A Madeline la conocí en un pueblo al noreste de Kansas mientras estudiaba de intercambio y becado el último semestre de preparatoria.
De Madeline me enamoré instantáneamente. Ella tardó más en hacerlo, pero el día que sintió lo mismo por mí, no dijo nada: me tomó del brazo después de perder un partido de voleibol, me llevó al patio detrás del gimnasio y ahí, bajo la pizarra electrónica que contaba las anotaciones en las temporadas de fútbol, alivió con un beso la derrota de su equipo y mis labios partidos por el frío de aquel otoño de 1993.
Nos veíamos todos los miércoles y fines de semana. Los miércoles en clase de arte y educación física, los fines de semana en la única lavandería del pequeño poblado de Atchison, conocido mundialmente por sus historias de fantasmas y la calidad educativa del plantel benedictino en el que perfeccionaba mi inglés.
Los sábados por las mañanas los sacerdotes encargados de las residencias para varones de la institución –cuyos pasillos estaban repletos de historias de terror- hacían viajes al “dowtown” para que los alumnos paseáramos, laváramos ropa, compráramos víveres, metiéramos cartas al buzón o llamáramos a casa.
Madeline llegaba en punto de las ocho. Su tía -con quien vivía desde el divorcio de sus padres- pasaba a dejarla en un coche antiguo de color rojo resplandeciente. A esa hora los vidrios del negocio, aún cerrado, permanecían empañados por el rocío del alba. Matábamos el tiempo jugando “ahorcados” sobre la resbaladiza superficie del cristal. Los dueños –una pareja de hindúes- llegaban minutos después de dos partidas que nunca podíamos desempatar.
Recuerdo su mano buscando el bolsillo de mi sudadera para entrelazarse con mis dedos. Caminábamos hasta el fondo del corredor formado por viejas lavadoras y secadoras puestas una frente a la otra. Cambiaba algunos billetes por monedas de un cuarto de dólar. Los dueños acostumbraban poner termos con chocolate caliente por 25 centavos sobre el mostrador. Mientras Madeline servía un par de vasos yo vaciaba la ropa sucia dentro de los antiguos aparatos. Bebíamos el chocolate y con el primer trago desaparecía el olor a detergente del lugar. Platicábamos de todo lo que mi limitado inglés me permitía. Madeline aprovechaba para corregir mi gramática y pronunciación, que le causaban mucha risa. Mitigábamos a besos los silencios. Y esperábamos.
La máquina se detenía y pasaba mi ropa a la secadora. Depositaba cuatro monedas por la ranura y echaba a andar el artefacto. Bebíamos el segundo vaso de chocolate que, por lo regular, la mujer hindú nunca nos cobraba.
El ruidoso cilindro metálico dejaba de girar. Abría la portezuela y del interior emanaba un vaho caliente y espectral que perfumaba nuestro espacio. Doblábamos mi ropa y la metíamos en la mochila que entre semana utilizaba para cargar libros a clases. He de confesar que me daba mucha vergüenza cuando Madeline veía mis calzones teñidos -la mayoría- de gris y rojo. Cada que los doblaba sonreía, y su sonrisa me recordaba que la ropa blanca nunca se lava con la de color.
Salíamos del “Wash and Go” y paseábamos por el camellón central de la vía comercial de Atchison, que para esa época del año se tapizaba de hojas anaranjadas. Caminábamos sin rumbo: hacia el boliche, la pizzería, el McDonalds o la sala de cine que proyectaba dos meses después las películas de estreno. Siempre tomados de la mano.
Regresábamos a Maur Hill antes de las ocho, hora que por obligación los alumnos residentes teníamos que estar en los dormitorios para evitar sanciones, como ser monaguillo durante un mes en misa dominical, lavar los baños del edificio o el riesgo de un reporte por no acatar las reglas de la institución. Con tres reportes quedabas fuera.
Cuando se hacía tarde cortábamos camino por las vías abandonadas del tren, donde se apreciaba a los costados del terraplén un cementerio de sillones, refrigeradores, colchones, sillas y restos de casas devastadas un año antes por el huracán Calvin.
Nos besábamos en los límites del colegio, besos que dos veces me metieron en problemas con el Father Thomas: prefecto del edificio St. John que prohibía todo, incluso hablar en español; y una llamada de atención de la directora de Maur Hill Institute, Miss Paula. Ambos amenazaron con llamar a mis padres y echarme de la escuela si seguía con esas “muestras de afecto inapropiadas”.
Apenas me desprendía de sus labios y Madeline emprendía el regreso entre la sombra de los pinos. Me gustaba contemplarla internándose en la fronda que recortaba el pardo horizonte. Antes de ser tragada por la maleza, se detenía y volteaba: me miraba y soplaba un beso que viajaba hasta mi mejilla entre el aroma de las ramas que se pintarían de blanco en el invierno.
La noche antes de regresar a México aproveché un descuido del Father Thomas para escapar del St. John por la ventana de las regaderas. Madeline me esperaba en la parte trasera del gimnasio, cerca de donde nos besamos la primera vez, en un rincón que los reflectores de la pista de atletismo no alcanzaban a iluminar. Su tía esperaba dentro del coche rojo a la vuelta de las oficinas administrativas, frente a la dirección de Miss Paula.
Nos dimos un abrazo largo y fuerte. Más largo que fuerte. Madeline me entregó el anuario con una dedicatoria en tinta morada y bolitas en vez de puntos sobre la ies. Mencionó que terminando la escuela regresaría a vivir con su madre a Nebraska, lo que la ponía muy feliz y derramó su primera lágrima de la noche. Limpié con un pulgar la tímida gota que resbalaba por su mejilla y la besé pensando que tal vez nunca la volvería a ver.
Metí mi mano entre el elástico delantero de su pantalón deportivo y acaricié la tela húmeda de su ropa interior.
Le susurré promesas de amor al oído. La voz se me quebraba. Mis dedos se empapaban en cada caricia. Y Madeline se estremecía. Fue hermoso.
Lloró cuando nos dimos el adiós definitivo. Entre sollozos prometió que me escribiría a diario. Yo aguanté el llanto, pero sentía como si una prensa hidráulica me apretara la garganta. La miré correr entre el jardín cuando la ventana de una de las habitaciones del St. John se iluminó. Escuché el rugido del motor del coche rojo y una mano ondeando en la oscuridad de la noche fue lo último que vi.
Entré a los dormitorios por donde había escapado y atravesé con cautela la penumbra del corredor. Las historias de espantos que guardaba el edificio no se atrevieron a pasar por mi mente. Dentro de la habitación no pude conciliar el sueño. Pasé las horas oliendo mis dedos perfumados por la entrepierna de Madeline y labrando su nombre en mi corazón.
Lloré hasta el día siguiente, cuando subí al avión de regreso a Monterrey. Madeline no había podido ir a despedirme al aeropuerto de Topeka. Miré a través de la ventanilla y el mundo parecía una maqueta, un trabajo escolar. A cientos de metros de altura, en una de sus diminutas calles, imaginé ver un coche rojo. Ondeé inocentemente la mano -impregnada aún de su aroma- a contraluz del blanco intenso de las nubes.
Ayer viernes saqué del último cajón del clóset el anuario de Maur Hill Institue para masturbarme viendo fotos de Madeline Carpinely. El cansancio y el exceso de alcohol me impidieron hacerle el amor a su imagen grabada en mi memoria
52 comentarios:
Que buena lectura acabo de hacer
Me agradó mucho tu aportación...
NO PUDE LEER EL TEXTO EN SU TOTALIDAD MI BUEN AMIGO GUSTAVO, PERO CUANDO LLEGUE A MI CASA (PORQUE ESTOY AHORITA EN LA MAESTRIA)LO LEO "SI NO LO DECIA EXPLOTABA" JAJAJAJAJ
POR CIERTO
QUE HOY ESTES CON QUIEN MAS DESEES ESTAR, QUE HOY COMAS LO QUE MASSS DESEES COMER, QUE BEBAS LO QUE MASSSS DESEES BEBER, Y QUE ESCRIBAS COMO TU REGALADA GANA TE DE. FELICIDADES.
GLORIA S.L.P.
Muy chingón.
Y no es por adular, me vale madre.
Muy chingón.
Y no es por adular.
Una historia sencilla y bien contada, sin mamadas, está condenada sin remedio a ser buena. Esta es muy buena. Saludos.
Gracias a todos los que han comentado y a los que comenten después.
Que tengan buen sábado.
Nos vemos el próximo fin de semana.
Casi todo lo que he leído en Recolectivo me ha gustado, unos más que otros, y otros de plano NAAADA...
pero éste ha ganado.
qué bonito!!! snif
FELIZ CUMPLEAÑOS GUFFO!!
Feliz cumpleanios Guffo!!
Toma toda la cerveza que puedas hoy, pasala con quien mas quieras y sigue escribiendo asi de chingon.
Saludos.
Snif, qué triste... ¿y por cuánto tiempo no te lavaste la mano?
¿Es tu cumpleaños, muchas felicidades por ponerte más viejo y más amarguetas. ¡Salud! Nomás no tomes Tecate.
que buena historia, muchas felicidades.
cagado lo del aroma de la mano, de chavos es un clasico...
gracias a dios tenemos a Guffo en este Blog, los demas en su mayoria con contadisimas exepciones escriben de la verga y si ese no es el caso escriben puras pendejadas.
Gracias Guffo usted si sabe contar historias.
Chingoneria.
Excelente historia don Guffo, aunque que wey se vio el prota nomas metiendo mano, hubiera aprovechado hombre!
Saludos.
Mi primer comentario en recolectivo es para...
Me gusto bastante la historia, de hecho tuve irremediablemente el deseo de oler mi mano; el olor a cigarro no es tan excitante...
xD
muy buena historia.
Es de la que mas me ha gustado en ReColectivo.
yola
Qué buen texto. Casi pude ver a los personajes de tu historia.
:)
Utama muy bueno, guffo llano y entendible, como debe ser. Una historia desde el principio debe ser interesante no como algunas aberraciones que he visto por aquí que desde el primer parrafito ya empieza a dar una tremenda hueva. Es muy placentero leerte cabron,
Muy bueno guffo
hasta llegue a oler ese sabroso aroma a mujer, mmmm....
tu y plaqueta rulean
Pala madre!!! ya era hora de que apareciera algo bueno en este blog.Los demás escriben puras pendejadas (disque chistosas y acaloradas)...
Bien chingón el escrito
Muy bueno, cada palabra desde lo mas profundo de tu ser. me alegro el dia
esto está genial... de verdad...
Qué padre texto colega.
Feliz cumpleaños, un abrazo.
no mames, que huevita tus traumitas
felicidades guffii!
hey guffo.. feliz cumpleaños.
me agradó bastante la historia, como siempre lo sencillo y simple dicen, es lo más bonito
Escribes mejor de lo que moneas, y vaya que es un elogio
Chingon, chingon
pero si era despedida para siempre, debio pasar mas con esa mano 8-)
Que buena aportación...
Felicidades
Y la volviste a ver entonces?
me gustó mucho! escribes bien chingón!
Muy bueno, genial tu texto.
Un tanto triste, un poco de nostalgia vino a mi y en cierta forma me acorde de "the wonder years" (XD), tal vez por que era High school (segun entiendo), tal vez porque era otoño, o tal vez porque era 1993 (si, los 90s, siempre me dan nostalgia).
Felicidades.
Estupendo, Guffo.
Voy a decirte la tipica pero cierta mamada que siempre te dicen: publica un libro,
Tu mismo lo puedes ilustrar y asi por cada libro de Guffo vendido, uno de Yordi Rosado menos!!!!
Saludos.
Muchas gracias por las felicitaciones en mi cumpleaños número 32 y por haber disfrutado (aguantado) mi largo escrito.
Les mando un saludo a cada uno de ustedes y que tengan buen inicio de semana.
Que buenas epocas de cuando la baba de perico entre los dedos no fallaba en las dates de aquellos tiempos mmmmmm... arrooooozzzzz....
ahorita vengo voy hacerme el amor solito con mi album de fotos (todo sea para honrar el recuerdo de madeline)
Guffo... ¡¡Muchas felicidades!! (con 2 signos de exclamación, bien bonito eda?) No sólo por tu cumpleaños, sino por el escrito que como te darás cuenta ha sido del agrado de muchos.
¡Y salud por otros 32!
Arriba Guffo. Sé que te vale madres la opinión de los demás, pero este post es, para mi gusto, el más chingón de la semana.
Enhorabuena, mano.
Y claro: salud por otros 32.
HOla guffo una historia muy melancólica me encanta como trasmites los sentimientos y nos llevas a el ambiente... Que envidia Madeline...
saludos.
Feliz cumpleaños atrasado guffitoo!
Me gusto mucho tu texto, siempre describes a tus viejas con amor, sin pretensiones o ensalzamientos.
vientos!
Pasé las horas oliendo mis dedos perfumados por la entrepierna de Madeline
*snif*
... tiempo después uno pretende recordar esa esencia aun cuando haya desaparecido mucho antes de rendirse a la costumbre de lavarse las manos.
¡Qué chingón texto Guffo!
Antes que nada, muy feliz cumplea;os!!!! Que sigas cumpliendo mas y que tu vida este llena de dicha y felicidad!
y que chido de tu parte el compartirnos esa parte importante de tu juventud. Y nos dejaste a todos con la inquietud de si seguiste manteniendote en contacto con ella, pero yo creo que no porque nunca habias hablado algo sobre ella =P
y por qué la manoseó?
Oh el Fuhrer . . .
Me gustó mucho tu escrito Guffo.
Feliz Cumpleaños :)
Lo léi por fín, excelente como siempre mi buen amigo Gustavo Caballero; que lindos son esos amores yo también tuve uno con un muchachito que se llamaba Jimmy Lucas, sucedió en el Hotel Valles, teníamos membresía una amiga y yo, recuerdo que enlazábamos nuestras piernas debajo de la albercaaaa, huyyy lo recuerdo y es una sensación muy feliz.
GLORIA S.L.P.
P.D Ya 32??????? jijijiji
sobres..
Que bonito, me gusto mucho,esta escrito con el corazón, Ñaaaa! neta esta chido.
Ha! felices 32 añotes
Un relato muy bien contado carnal. Vientos!!!
Que onda men. Que triste esa situacion, muy buen relato
Saludos
Lo mejor que he leído en recolectivo, sin lugar a dudas. Felicidades Guffo por tu cumpleaños y, en este caso, por la excelente lectura que nos has regalado. Saludos.
Lo mejor que he leído en recolectivo, sin lugar a dudas. Felicidades Guffo por tu cumpleaños y, en este caso, por la excelente lectura que nos has regalado. Saludos.
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