viernes, 10 de julio de 2009

Deny, deny, deny.



Por lo barrios bajos de la superación personal y la inteligencia emocional ronda un terrible discurso que se replica con increíble facilidad: el discurso de yo-no-cambiaría-el-pasado. Porque todo lo que me pasó, todo lo que hice y me hicieron es parte de lo que soy ahora. Y ahora soy una persona tan feliz y plena, libre de rencores, con casa, hijos, perros y en perfecta sincronía y armonía con el universo. ¿Por qué querría meterme con el pasado? ¡Ya ni pienso en él! Bueno, pienso poquito; pero sólo para agradecer todo lo que sucedió. Porque aprendí mucho de todo esto y no lo cambiaría por nada... ¡Mentira!

Todos nos arrepentimos de algo. Por más insignificante y ridículo que sea, todos deseamos fervientemente poder borrar un momento - o dos, o tres, o cuatro... - de nuestro pasado. Una humillación pública en la primaria, una conversación incómoda, una riña laboral, una muerte insuperable, un "me acosté con tu padre": siempre hay un suceso cuya inexistencia nos haría la vida mucho más llevadera. Siempre hay algo que cambiar.

El problema es que no podemos cambiar el pasado. Podemos negar, aceptar, sobrellevar, perdonar e incluso olvidar por momentos, pero jamás podremos deshacer lo que hicimos. What's done is done! ¿O no?

Hace tiempo escuché una historia, no estoy seguro que sea verdad - seguramente es una leyenda urbana, o un argumento de telenovelesco en espera de su Juan Osorio - pero aún así merece ser contada. Era la historia de una madre y una hija que, por razones completamente desconocidas y probablemente insignificantes, tenían años sin dirigirse la palabra. El distanciamiento fue resultado de años de discusiones y malentendidos aderezados con algún acto imperdonable y terrible que marcó el final de la relación; lo de siempre.

La historia se complica cuando una noche - porque todo lo malo sucede de noche - la hija sufre un accidente no especificado que la deja con casi todas sus facultades físicas y mentales, excepto la memoria. Por lo que entendí, la mujer estaba consciente de quién era y podía asimilar las nuevas condiciones de su vida; el problema radicaba en que a partir de cierta edad ella ya no era capaz de recordar qué había pasado. Una mujer inteligente y capaz, consciente que de la nada fue desprovista de la mitad de su vida. Una mujer que sabía perfectamente que su mente la traicionaba y nada podía hacer para remediarlo...

Convenientemente, la mujer no recordaba para nada la pelea con su madre y pidió que la llamaran en el hospital. La madre la buscó y como era de esperarse se encargó de ella y sus cuidados de recuperación. La madre también aprovechó para hacer lo que ninguno de nosotros ha podido: cambiar el pasado.

Llenó a la niña de memorias inventadas, viajes imaginados, mentiras piadosas que sanarían heridas milenarias. La madre inventó toda una vida de repaldo en donde las riñas se minimizaban, las penas desaparecían y sólo quedaba una dicha increíble. Una vida en la que ellas, por supuesto, jamás se separaron y fueron algo así como las Gilmore Girls región cuatro. Una serie de engaños perfectamente planeados y friamente orquestados a conveniencia de la madre. La más grande de las manipulaciones, la más terrible de las mentiras, la peor de las traiciones que, curiosamente, a nadie hería sino todo lo contrario.

Desconozco cómo termina la historia, pero poco importa lo que sucedió con aquellos dos seres - probablemente la hija recupera mágicamente la memoria y se entera de la mitomanía pasivo-agresiva de su madre y jura vengarse de ella en la segunda temporada -

Lo importante aquí es lo rápido que todos juzgamos las acciones de la madre en cuestión. Lo que hizo es impensable, es la peor de las violaciones, es el más tétrico acto de egoísmo que hemos escuchado. Es una mentira y no se necesita decir más.

Imaginamos qué pasaría si alguien alterara nuestros recuerdos, si alguien acabara con quienes fuimos y nos moldeara y convirtiera en el objeto de su negación, sin que tuviésemos el poder de replicar. ¿Y que quien nos hiciera esto fuese nuestra propia madre?

Condenamos rápidamente sin siquiera pensar en qué haríamos nosotros de estar en su situación. ¿No deseamos siempre la oportunidad de borrar los errores? ¿No queremos la oportunidad de regresar el tiempo y reescribir parte de la historia? ¿No morimos por el privilegio de reevaluar y recrear nuestra existencia en la memoria de los demás? Si tuviésemos la oportunidad de lograr todo esto, de cometer el más grande acto de negación, de montar la más grande farsa a favor de un pasado más cómodo, de pretender reconstruir todo lo que está más que destruído, ¿realmente la rechazaríamos?

Yo cambiaría el pasado y fingiría un nuevo presente . Yo soy como la madre. Quizás ustedes también...

12 comentarios:

Baby be dijo...

asi es, totalmente de acuerdo.... yo también sería la madre...

quien no quisiera eliminar del pasado las pequeñas cosas que no te gustaron o que tal vez quisiste o deseaste por tener otra cosa distinta???....

pero.. me pongo a pensar... si cambiara el pasado... y pretendo un nuevo presente...ese presente se convertira en pasado... y también tendría que cambiar algo de éste... pero bueno, como buenos seres humanos nunca estamos contentos con lo que tenemos! siempre existirá algo con lo que no estemos satsifechos

La Rosy dijo...

Yo soy una amarguetas y me identifico más con la frase que aseguras que es de superación personal.

Equivocarse y decidir son de las mejores cosas de la vida. Y las puedes seguir haciendo si tienes huevos y no estás retrasado mental.

No cambio el pasado, cambio el futuro.

(hay güeyyyyy)


Saluditos

El hombre de hielo dijo...

Pues las cagadas que cometemos muchas veces nos hacen madurar y pensar mejor para no cagarla peor la próxima vez.

No me imagino que pasaría si pudieramos recorrer el tiempo en ambos sentidos o al menos cambiar el pasado, seríamos personas inmaduras, irresponsables, insensibles, inconscientes y no se que más.

En todo caso sería chido que desde el fondo de la botella de nuestro licor favorito emergiera el hada borradora de recuerdos ingratos y nos concediera borrar dos o tres memorias.

Eliechida dijo...

Tienes toda la razón; quien diga que no se arrepiente de nada de su pasado miente. Pero también creo que cada una de las vivencias, buenas o malas, forjan nuestra esencia. Este tema da para horas y horas de debate, pues me viene a la mente todo ese rollo sobre si nosotros forjamos nuestro destino o nacemos con uno trazado.
Chido post, me pusiste a pensar en las metidas de pata que ya no recordaba (bueno, a veces).

marszoid dijo...

Creo que, por razones no mencionables aqui, no podría mantener el engaño, si quiera pensar en hacerlo...

Por mas mágico que fueran mis historias, y lo bonito que se escucharan... no podría.

Creo que le diría a la hija, paso esto y esto y esto... me arrepiento, lo hago. Te extrañé, y lo siento. Pero las cosas así pasaron.

Soy tan marica... lo se.

Diana. dijo...

estupendo.. es de los pocos post que lo empiezo a leer y no me despego hasta que lo termine..

sin duda yo tambien seria la madre..

no por egoismo
si no por olvidar esos malos momentos con la hija..

es de admirarse..

Uvé dijo...

Suponiendo que fuera la madre, le contaría a la supuesta hija la verdad y le echaría en cara que su actual situación es un castigo por haberme tratado mal como madre. Muajaja.

Ya en serio, yo no podría ser madre.

Uvé dijo...

We, we, me encantó Pancake suponiendo que yo fuera madre, la adoptaría a ella como mi supuesta hija; sería genial

Tumeromole dijo...

Así es, siempre que nos importe algo, todos buscaremos ser como la madre...

Me ha gustado demasiado. Siempre interpretas el tema semanal de una manera totalmente palacio... NO, "diferente y agradable", quise decir.

Saludos, Elvis.

B. dijo...

Jajaja, "Totalmente Palacio" Me encantó.

Gracias a todos los 9 de ustedes...

marszoid dijo...

osea que por fin tendré una familia?
yaaay :)

Kyuuketsuki dijo...

Ok, ok; #yoconfieso que si hubiera sido menos pendejo me hubiera tirado a mas chavas en la prepa/secundaria; de eso si me arrepiento

Blogalaxia