domingo, 23 de agosto de 2009



Eran más de las cuatro de la mañana cuando un ruido proveniente de la cocina nos despertó. Mi departamento era pequeño, te lo advertí, sin embargo insististe en venir a vivir conmigo. Cruzamos el estrecho pasillo y ahí, sobre la barra estaba un diminuto ratón, mi primer impulso fue gritar, pero como si adivinaras mi intención, llevaste rápidamente tu enorme mano a mi boca y con un golpe seco acallaste cualquier sílaba de terror que pudiera emitir.

— ¡Shhh!, no ves que se van a despertar los niños.— cielos, casi lo olvidaba, tus dos pequeños hijos se encontraban durmiendo plácidamente, el más chico, sobre el sofá reclinable, ese que tiene un hueco especial para poner las cervezas, y el más grande sobre el restirador que te regaló mi padre. Pobre viejo, vive engañado pensando que eres arquitecto. Ninguno de tus retoños despertó, si acaso un leve movimiento sugirió que se acurrucaban pensando en las tetas de su madre. Es tarde— me dijiste — mañana compraremos veneno para matarlo y sanseacabó.

Estuve de acuerdo contigo en que pronto amanecería, pero de ninguna manera permitiría que el roedor muriera con las tripas desecadas por algún toxico, escondido en algún lugar de mi departamento. Imaginé que su lecho de muerte pudiera ser el cajón de la ropa interior de tus hermanas y me escandalicé. No permitiría que una bola de pelos quedara tiesa sobre las tangas y finos encajes que les regalé. Tienen 10 y 12 años — me dijiste — no creo que a mis hermanas les importe, es más, ni siquiera se van a enterar. Me tranquilicé cuando dijiste que todos los días revisarías los cajones y te cerciorarías de que el ratón no muriese en el olvido.

El veneno no funcionó terminó engulléndose dos paquetes enteros y cada vez había más mierda por todos lados, una mierda azul y gris que, advertían las instrucciones del empaque, significaban que el final estaría cerca. Pero el final no llegó, lo bueno es que tus hijos se divertían jugando a Hansel y Gretel y yo simulaba ser la bruja hasta que tu ex esposa llegaba, preparaba la cena, barría los rastros de mierda ratonil y se iba. Tu ex mujer debió ser muy bella antes de que la embarazaras ese fatídico miércoles de ceniza que tanto me cuentas — bonita y virgen — afirmaste mientras enderezabas un poco el retrato de bodas que colgaste en la sala, el marco era dorado y muy pesado por eso constantemente teníamos que acomodarlo para que no se viera torcido. Yo hubiera preferido que ese cuadro se lo quedara ella pero me dijiste que tu madre nunca lo hubiera aceptado.

Compramos una trampa para ratones, intentamos poner una carnada suculenta y te insistí en que el queso llenaba ese lugar por antonomasia. El queso apenas fue olisqueado, supuse entonces que el roedor estaría muriéndose de hambre, igual que nosotros desde que tu primo Edgardo prometió duplicar nuestros ahorros en una inversión segura y de jugosos intereses. Algo debe estar mal en esta trampa, activamos el mecanismo y comprobamos que, las leyes de la física y mecánica aun son infalibles. Mientras tu abuela cambiaba el tapiz de las dos habitaciones, se percató que el peludo inquilino había comido casi en su totalidad nuestra colección completa de ciencia ficción, fue ahí cuando me encabroné sobremanera, porque chingados no se tragó a Kristeva, al menos le hubiera dado una puta indigestión.

Los siguientes días fueron una locura, trampas de todo tipo fueron instaladas en la casa, pegatinas, trampas de agua, cables eléctricos, hasta un gato amarillo que conseguiste prestado. Nada funcionaba y la existencia del ratón se volvió menos interesante que todos los dispositivos acumulados.

En cuanto amaneció saliste disparado de la cama, voy a matar a ese ratón me dijiste con tanta determinación que casi me provocas un orgasmo, algo muy raro en ti pero quizá por lo poco usual de la situación te concedí como autor de mis fulgores uterinos.

Ven, cógeme Jesús, estabas tan caliente que hasta hiciste caso omiso de que mencionara el nombre de tu hermano y no el tuyo. Te apresuraste a desvestirte, me colocaste al filo de la cama, estaba a punto de sentir tu embestida pero una presencia extraña llamó tu atención. Con mis piernas arcadas en tus caderas volteaste hacia la puerta y ahí estaba, parado casi en dos patas, con su naricilla bulbosa contrayéndose una y otra vez, los ojos rojos miraron fijamente a los tuyos, fue entonces cuando algo sobrenatural pasó entre el pinche ratón y tú, un entendimiento que rara vez se logra en la vida. Ninguno de los dos reculó, cada quien parado a dos patas en su sitio. No puedo matarlo — me dijiste, y tu cara ya no era la del semental que hace unos segundos me hubiera domado, sino la de un pequeño niño que balbucea sus miedos con la esperanza de ser cobijado. Pero no te entendí, en cambio te reproché la falta de conciencia ¿Qué no vez que no cabe aquí? ¿Qué pretendes, adoptarlo, vacunarlo y sacarlo a pasear por las tardes? Pude soportar varias cosas, pero eso era el colmo. Tomé mi maleta y salí de mi propio departamento. Hay cosas que en definitiva no puedo permitir, hice tanto ruido como pude, y al final te grité desde las escaleras:
¡Maldito libertino! ¿Qué no ves que tres ya son multitud?

10 comentarios:

La Rosy dijo...

jsjajaja! me encantó! divertido, sarcástico y politicamente incorrecto. Vientos :D

fani dijo...

comenzando a leer recolectivo...y agradable toparme con Historias de locas como esta :) saludos!

Unknown dijo...

Muy bueno !!

Hermes dijo...

esa complicidad entre el animal y el hombre... por eso nunca hay que ver a un raton a los ojos :P

Anónimo dijo...

Interesante que sigan acentuando "ti"

Anónimo dijo...

Anónimo uno...VÉTÉ Á LÁ VÉRGÁ!

Unknown dijo...

Buena historia, siempre hay "ratas" que interrumpen momentos.
Saludos

Anónimo dijo...

Buen relato, el tipo un abusivo, ella deliciosamente gamberra y tú estás muy chula

Daniel dijo...

Carajo, pues cuando recién estrenamos nuestra recién construida casa, nos encontramos con que ya estaba habitada por una tribu de simpáticos ratones. Traté de negociar con ellos un digno exilio político, un destierro voluntario respetando sus garantías, pero ellos se aferraron a la insurrección y tuve que emplear metodos represivos. Maté once ratones, todo un equipo de futbol. Tres son multitud? Once son una orgía. Saludos. Gran texto. DSB

Camélida del Viento dijo...

Impecable, excelente cuento. Voy a leerte más.

Blogalaxia