.
Estos son los ejercicios en Recolectivo
Ejercicio 38: Refranero Popular
Ejercicio 33: Inocentes esperanzas
Ejercicio 31: Sueños de pueblo
Ejercicio 30: Héroes sin calle
Ejercicio 26: Egolatria Desinteresada
Ejercicio 25: Señales del Apocalipsis
Ejercicio 23: Miedo a los niños
Ejercicio 18: Otra forma de morir
Ejercicio 17: 27 de enero, 2059
Ejercicio 13: Recuento de daños
Ejercicio 12: Un toque de mota
Ejercicio 9: Rebelde sin causa
Ejercicio 7: Obsesiones infantiles
Ejercicio 6: Si tuviera una maquina del tiempo...
Ejercicio 4: Asústame panteón.
lunes, 17 de noviembre de 2008
Ejercicio 7: Obsesiones infantiles - Falso Profeta
Una de las cosas que más recuerdo de mi puerilidad eran las hormigas a las que observaba durante horas en el patio de mi casa. Había dos clases de hormigas, las rojas y las negras, y estas tribus siempre estaban en guerra, se mataban unas a otras.
A veces tomaba una hormiga de la tribu negra y la arrojaba en medio del festín de las hormigas rojas, las cuales generalmente eran más agresivas que las negras. El espectáculo era impresionante. Las hormigas rojas, al instante en que la veían, la atacaban, la sujetaban de las patas con sus tenazas y la picoteaban hasta la muerte. Lo que venía a continuación era aún más asombroso para un niño de mi edad: La llevaban hasta la entrada del hormiguero (una grieta en el concreto cerca de la puerta de entrada) le arrancaban sus extremidades y colocaban la cabeza de la hormiga negra justo en la entrada del nido.
“¿Por qué lo hacían?” Era lo que me preguntaba. Quizá para intimidar a otras alimañas y evitar que se acercaran, o para engatusar más hormigas negras y atraparlas como presa, o simplemente como trofeo decorativo y de orgullo tribal. Sin embargo yo lo quería ver como una exhibición montada por el despotismo de una reina malévola que castigaba a los que se revelaban contra ella.
Muchos minutos me embelesaba yo viendo decapitaciones por parte de verdugos rojos contra recolectores negros. Poco a poco me fui obsesionando con la idea de jugar al todopoderoso arrojando inocentes al sitio ritual de los sacrificios en mi honor. Y lo que más me entusiasmaba era el hecho de saber que tenía yo el poder de intervenir, si quisiera, y salvar a ese pobre recolector negro al que yo mismo había puesto en esas circunstancias.
A menudo, cuando la tribu roja estaba reunida alrededor de una hormiga negra, listas todas para descuartizarla cruelmente; asomaba yo mi dedo desde el cielo haciendo temblar su tierra. Las hormigas rojas huían despavoridas buscando refugio bajo las hojas y las pequeñas basuritas, mas no eran suficientes para escapar de mi furia divina… las aplastaba irremediablemente… La deidida vengativa del cielo las embarraba en el pavimento con la misma crueldad que ellas mataban a las hormigas rivales, una tras otra sin escapatoria…, era un apocalipsis cumplido y ejecutado…, todo quedaba destruido.
Pero también castigaba a la tribu de hormigas negras de vez en cuando, generalmente cuando brotaban muchas de ellas en los calores de agosto.
Tomaba yo una bolsa de plástico y la quemaba con un encendedor de modo que los pedazos calientísimos derretidos del plástico cayeran en donde las hormigas. Qué emocionante verlas huir. Lanzaba yo mis bolas de fuego desde lo alto e impactaban con fuerza sobre ellas quemándolas instantáneamente. Era un horror todavía más caótico aún que aquél donde mi dedo intervino y salvó a la pobre hormiga negra, aplastando después el nido de las hormigas rojas. Pocas sobrevivían, y las que lo hacían, quedaban para siempre lejos de su propio nido, posiblemente morían o se unían a otra colonia y les contaban lo sucedido sin que les creyeran. Todo serían meras leyendas hasta que, de nuevo, el Dios vengativo las destruyera.
Cierto día usé una medicina de mi madre y la vertí toda sobre un nido de hormigas rojas. Parecía magma debido a la consistencia semisólida del jarabe y que era de color naranja. Poco a poco el magma para la tos las alcanzaba y las cubría a todas causándoles la muerte, esta vez era un volcán que sacudía su sistemática vida. Sin embargo ese día hubo otra intervención salvadora y no fue la mía, sino mi madre. Me lo había advertido en varias ocasiones antes, y esta vez, ella había estado observando desde el segundo piso mis juegos psicóticos. Gritó mi nombre estentóreamente haciendo eco en todo el reino de las hormigas. Yo traté de huir, pero su largo brazo me alcanzó firmemente y me llevó lejos de allí, de ese mundo, para que, con su mano justiciera, me hiciera pagar por mis magnicidios omnipotentes y, principalmente, por malgastar una medicina costosa.
A veces tomaba una hormiga de la tribu negra y la arrojaba en medio del festín de las hormigas rojas, las cuales generalmente eran más agresivas que las negras. El espectáculo era impresionante. Las hormigas rojas, al instante en que la veían, la atacaban, la sujetaban de las patas con sus tenazas y la picoteaban hasta la muerte. Lo que venía a continuación era aún más asombroso para un niño de mi edad: La llevaban hasta la entrada del hormiguero (una grieta en el concreto cerca de la puerta de entrada) le arrancaban sus extremidades y colocaban la cabeza de la hormiga negra justo en la entrada del nido.
“¿Por qué lo hacían?” Era lo que me preguntaba. Quizá para intimidar a otras alimañas y evitar que se acercaran, o para engatusar más hormigas negras y atraparlas como presa, o simplemente como trofeo decorativo y de orgullo tribal. Sin embargo yo lo quería ver como una exhibición montada por el despotismo de una reina malévola que castigaba a los que se revelaban contra ella.
Muchos minutos me embelesaba yo viendo decapitaciones por parte de verdugos rojos contra recolectores negros. Poco a poco me fui obsesionando con la idea de jugar al todopoderoso arrojando inocentes al sitio ritual de los sacrificios en mi honor. Y lo que más me entusiasmaba era el hecho de saber que tenía yo el poder de intervenir, si quisiera, y salvar a ese pobre recolector negro al que yo mismo había puesto en esas circunstancias.
A menudo, cuando la tribu roja estaba reunida alrededor de una hormiga negra, listas todas para descuartizarla cruelmente; asomaba yo mi dedo desde el cielo haciendo temblar su tierra. Las hormigas rojas huían despavoridas buscando refugio bajo las hojas y las pequeñas basuritas, mas no eran suficientes para escapar de mi furia divina… las aplastaba irremediablemente… La deidida vengativa del cielo las embarraba en el pavimento con la misma crueldad que ellas mataban a las hormigas rivales, una tras otra sin escapatoria…, era un apocalipsis cumplido y ejecutado…, todo quedaba destruido.
Pero también castigaba a la tribu de hormigas negras de vez en cuando, generalmente cuando brotaban muchas de ellas en los calores de agosto.
Tomaba yo una bolsa de plástico y la quemaba con un encendedor de modo que los pedazos calientísimos derretidos del plástico cayeran en donde las hormigas. Qué emocionante verlas huir. Lanzaba yo mis bolas de fuego desde lo alto e impactaban con fuerza sobre ellas quemándolas instantáneamente. Era un horror todavía más caótico aún que aquél donde mi dedo intervino y salvó a la pobre hormiga negra, aplastando después el nido de las hormigas rojas. Pocas sobrevivían, y las que lo hacían, quedaban para siempre lejos de su propio nido, posiblemente morían o se unían a otra colonia y les contaban lo sucedido sin que les creyeran. Todo serían meras leyendas hasta que, de nuevo, el Dios vengativo las destruyera.
Cierto día usé una medicina de mi madre y la vertí toda sobre un nido de hormigas rojas. Parecía magma debido a la consistencia semisólida del jarabe y que era de color naranja. Poco a poco el magma para la tos las alcanzaba y las cubría a todas causándoles la muerte, esta vez era un volcán que sacudía su sistemática vida. Sin embargo ese día hubo otra intervención salvadora y no fue la mía, sino mi madre. Me lo había advertido en varias ocasiones antes, y esta vez, ella había estado observando desde el segundo piso mis juegos psicóticos. Gritó mi nombre estentóreamente haciendo eco en todo el reino de las hormigas. Yo traté de huir, pero su largo brazo me alcanzó firmemente y me llevó lejos de allí, de ese mundo, para que, con su mano justiciera, me hiciera pagar por mis magnicidios omnipotentes y, principalmente, por malgastar una medicina costosa.
Etiquetas:
Falso Profeta,
Obsesiones infantiles
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Nuestros bloggers no los selecciona el azar, ni un dedo en el cielo, ni un niño de la lotería nacional; nosotros los seleccionamos de acuerdo a su peculiaridad y estilo de escribir. Recolectivo no es un blog abierto a cualquiera pero tendremos invitados.
A continuación nuestra lista de colaboradores:
Srta. Pelo Irritante adolescente con complejo de Peter Pan. De calvita sexy y gracioso caminar. Aspirante a mimo. Ha usado el mismo par de zapatos en los últimos 7 años y sólo se baña los domingos .Dicen que es rara: lo es.
Freddymatico Zimmerman. Blogger de orejas perfectas y patillas de taquero. Sarcástico engreído de comentarios corrosivos. Egocentrico jactancioso con pretenciones de macho-alfa, de piel sensible y todo poderoso. En constante contacto con su lado femenino.
Huevo Luis, nada más. Blogger venido a menos. De niño creía que Chinampa era una ciudad, pero ahora ya no está seguro. Lo acusan de ser un montón de cosas, casi todas ciertas. Él es Luis, nada más.
Salaverga. Sonorense jocoso con ínfulas de mafioso siciliano. La versatilidad y el garbo de un exiliado voluntario, que a vivencias propias, sabe que puede ser más frío el desierto de un país decadente y avaricioso, que el mismo Rio Bravo en los raudales de agosto.
Mulder. Mediocre heroe del canal 5. Desempleado de final de temporada. Escritor de lo anormal y cazador de lo paranormal. Valiente captor del Chupacabras. Fiel amante de Scully y perseguidor de extraterrestres furtivos.
NEB. Publicista frustrado prófugo de los yermos publicitarios y desertor de la semiótica. Amante de lo kitsch y buena onda. De repugnante y nauseabundo sentido del humor.
Yo soy Ella. Costeñita en el exilio. Alcohólica en proceso con la habilidad para permanecer dormida largas horas ininterrumpidas. Con tendencia a caer y accidentarse. Los internets la odian y ella odia el aguacate.
Caballero. Televiso y comunicólogo. Locutor y productor de obviedades inherentes. El maestro limpio de los blogs,
autentico portavoz del proletariado con tildes de barrio bajo. Burgués desidioso con aspiraciones de Zabludovsky.
Kabeza. Monero nacido en el desierto y exiliado en el asfalto. Fuma para esconder el bigote y dibuja porque no le queda de otra. Extraña las tortillas de harina, por eso adopto a la Tía Rosa.
Plaqueta. Como no daba una socializando ni bailando salsa, tuvo que abrir un blog. Se dice que cuando muera encontraremos sobres de Splenda regados entre sus pertenencias. Ama tanto a los hombres que le gustaría ser uno, aunque la idea de ligar con mujeres la asquea (pinches viejas). Abusa de los paréntesis (por ejemplo).
Guffo. Su mayor temor es ver a Cepillín sin maquillaje y una vez llego hasta el nivel del pretzel en Ms. Pac-Man. Ha tenido una vida provechosa y llena de triunfos, como podrán darse cuenta.
Changos. Fiel practicante de la ley del mínimo esfuerzo. Inconforme estudiante de ingeniería. Inconforme hijo de familia. Naco, inculto y borrachín. Torpe y descoordinado. Tipo de pocas palabras y aspiraciones. Indispuesto al desarrollo si este implica abandonar la comodidad de la sombrita.
Rox. Computita manipuladora. Se le vio por última vez con una caja de cartón de leche Lala en el aeropuerto acosando extranjeros. Señas particulares: Pecas en las nalgas y tendencia a morder. Padece de sus facultades mentales.
Canibal. Chamaco de rancho. Flaco, prieto, panzón y alcohólico. Cuasimisógino. Amante de la crítica a lo wey y del mundo porno. A veces llora en las mañanas, cuando recuerda la muerte violenta de su perro Jicotillo... pero ya lo está superando.
LaMaga. Monógama rehabilitada. Sobrevivió al ataque de sus propios tacones teiboleros (ya no hay lealtad en este mundo). Fanática de los cuentos (los reales, los ficticios, los propios, los ajenos y sobre todo los que le han regalado a título personal). Le gustan las películas repetidas y los planes malévolos. Las fuerzas superiores la odian.
Perdidos en acción.
Falso Profeta. Lanchero Escritor enmascarado de alta nobleza. Blogstar de naturaleza sobrevalorada. Proveniente de modesta cuna pero con afanes de opulencia. Porque su sangre, aunque plebeya, también tiñe de rojo.
32 comentarios:
Ahi si te la pelas.
La madre es sagrada.
: | yoo hacia lo mismooo .. solo que por el calor me enfadaba y mejor las dejaba... jojojo .. saludooos :*
jajajajjaja
y hasta la fecha entre las hormigas corre la leyenda del vengador divina que un dia fue asesinado por alguien mas grande que el
Yo era más un césar que un Dios. No destruía a todas, sólo seleccionaba dos suertudas de cada bando y las ponía en una cajita como de plástico transparente para ver quién sobrevivía.
...El vencedor era aplastado, una vez me mordió :S
Buen post!
Muy buen post, este ejercicio promete.
Quien no hizo algo parecido de chiquillo?
Aunque quiza no todos tan megalomanos... Yo era simplemente un hijo de la chingada que le quitaba su miserable vida a hormigas seleccionadas al azar nada mas por chingar
Excelente narracion, como de costumbre
Saludos Falso
muy buen relato, yo recuerdo que hacia algo parecido solo que lo hacia en el patio de mi primaria. Recuerdo que habia una parte con muchas hierbas y se hacian los "rios" con el agua que las regaba y eso era mas divertido jejeje.
Las hormigas tambien tienen alma y tu eres un hijo de la chingada.
Ojalá que los insectos no cuenten en el balance que dictamina si uno se va al cielo o al infierno, sino, puta! hasta el noveno infierno de dante! en el mero centro de la tierra.
Generalmente duraba días enteros siguiendo el camino de las hormigas para encontrar su nido.
Resultando así que conforme uno crece va perdiendo una de dos, o su jerarquía en el orden natural, o únicamente su capacidad de asombro.
Saludos.
yo hasta la fecha mato cucarachas en la casa...
Existe poder más allá del poder divino según vemos.
... ojalá no creas ni en el Karma ni en la resurrección...
... porque de lo contrario... ya te cargo la madre del comentarista número 6...
un saludo.
A simon era divertido ver ese mundo tan versatil, cuando mi primo consigio un lupa descubrimos que era mejor observar como morian lentamente quemadas que jugar supernintendo
Somos malos por matar hormigas???
Yo tambien las mato(todavia) ya no con el mismo gusto y tiempo que antes siguiendolas con una lupa.
Nos vamos a ir al infierno??
que maldito eres... algun dia la furia de dios caera sobre ti y lanchero serás.
que se siente jugar el hijo naturaleza y que luego venga la madre y haga lo propio?
jaja curiosa historia
inviten al chayo vazquez
sabias que los niños que lastiman a los animales pequeños(llamense..perros, gatos, hormigas e insectos en general), son propensos a desarrollar actitudes "pendejamente" asesinas?
creo que...aunque eras niño, eras un imbesil
larga vida a las hormigas!
"Mama me estas avergonzando ante mis subditos!"
Se escribe 'IMBECIL' y no imbesil,
Imbecil
jajaja inche FREAK!!
es que no tenia amigos :(
Ahora sabemos que el profeta ademas de psicopata, no tenia lana para jugetes...
Propongo una campaña de chingadazos a los niñitos pendejos que juegan a matar bichos y animales en el parque.
No mames¡¡¡¡¡ Tenias las tendencias de JLAH¡¡¡¡¡ No seran el mismo???
"es que no tenia amigos :("
@Falso:
Correcion, No tienes amigos
Lo unico que tiene el Falso es un pedazo de verga atorado en el culo!!
te envidio falso profeta, ojala que yo tambien la tuviera...
Yo recolectaba miles de hormigas de esas que son de cabeza negra y cola roja y las ponía en un frasco de mayonesa que antes eran de vidrio. La imagen era aterradora y al final todas morían, miles de hormigas muertas, pero tantas bajas no significaron nada para su colonia, hasta la fecha ese hormiguero sigue vivo y las obreras siguen recolectando semillas de las malezas citadinas.
Jericho-José Emilio Pacheco
GREAT POST
Please visit
http://directorios-mexico.blogspot.com/
Chingón... soy nuevo leyendo a recolectivo , por qué dejaste de colaborar con estos orejones Falso?
Publicar un comentario