jueves, 8 de julio de 2010

Zopilotes y árboles genealógicos



Cuando se trata de caricias y arrimones entre ancianos hay dos historias de las que me acuerdo.

I.

La primera historia consiste en el relato de García Márquez sobre los amores de Florentino Ariza y Fermina Daza. En específico, la parte que más me impresionó es cuando Florentino, por fin cerca de ver cumplido su sueño de un chingo de décadas, consistente en bajarle los calzones a Fermina, tiene una evocación odorífera. Al darle un beso a Fermina "el olor agrio de la edad" le recordó lo que le dijo una amante añeja:

- Ya olemos a gallinazo.

(En estas latitudes a los gallinazos se les dice zopilotes)

Las reflexiones de Florentino Ariza y las pestes fúnebres que últimamente he percibido que emanan de mi humanidad me hacen preguntarme si no faltará mucho para que ya me bajen a la tumba.

II.


La segunda historia de amores entre octogenarios que voy a platicar, la leí en una antología de cuentos de Alfred Hitchcock y se llama No sacudan nunca un árbol genealógico de Donald E. Westlake.

No la he leído en años pero creo que iba así:

La protagonista, una viuda de economía desahogada, es aficionada a la genealogía. Está inscrita a varias revistas genealógicas en todo el país e intercambia información de gente muerta con otros aficionados.

Al poner un anuncio para obtener datos sobre una señora que aparecía fugazmente en una rama antigua y lejana de su árbol genealógico, llega a su vida un anciano, muy pulcro y muy catrín que resulta ser descendiente directo de la señora fugaz. Al poco tiempo, el anciano empieza a cortejar a la viuda y a ella le cuadra tanto la idea que se casan.

Al regresar de la luna de miel, la protagonista revisa su correspondencia atrasada, entre la que hay muchas cartas respondiendo al anuncio que había puesto meses atrás. Al recopilar la información se da cuenta que la señora fugaz por la que había inquirido, aparecía y desaparecía de varios árboles genealógicos siguiendo el mismo patrón: se casaba con algún viudo opulento, a los pocos meses el viudo moría, ella vendía sus propiedades y abandonaba el pueblo.

Durante la reconstrucción de la vida de esa autoviuda múltiple del año de la canica, la protagonista se pregunta si su flamante marido, descendiente directo de esa mujer, no tendrá las mismas mañas. Para sacarse la idea de la cabeza investiga discretamente el pasado de su marido y se da cuenta que lo que sabe de él es śolo una fachada que ante su escrutinio se cae como castillo de naipes.

¿Cómo resuelve el dilema la protagonista de estar casada con alguien que quizá la quiera matar?

Simple. Continúa casada. Con eso la protagonista sale ganando por partida doble: tiene a un señor muy pulcro y muy catrín que le baja los chones y durante el resto del tiempo que trae los chones puestos, se quita lo aburrida echándole a perder a su marido las ocasiones que este tiene para matarla de tal forma que parezca accidente. Y es feliz.

¿No es genial la historia? Si alguno de uds la tiene a la mano, por Hitchcock, rólela.

3 comentarios:

YoSabina dijo...

Mmm.. te faltó relatarlo mejor... así no llama la atención..

YoSabina

Manuel Lomeli dijo...

Pues bueno, el gusto se rompe en géneros. A mi me agradó el ritmo. El crossover ensayístico me recuerda La Soirée avec Monsieur Teste de Paul Valéry, obviamente guardando las consabidas distancias.

Ya sabe usted que me gusta mucho como escribe.

Un saludo.

ULISES AXEL GOMEZ MICHEL dijo...

chingas a tu puta madre manuel, muerte al puerco joto latino!

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