia de una desconocida.... pero ya llamar a una acompañate.... jejejeje

YoSabina

Kuruni dijo...

El Perrón: sí.
Andreinski: Gracias jiji ^^
malaschambas: jajaja eres el único que le dice a mi mirada "Tierna" esta foto a todo mundo le da miedo.
YoSabina: Es que se supone que sucede muchos años después, como regalo de cumpleaños.

Anónimo dijo...
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