miércoles, 5 de mayo de 2010

Un grano de arena.





Jürgen se materializó en el centro de la plataforma, a un costado de la sala de navegación.

Lörgeer, el primer oficial a cargo de la navegación, lo miró apreciativamente durante un momento, un poco sorprendido por la burda casaca de piel que cubría su torso sucio.

—Esta vez te ha llevado casi un mes Jürgen. Espero que haya valido la pena, estas hecho un desastre.

—Tenía mucho que explorar Lörgeer. Valorar correctamente un nuevo mundo no es cosa que deba tomarse a la ligera. —dijo mientras bajaba de la plataforma y se desprendía del saco que cargaba en la espalda.

—No lo pongo en duda. Lo único que cuestiono es el método tan poco ortodoxo que tienes para explorar un nuevo mundo. Tenemos autopods, planeadores atmosféricos, hovercrafts graviticos. Por Dios, incluso tenemos las sondas holográficas, que pueden reproducir dentro de la nave cualquier zona del planeta que desees.

—Lo sé, pero ni sobrevolar a Mach 5 ni moverse a través de un holograma podrá compararse nunca con recorrer una tierra como lo ha venido haciendo el hombre desde el alba de los tiempos. —respondió Jürgen mientras se dirigía hacia su privado.

—Lo que tú digas, al fin y al cabo, tú eres el que viene tan bronceado como un zarek. Parece que hubieras estado flotando al rededor de una enana blanca. —dijo Lörgeer volviendo hacia sus controles. —Por cierto, Wödan ha estado llamando cada dos horas durante los últimos tres días. ¿Qué quieres que le diga?

—Sólo dile que mi reporte estará listo en un par de días. Mientras tanto, puede seguir molestando a otro Explorador menos agotado. —dijo Jürgen desde el pasillo que comunicaba con los compartimientos de la tripulación.

Bew Jürgen era el explorador en jefe de una de las muchas expediciones que el Núcleo mandaba por toda la galaxia. Su trabajo consistía, básicamente, en analizar, catalogar y emitir un reporte sobre los planetas encontrados en el sector al que fuera destinado.

Lo que hacía diferente a Jürgen de la mayoría de los Exploradores en jefe —como su primer oficial hacia notar constantemente—, era la forma en que llevaba a cabo su labor. Los protocolos establecían los métodos a seguir, casi todos ellos automatizados, y estos eran cumplidos al pie de la letra. Pero una vez terminados estos, Jürgen tenía completa autoridad para hacer lo que considerara necesario. Y lo hacia.

No era raro que pasara una o dos semanas en un planeta. Solo, sin más equipamiento que unas cuantas chucherías reglamentarias que siempre llevaba en un bolso cuasi-indestructible, equipamiento oficial de cualquier Explorador del Núcleo. A veces se metía en serios problemas, pero siempre podía teletransportarse a la nave en cualquier momento. Muy pocas veces esto era necesario, los planetas que eran asignados a una expedición exploradora invariablemente carecían de vida inteligente. Esos eran dejados para otro tipo de expediciones, llamadas "de Contacto", una división completamente diferente del Núcleo.

Pero era raro encontrar planetas como Corillión. Tenía todas las ventajas de un planeta terraformado y casi ninguna de sus desventajas. Había muchos planetas similares por toda la galaxia, pero nunca había encontrado uno tan hermoso. Fue por eso que no le costó trabajo tomar su decisión.

Un explorador no era un simple miembro más del Núcleo. Hacía mucho tiempo, los Exploradores habían salvado a la raza humana de la aniquilación por sobrepoblación. Ellos fueron los primeros que viajaron al espacio y se aventuraron en nuevos planetas. Los métodos de exploración en esa época eran burdos e ineficientes y sólo uno de cada cuatro exploradores sobrevivía. Aún así, lograron encontrar nuevos mundos y la humanidad pudo expandirse por media galaxia.

Fue así que los Exploradores alcanzaron un elevado rango dentro de la jerarquía espacial. Su trabajo, aunque ya no era tan peligroso como en el pasado, seguía teniendo sus bemoles. Pero las recompensas y compensaciones eran igualmente elevadas. Sus veredictos, por ejemplo. Nadie cuestionaba la decisión de un Explorador. Su palabra en cuanto a las recomendaciones de los planetas que exploraban, era ley. La civilización galáctica agrupada bajo el Núcleo sabía esto y lo respetaba.

Jürgen entró en su cubículo de espartana funcionalidad. Había una unidad regenerativa que hacía las veces de cama y medikit. Una pequeña mesa con tres sillas y una terminal del ordenador principal. Una pared completa era una pantalla que en ese momento mostraba un hermoso globo brillante de color azul-morado flotando en un mar de estrellas. La escena hubiera sido incomoda para alguien no habituado a las imágenes holográficas. Era inquietante estar en una habitación con tres paredes sólidas y una cuarta que daba directamente al abismo negro de Universo. Sus ropas, gastadas y sucias, contrastaban fuertemente con el brillante metal y la suavidad lechosa del plástico que conformaba su habitáculo. Se desnudó y se dio un baño químico, para acto seguido someterse a una cascada de rayos ultravioleta, que acentuó aún más su bronceado. Luego se enfundó en un sencillo mono azul marino, distintivo de los Exploradores.

Cuando se disponía a ordenar la información que poseía para rendir su informe al Núcleo, llamaron a la puerta. Era Lörgeer. Sin esperar una respuesta, abrió y se introdujo en la habitación. Se acercó una silla y se sentó con los brazos cruzados.

—Jürgen, creo que deberías pensarlo mejor. —dijo preocupado.
— ¿Pensar mejor qué cosa? —respondió distraído Jürgen mientras se sentaba en otra silla.
—Tu informe, estoy seguro que piensas vetar a Corillión. No creo que sea justo.
Jürgen miro interesado a Lörgeer, levantó una ceja y pregunto:
— ¿Justo para quién?
—Para el Núcleo, para la Expansión, para todos nosotros. Creo que es un poco egoísta de tu parte. O tal vez muy egoísta. Corillión es un mundo perfecto para el Núcleo, no necesita terraformación. Prácticamente, sólo tenemos que llegar y establecernos. Oportunidades como estas se dan muy pocas veces. Sé muy bien de tus privilegios como Explorador en jefe, pero te pido que lo pienses mejor.

Jürgen entrecerró los ojos, como lo había hecho tantas veces al mirar los explosivos crepúsculos de Corillión. Luego se adelantó un poco en su silla y miró directamente a Lörgeer.

—Te voy a contar una historia. No sé si hayas escuchado sobre Altaír 9, o mejor dicho, sobre Trevanya.
—En la academia vimos algo sobre ello, pero mis intereses en esa época estaban en otro lado. —respondió un poco avergonzado Lörgeer.
—Esta bien, no importa. Es historia antigua, de los comienzos de la Expansión. Trevanya era un planeta muy similar a Corillión. Orbitaba alrededor de Altaír 9, a unos cuantos pársecs del Sol. Los Exploradores lo encontraron cuando en la Tierra aún reinaba la histeria de la sobrepoblación y sobreexplotación de los recursos naturales. Para ese entonces ya había unos cuantos planetas habitados, los de la primera onda colonizadora. Pero eran planetas agrestes, inhóspitos. Terraformarlos era duro, peligroso, y sobre todo, requería de mucho tiempo. Trevanya fue como un milagro caído de las estrellas.

Cuando los hombres llegaron a el, se maravillaron ante su belleza y sus hermosas diferencias con la ya sobrecargada y —francamente— poco atractiva Tierra. Y lo colonizaron. Al principio llego una cantidad relativamente pequeña de colonos. Trataron de respetar el equilibrio natural del planeta. El problema comenzó cuando llegaron cada vez más y más personas a Trevanya, atraídas por la promesa de una tierra nueva y maravillosa. El planeta fue cediendo cada vez más terreno, hasta que llegó un momento en que hubo de tomar una decisión: O se frenaba la expansión o Trevanya se convertiría en una nueva Tierra.

Como era de esperar, la opinión pública se dividió en facciones. Los más extremistas abogaban por la completa industrialización del planeta, proponiendo la maximización de los cultivos hidropónicos, así como la desecación de océanos para la extracción de minerales. Los conservadores —que en su mayoría eran descendientes de los primeros colonizadores y sentían como un deber la protección del planeta— proponían una política de migración hacia los nuevos mundos que para ese entonces los Exploradores del Núcleo habían encontrado. Como ninguno de estos planetas tenía las ideales condiciones de Trevanya, la discusión llegó a un impasse.

La historia en este punto se vuelve poco confiable. Se dice que algunos de los más reaccionarios de ambos bandos —inclusive se habla de otros intereses ajenos a estos— decidieron llevar al extremo la filosofía de Salomón.

— ¿Quien? —pregunto confuso Lörgeer

—No importa. Decía que los registros se vuelven confusos. Al parecer fueron reescritos una y otra vez, seguramente para convertir en héroes a villanos y viceversa. Lo importante es que en un momento dado, alguien decidió que si Trevanya no era de ellos —quienquiera que fueran ellos— en sus términos, no lo sería de nadie.

—Pero eso es ridículo, estamos hablando de un planeta entero, no de un asteroide o un cometa. —replicó Lörgeer.

—Aquellos eran tiempos de locura. A nuestros ojos, que han visto mejores días, nos parece descabellado. Pero para ellos, eran tiempos que pedían medidas desesperadas, aunque estas estuvieran basadas en decisiones incorrectas. Lo que se pudo sacar en claro de los registros que se pudieron rescatar, es que de algún modo, volvieron al planeta inhabitable. Radiactivamente inhabitable.

— ¿Cómo lograron algo así? ¿Bombas termonucleares? ¿De litio?

—No, al parecer usaron algún tipo de acelerador nuclear, o varios, al rededor de todo el planeta. Aceleraron e incrementaron la radioactividad de los elementos pesados de la corteza del planeta. El cambio fue gradual, no eran asesinos. Tuvieron suficiente tiempo para dejar al planeta y desperdigarse por los nuevos mundos. Y luego pasó algo curioso. Se creó una especie de tabú, ya que nadie habló de lo que pasó. Supongo que la vergüenza que les producía el haber sido expulsados de nueva cuenta del paraíso —y esta vez por su propia mano— contribuyó a su silencio. Ahora Trevanya es un mundo muerto y reseco que brilla con un leve fulgor mortalmente radiactivo. Y así seguirá.

Jürgen miró pensativo hacia la pantalla, en donde el globo luminoso seguía su curso inalterable a través del espacio, ajeno a los problemas de los humanos.

—Es una historia triste. —replicó Lörgeer. —Pero sigo sin ver la relación de todo ello con Corillión y tu veto. Ya no estamos en esos días. Esa locura ha sido extirpada. Ahora los hombres comprenden y valoran los mundos y su ecología. Como tú, por ejemplo.

—Es sencillo —contesto Jürgen, saliendo de su ensimismamiento. —La humanidad muestra un patrón, eso lo saben los estudiosos de las dinámicas sociales desde hace miles de años. Ni toda la adaptación que hemos tenido durante los siglos de la Expansión ni el explosivo desarrollo que hemos vivido bajo el Núcleo, pueden contra el condicionamiento genético que hemos sobrellevado durante millones de años. El ser humano es gregario por naturaleza. Salvo casos aislados que no importan en conjunto, se siente desvalido si no esta rodeado por sus semejantes. En muchos casos, ha llevado esta necesidad de compañía hasta extremos psicóticos. Los mundos del sector Palladrián, por ejemplo, que son unas autenticas colmenas humanas, aún teniendo terreno suficiente como para, si así lo quisieran, tener que viajar kilómetros para ver a un semejante.

Cuando el hombre, guiado por su instinto nómada, curiosidad o incluso necesidad, encuentra nuevas tierras mas allá del horizonte, cae en los mismos errores que ha cometido durante toda su historia. Ese es el problema; el hombre, en lugar de adaptarse el medio —como lo hizo cuando comenzó a andar en dos piernas— hace que el medio se adapte a él. Y esto no es sólo en términos ecológicos; el hombre incluso hace que el medio se adapte psicológicamente a él. ¿Cómo hace esto? Sencillo: en cuanto dispone de los medios, reproduce casi al pie de la letra todas las condiciones sociales del ambiente del que emigró. Esto lo podemos ver en la historia de la misma Tierra, ¿Que hicieron los ingleses cuando cruzaron el atlántico? Mataron indígenas, exportaron esclavos y comenzaron a vivir emulando las costumbres del lugar de donde venían. ¿Que hicieron los españoles en América? mataron indígenas, exportaron sus creencias y construyeron ciudades que eran copias al carbón de las de su país de origen. ¿Y que hicieron en Trevanya? El hombre se llevo toda su mezquindad e inequidades y acabó destruyendo un mundo perfecto. Esta es la naturaleza del hombre, pero eso no significa que no debamos —si está en nuestras manos— hacer algo para romper con ese patrón.

—Lo que dices tiene sentido. —dijo Lörgeer. —Pero creo que Corillión sigue siendo un caso extraordinario. Si en tu informe recomiendas que se establezcan protocolos de colonización en los que se tenga como prioridad la conservación del ecosistema en su estado natural, estoy seguro que nunca se llegaran a extremos tan desagradables. Como ya dije, estos son otros tiempos. La colonización ya no es una prioridad para el Núcleo. Las exploraciones con el simple fin de investigación pura o de localización de depósitos de materiales escasos es cada día más común. Incluso las nuevas técnicas de terraformación baratas y al alcance de cualquier economía hacen que la búsqueda de planetas ecológicamente viables por naturaleza no sea tan importante. Corillión sería un parque de recreo, por decirlo de alguna manera. —Lörger se recostó en la silla y cruzó los brazos tras su cabeza.

—Ese es el problema —replicó Jürgen. —Al principio será como dices, un parque de recreo, con unas cuantas poblaciones para adinerados o altos funcionarios del Núcleo. Pero poco a poco, más adinerados y más funcionarios querrán su tajada. Tú no lo puedes asegurar porque no has estado ahí. No has visto esos atardeceres con las dos lunas enmarcando el enorme sol. No caminaste por sus praderas tapizadas con terciopelo verde y naranja. No admiraste las auroras boreales desde la punta de sus montañas cortadas a pico. Corillión es un mundo hermoso. Lo sé, estuve ahí. Y por eso te puedo asegurar que si no proclamo un veto, un día se convertirá en otra cosa, algo que nada tendrá que ver con su realidad presente. Los viejos habitantes, movidos por la codicia, la presunción o simplemente por esa necesidad de comunidad —aunque sea reducida— irán acotando al planeta cada vez más y más. Se preguntarán "¿Para qué mantener todo un mundo virgen cuando podemos conservar sólo la mitad en ese estado?" "¡Vengan y admiren como el hombre a sojuzgado una vez más a la naturaleza!" y después de un tiempo, cuando se sientan más presionados y su necesidad de presumir su posesión crezca de nuevo, dirán: "¿Y por qué conservar medio planeta virgen? Con unos millones de hectáreas es suficiente" Y así, poco a poco, hasta que Corillión no sea más que un parque de diversiones, un jardín, una parodia de lo que alguna vez fue. Sometida su ecología y su espíritu, quebradas sus raíces y sepultada su belleza bajo la férrea y homogeneizadora mano colonizadora del Núcleo. No Lörgeer. No permitiré eso, salvaré a Corillión de ese destino.

—Debo reconocer que tu razonamiento es valido. —dijo Lörgeer con un suspiro. —Además, tú sabes bien que siendo Explorador en jefe tu dictamen es inapelable. Lo que tú decidas, será. Y confió en ti. Así que no hablare más del tema.

—Créeme, es lo mejor. Además, con los adelantos en cuanto a las técnicas de terraformación, como tu mismo dijiste, el costo de convertir un planeta yermo en algo que se ajuste a los estándares humanos es risible. No hay necesidad de manosear una joya como Corillión. —Dijo Jürgen levantándose y dirigiéndose hacia la consola. —Ahora bien, largo de aquí. Tengo que comenzar mi reporte. Te veré en la sala de oficiales en un rato. Y dile a Beörl que me guarde algo de esa botella de Lakaria. Quien sabe cúando regresemos a ese planeta de magníficos y simpáticos borrachos.

—Está bien. Y si Wödan llama de nuevo, por fin podré darle una respuesta que no haga enrojecer su regordete rostro. —dijo Lörgeer mientras salía y cerraba la puerta.

Jürgen se dirigió hacia la consola y activo un par de controles. Comenzó a dictar.
Cargo: Explorador en Jefe Bew Jürgen.
Nave: TS Wotan. Sección: 42-Türgell del Consejo de Exploración del Núcleo.
Destino: Brazo Espiral Proteus. Cuadrante 84-126IS.
Tarea: Evaluar, Clasificar y Emitir recomendación y/o veredicto sobre Cuarto Planeta, Estrella G3, en Zona ecológica viable. Sin Vida Inteligente indígena.

Comentarios:

El planeta es ecológicamente viable para sustentar vida humana sin requerir terraformación. Observaciones personales [clasificadas bajo el Código ER23 de la Comisión Exploradora del Núcleo] determinan el veto definitivo e inapelable del planeta. Ninguna actividad colonizadora y/o patrullas expedicionarias serán autorizadas. El veto no prescribe ni puede ser anulado. Se solicita la movilización de estaciones orbítales automatizadas de vigilancia para tal efecto.

Jürgen interrumpió la grabación y se recostó en la silla, pensativo. Si bien las razones que le había dado a Lörgeen eran validas y sinceras, había una más.

Hace miles de años, cuando el ser humano aún no había salido del planeta madre, existieron hombres que atesoraban joyas y gemas preciosas. Algunos lo hacían por avaricia, poder y codicia, sin preocuparse por la belleza de estas. Solamente los miraban como artículos con un valor que era determinado por el mercado. Había hombres que eran dueños de enormes lotes de joyas y jamás se detenían a mirarlas. En cambio, había otros más, unos pocos, que apreciaban esa joyas por su valor intrínseco, por su belleza pura. Para ellos tenían un valor que no podía ser comparado con nada material. Hombres que admiraban una joya solo por lo que era: un único e irrepetible objeto que simbolizaba la belleza.

Y para Jürgen la analogía ni siquiera era correcta. Por ejemplo, un diamante era tallado para obtener más de el. Su belleza, aunque impresionante, no dejaba de ser prefabricada según los cánones del hombre. En todo caso, se trataba más de comparar diamantes con granos de arena. Y para Jürgen, Corillión era un grano de arena, una pequeña partícula inalterada y pura.

Y nadie, jamás, podría ver con malos ojos que un hombre atesorara, protegiera y salvara a su modo a un pequeño grano de arena perdido en la inmensidad de una solitaria playa.

Caminó de nuevo hacia la pantalla. Una hermosa esfera azul-morada brillaba surcada por hilos de plata. A un costado, dos pequeños puntos cruzaban majestuosamente sus cielos. Era rodeada por un halo de crepúsculos que lo teñían todo de tonalidades violetas. Un pequeño grano de arena flotando en la silenciosa majestuosidad de un mar rebosante de luz.

Jürgen sonrió.


23 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente! Felicidades por tu post, me ha gustado mucho.

Anónimo dijo...

Ah no mames pinchi huevo te la rifaste, felicidades.

salaverga dijo...

Jajajaja pinche Jurgens tan delicadito

[KwZ] dijo...

tl;dr

Unknown dijo...

Me sorprende que Jurgens comprenda la naturaleza depredadora del hombre sin sentir ira o desprecio. Yo me he indignado más de una vez cuando visito a mi familia en Cancún y veo que algunas playas ya parecen Caletilla de Acapulco.

Anónimo dijo...

too long didnt read

Joel BD dijo...

si, estuvo muy largo, pero la verdad valió la pena... bien pinche producto de gallina

Manuel Lomeli dijo...

Excelente, Luis.

Yanosoy dijo...

Al final, Jürgen, también era humano.

[-Kobain-] dijo...

Muy muy chingon..

Liliane dijo...

Muuuuuuuuuuuy bueno. Como siempre.

Beso



PD - Te lo robé. :D

admin dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Igual si le quitas redundancias, lugares comunes y algo de basurilla podría funcionar mejor.

Buen texto, felicidades

Anónimo dijo...

Me gusto la idea del texto, solo tengo 2 preguntas: aun con tanta tecnología seguían usando materiales hechos de plástico? y los 2 satélites de Corillión también se llamaban luna?

Luis dijo...

De hecho, seguramente todo sera de plasticos, de polimeros inteligentes. ¿O que material se te ocurre? ¿Madera?

Y se usa el termino "lunas" al igual que satelites, no como nombres propios.

Luis dijo...

Y muchas gracias a los todos, los amo.

Mefistofeles dijo...

Puto me hiciste llorar!

arboltsef dijo...

Sí, está bueno.

Nomás lo de costumbre para hacerlo mejor sería: los pinches acentos, que le quites esos modos de traductor de Ciencia Ficción (su rostro regordete, ¿quién habla así? ¿y por qué todos en el futuro tienen un oído tan terrible para el español?), "al rededor", y qué intrínseco quiere decir "universal", ¿cómo no todos los hombres podemos apreciar esas joyas por su valor intrínseco? Ahí le rompes un poco, lo que creo, es el significado.

Este texto tuyo si está como para re-escribirlo y dejarlo BIEN.

Anónimo dijo...

Arbolito tienes envidia porque a ti ni te pelan aunque según tú escribas BIEN? digo porque para sentir que uno puede corregir a otro es porque cree que uno lo hace BIEN

arboltsef dijo...

Jaja, anónimo... Luis sabe porque le comento las cosas, y él lo toma en el sentido que debe ser.

Lo único que -probablemente- le envidio, será las fanáticas tan persistentes y lindas que tiene.

Tranquis. Éste en particular está bien hecho y tiene mucho potencial. No sólo yo envidio su texto, seguro muchos. Está bien hecho.

¿Por qué no perfeccionarlo?

¿Y por qué un lector debería contentarse con las migas?

MarillTachiquin dijo...

Me vas a matar, pero cuando lei el primer parrafo, no pude dejar de pensar en Jurgen Von Estrangulo de los Padrinos Magicos =P

Excelente escrito, y muy hermoso. Como alguien con tanto poder regresa a la humildad de la conservacion, pero a la vez, la avaricia de que solo el pueda verlo y nadie mas disfrutarlo. Tan contradictorio pero tan sano.

Te felicito, no cualquiera hace escritos tan detallados como ese ,realmente hiciste volar mi imaginacion =)

Anónimo dijo...

Excelente reply de arboltsef es lo mejor que ha escrito en toda su puta vida.

Chias.

daniela dijo...

apenas lo leí completito. de acuerdo con arboltsef en lo de perfeccionarlo, de acuerdo con que es muy buen post.
lo que platicábamos ese día, como el hombre ha hecho lo mismo una y otra y otra vez; y sin embargo, queda un cachito de esperanza, tal vez algún día rompamos el patrón, tal vez algún día podamos ver más allá de nuestra nariz.
piel chinita con el final.

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