miércoles, 9 de junio de 2010

La Partida






2138 D.C

Se detuvo frente a la compuerta y manipuló los controles hasta que apareció un aviso en rojo sobre la pequeña pantalla frontal: "Peligro, exclusa al vacio", luego, lentamente giró la manija y salió. Dio un salto corto y cayo levantando un poco de polvo, que lentamente se volvió a posar alrededor de sus botas, después, cerrando tras de si la compuerta, se alejó dando pequeños saltos, no porque temiera salir disparado hacia el espacio, ya que por muy fuerte que se impulsara nunca podría superar la velocidad de escape de la Luna, pero aún así, en un descuido, podría alejarse demasiado de la superficie, lo que le restaría tiempo, tiempo que quería aprovechar al máximo.

Se alejó un par de kilómetros, hasta que encontró lo que buscaba. Se detuvo y miró en todas direcciones. Nada. Estaba solo. Desconecto el altavoz de su intercomunicador y se sentó mirando hacia el frente.

Ahí estaba, colgada como una gran esfera reluciente, con un brillo casi cegador. Se veía cubierta por grandes nubarrones y de tiempo en tiempo se dejaban ver, rodeadas de un hermoso azul, las grandes masas de tierra, ¿Era eso el Sahara? Sintió una punzada de dolor al pensar en el proyecto que le había tomado tantos años perfeccionar, así como tantos sacrificios; robarle terreno al desierto y convertirlo en tierra fértil y productiva, un oasis en medio de una tierra abarrotada por 10,000 millones de humanos. Casi lo habían logrado cuando ocurrió la desgracia.

Aguzó la vista y encontró lo que buscaba, unos pequeños puntos de luz alrededor de la Tierra. Eran las colonias espaciales que orbitaban el planeta. Muchas de ellas viajaban a la deriva, sin nadie en los controles que las mantuvieran funcionando; eran unos gigantescos sarcófagos orbitando un planeta que pronto seguiría el mismo camino...

Todo fue demasiado rápido, la epidemia se extendió velozmente. Mucha gente ni siquiera estaba enterada de lo que estaba pasando, pero cuando los comunicados oficiales del Gobierno Mundial salieron a la luz, todo se volvió un pandemónium.

Él y los que se pudieron reunir tuvieron que hacer todo el trabajo a una velocidad casi sobrehumana; los últimos días tuvieron que trabajar por turnos vigilando las instalaciones de las turbas enloquecidas que deseaban escapar del planeta, pero que de haberlo logrado, hubieran condenado a toda la raza humana. Aún así varios lograron escapar hacia las colonias orbitales más cercanas, contagiando a todas las tripulaciones y matándolas por completo. Irónicamente, algunas de esas colonias vacías sirvieron como conejillos de indias en las pruebas con los nuevos motores y portales neutrínicos que estaban desarrollando desde hacía décadas. Habían mandado apresuradamente algunas manejadas a control remoto, y cuando se pusieron en funcionamiento los nuevos motores experimentales, las naves enteras simplemente se desvanecieron, no sin antes sufrir una de deformación superficial. Por lo menos no habían explotado instantáneamente, lo cual habría sido el final. Ahora sabían que las naves habían llegado a algún lado, ¿Pero a dónde? Por lo que sabían, podrían estar en Cygnus o en Andrómeda, o a la mitad de las nubes de Magallanes, imposible saberlo, se necesitaba más tiempo para hacer más pruebas, tiempo que no tenían.

Así que se decidió, y se hizo todo lo que posible sobre la superficie de la Tierra, lo que no, lo harían en una pequeña escala en la Luna (a estas alturas ya ni siquiera las colonias orbitales más alejadas eran seguras; una nueva mutación del virus en forma de espora resistía el vacío y el frio interestelar, era sólo cuestión de tiempo para que llenaran el sistema solar) para afinar los últimos preparativos y después, pues bien, después descubrirían lo que podían hacer los motores neutrínicos.

Una luz parpadeo a cerca de su ojo izquierdo, era la señal del intercomunicador, estaban tratando de comunicarse con él.

-Adelante -la señal crujió.
-Estamos esperándolo capitán, todo está listo -esperó un momento y respondió. -Estoy en camino, comiencen la secuencia de carga neutrínica, yo confirmare a bordo -y corto de nuevo la comunicación.

Miró por última vez la Tierra, la cual se veía tan apacible que era difícil creer lo que estaba ocurriendo bajo sus nubes, sobre la superficie y bajo el mar. Todo tenía que salir bien, tenía que salir bien. Era la única posibilidad.

Dejó que sus ojos se inundaran con su luz y se dio la vuelta. De nuevo inicio sus rítmicos y largos saltos en dirección a su pequeña nave, la cual lo llevaría a la colosal colonia que orbitaba la Luna, esperando por él.




80346 D.C


El ser se detuvo y contempló el planeta que tenía frente a él. Una primera inspección visual no revelaba nada extraordinario. En los primeros siglos de la Expansión, parecía insólito que se encontraran tantos planetas tan similares, pero al pasar el tiempo, se volvió rutinario, al parecer la naturaleza era constante.

Bajó de la cápsula y lentamente miró a su alrededor. Al mismo tiempo que recibía las lecturas de la madre nodriza, él hacia las propias, cotejándolo todo con el neuroprocesador que se ubicaba en la parte baja de su frente, el cual funcionaba más rápidamente que cualquier maquina. Se concentró e imperceptiblemente cambió su estructura molecular interna y externa para hacerla compatible con la atmósfera de aquel planeta. Oxígeno y nitrógeno en su mayor parte, además de algunos otros gases en cantidades despreciables.

Con un toque en un micro panel de su antebrazo, su traje hecho de polímeros de sólo unas micras de espesor, pareció disolverse y entonces dejó que los receptores sensoriales de su cuerpo se inundaran con el caudal de información ambiental, y de pronto, mezclado con los miles de datos, algo disparó una alarma antiquísima imbuida en su neuroprocesador. Él ni siquiera sabía que dicha alarma existía y tuvo que cotejarla con la base de datos de la nave nodriza. Cuando supo de qué se trataba, un escalofrío recorrió todo su cuerpo.

Era un trazo muy leve, casi imperceptible, pero ahora que sabía lo que buscaba, ahí estaba; un residuo de cierto antiquísimo código genético. Trató de separarlo de las demás signaturas químicas, buscando febrilmente en la enorme base de datos, y al mismo tiempo eliminado posibles yuxtaposiciones falsas o desechadas anteriormente. Para un observador externo, el ser solamente parecía estar meditando con los ojos cerrados, pero dentro de su compleja estructura neuronal, había una actividad inconcebible, y de pronto, ya no tuvo dudas.

Sus ojos se abrieron y en su rostro se dibujó una enorme sonrisa. Una búsqueda olvidada hacía milenios de pronto se había terminado; él la había encontrado. Después de casi 80,000 años, un hombre volvía a pisar la Tierra. Él era el primero, pero después vendrían muchos, muchos más. Habían regresado a casa.


8 comentarios:

Kuruni dijo...

Ay me gustó mucho...!!! (lo cual es raro porque ando de malas).

David G dijo...

Excelente la historia le doy 193948575463637.45 en la escala

Anónimo dijo...

Clap Clap muy bueno y la enojada que chingue a a su madre.

David dijo...

Siempre empiezas tus relatos cientificciosos de la misma manera mamona de siempre: se detuvo, miró, abrió los ojos, etc. En general me gustan tus escritos, pero me caga que la primera frase comience con los mismo pretéritos pendejos de siempre. Que hueva.

Anónimo dijo...

Deberias de leer a michel houellebecq, en especial "la posibilidad de una isla" creo vas por el mismo canal.

un saludo

Carlos Cuautemo Sanchiz dijo...

Esta mas o menos, lo importante es que te esforzaste en hacerlo, le quieres meter mucha profundidad a las palabras y la cagas. Te sugiero que empieces copiando instructivos de aparatos electricos para que le des mas sentido.

buenos dias

ESTRELLA dijo...

uppss, woooow, me gusto.

Marthz dijo...

Excelente, me encantan este tipo de historias.

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