martes, 24 de febrero de 2009

Leo y Lucía



Ella lleva un sombrero grande, lentes para el sol, escote discreto, sonrisa puesta. Él pantalón obscuro, camisa clara, bigotito ralo, ojos sólo para ella. Ella con 50 años; él con 52. Él aprieta la mano de ella, la atesora; juega con los anillos en su dedo anular, una argolla y una piedra brillante. Ella se deja querer.

Ella: Vivo aquí en Tijuana.
Él: Vengo desde Los Ángeles.
Ella: Para estar un ratito con él.
Él: Para ver a mi esposa.
Ella: Porque no tengo visa, no puedo pasar al otro lado.
Él: Porque no puedo salir del país.

La frontera entre México y Estados Unidos es porosa. A pesar de los muros, de las rejas, los barrotes y la malla ciclónica con navajitas que cortan el aliento, un montón de cosas pasan de un lado hacia el otro; se mezclan, se confunden, vienen y van. Como los sueños, como la esperanza; como el amor.

Leo y Lucía, cada uno sentado en una silla, platican tomados de la mano. Ella está en México; él en Estados Unidos. Se miran bajo el sol abrasador del verano de California –de cualquiera de las dos californias; el verano no conoce fronteras. La reja que los separa se convierte en el diámetro perfecto de las dos mitades de un todo, de las dos partes que sueñan con estar con la otra mitad.

Hace muchos años, antes de la construcción de la reja de barrotes oxidados, se podía pasar libremente de un lado a otro. Hoy una larga marimba compuesta por pedazos de hierro se extiende a lo largo de diez millas, repta por las barrancas, trepa por las montañas, sisea y se retuerce hasta llegar a este punto, en donde se pierde en el mar.

Una gaviota cruza descarada de un lado al otro, inconsciente del cinismo de su actitud. Un vendedor de paletas anuncia el precio en pesos; una mano cruza entre la reja y paga en dólares.

Lucía preparó comida: suerte que cabe por en medio de la reja. Platica con Leo, se miran a veces, y a veces sólo voltean hacia el mar que lame indistintamente un lado y el otro de la tierra; como queriéndole quitar el horrible óxido, como queriendo curarle la cicatriz. Intercambian miradas, se dicen un secreto sin palabras; se estrechan fuertemente sin abrazos.

Ella: Nos hablamos por teléfono y nos ponemos de acuerdo.
Él: Manejo tres horas hasta acá, vengo dos veces al mes.
Ella: Seguir viéndonos igual que como ahorita…
Él: Es algo que a nadie se le desea, tener un muro.
Ella: Realmente no saben lo que es para una familia estar separada.
Él: No entiendo por qué. Si el agua, el aire, el sol es de todos… no se puede entender.

El sol se empieza a ocultar en el mar; el cielo se tiñe de anaranjado y en el horizonte la bola de fuego ahora es sólo una mitad.

16 comentarios:

Silvia Black dijo...

vaya!, la distancia si que pone a prueba una relación y qué bueno que haya gente que puede sobreponerse a ella, aunque es la minoría

Luis dijo...

Por lo menos era reja, pobres los del muro de Berlin, ja

«danito» dijo...

Me dio la impresión de que uno habla inglés y el otro español.

Los diálogos parecen dispares. Me recordó una escena de "The way of the samurai".

Marita -a secas- dijo...

uy me dio tristeza :-(

tazy dijo...

lo bueno es que ellos están cerca, habemos unos que ya no los volvemos a ver

lo mejor es que siguen, a pesar de todo.

Goma Rosa dijo...

y pensar que tenemos a las personas sin un muro separándonos.. y no somos capaces de manejar dos veces al mes por media hora y tomarle la mano, solamente..
mucho arreglaría eso mi relación en este momento.

Goma Rosa dijo...

y pensar que tenemos a las personas sin un muro separándonos.. y no somos capaces de manejar dos veces al mes por media hora y tomarle la mano, solamente..
mucho arreglaría eso mi relación en este momento.

La Rosy dijo...

Que triste, me gustó.

Me acorde de el capitulo de la frontera de México de Antony Bourdain, en el que lo que une a los dos lados, es mas que lo que los separa. Y aun así, seguimos haciendo piches muros

SNIF

Chilangelina dijo...

Luis, gracias a la genial idea del gobierno de Bush y sus secuaces, el lugar donde estaba este pedacito de reja ahora está ocupado por la patrulla fronteriza, que vigila mientras se construye el muro en esa área. O sea, este diálogo ocurrió hace casi dos años, pero a estas alturas ya valió madre.

Anónimo dijo...

No mamar...
Ahora falta una rola de arjona...
A cabron no...
Pues vale madre a mi se me hizo copia de una rola de ese cabron...
Y no me gusta ninguno.

Anónimo dijo...

Cada que veo una foto tuya Rox, le doy gracias a dios por ser agraciado.

Chilangelina dijo...

Anónimo 1, no mamar: en la versión Arjona la gaviota se cagaría en los barrotes y la mezcla de excremento y amor borraría las fronteras.

Kuruni dijo...

Awwww. ^_^

No mames que triste y bonito. Es gracioso cuando uno no puede ir o venir, las personas terminan añorando cosas muy raras (una tía se muere por comer un sandwich con salchicha chimex).

Me gusta tu forma de escribir, como muy honesta, sin pretenciones.

Pillo dijo...

Chale mana, ya estoy chillando...

Aplaudo, que chingon post, chillo y me sueno los mocos...

Concharrita dijo...

Ese amor si es "contra reja y marea"...cuando estuve ahí, me paré justo en medio de la reja, se siente algo extraño, absurdo, triste y fuera de razón...

Saludos

Unknown dijo...

Me dejó sin palabras.

Extraño y muy real. M e imaginé un ambiente muy al estilo "Bajocalifornia".

Enhorabuena.

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