domingo, 4 de octubre de 2009

Textículos.



Cuando un coche, por muy chingón, caro y potente que sea, rebasa el límite de sus posibilidades, emite alguna serie de ruidos que no consigo describir. El asfalto cruje de manera que los huevos se encogen y el viento apenas permite escuchar las canciones que estallan y acorrientan el ambiente dentro... la arrolladora, quesque, pinches pendejadas. En mi cabeza estaba la recién escuchada "All nightmare long" y trataba de revivirla para adecuar el momento lleno de adrenalina que sería pasar debajo del paso a desnivel del centro a esa velocidad, con el motor bramando y la libido de Ana desatada, cantando a grito pelado y ocasionalmente manoseándonos con ansiedad. Se trataba solamente de conseguir más cerveza para todos y para mi, unos camel.

Pasamos por el túnel pavimentado en un parpadeo, sorprendido por la luz de las lámparas tratando de poner mis dedos entre las piernas de ella, quien abrió las piernas y cerró los ojos, Luisa, la copiloto nos cabuleó y el chofer, quien seguramente daría cuenta de las ganas de Luisa, David, volteó a ver porqué los comentarios. Una fracción de segundo y nuestro bólido se salió de control. Rechinaron dramáticamente las llantas, volantazos desesperados y la inmediata desaparición de la erección que traía, junto con la borrachera, me dijeron que estábamos tentando demasiado a la suerte. Sin embargo, David estaba eufórico cuando llegamos a comprar. Necio en volver a tomar vuelo y cruzar el túnel, me hizo encabronar y terminamos en jaloneos y mentadas de madre.

Ana no quiso bajarse conmigo. Se me olvidó lo mucho que me atraían sus piernas gruesas y lechosas, sus labios de un rojo natural y el desenfado con que siempre se comportaba una vez que el alcohol le hacía efecto. Si, olvidé que le tenía preparada una salvaje sesión de sexo, una mañana de abrazos y besos y una día entero de atenciones post-coito, simplemente no me subí, pese a los comentarios hirientes de Luisa, empeñada en picarme el orgullo. David me pintó cremas y yo, con perfecta dicción, le dije, despacito, para que no fuera a confundir alguna palabra "ve-te a la ver-ga, pu-ti-to". Las llantas giraron violentamente en su sitio, dejando un olor que, suponía yo, era similar al olor que despediría el condón al ser violentamente tallado en el movimiento dentro-fuera que le aplicaría a Ana. Y se fueron, mientras la horrenda canción aquella se repetía en el estéreo.

Regresé, compré otro pack de cervezas para irme a casa y de paso, un paquete de burritos de microondas sabor plástico con caca y una coca cola grande. Allá, en casa, intenté olvidar que se me sebó el tiro. Intenté no puñetearme con las sensaciones que me dejaron las manos de Ana en la piel, fertilizadas con todo el repertorio de proezas que pensaba ensayarle encima. Puse música en el estéreo, con los audífonos enormes a buen volumen y me me puse a escribir. En aquel entonces me tocaba hacerlo los jueves. Escribí y sucedió que fué un buen ejercicio para desprenderme del coraje, la tiricia y la calentura. Escribí, leí aquello y me quedé dormido en el sillón, mirando a la calle.

El sol salió cruelmente temprano, jodiéndome el sueño aquel en que podía oler el jugo de los calzones de mi amante. Me quité los pantalones, la playera y los tenis para tumbarme en la cama, con los oídos zumbando de tanto ruido inducido. Es extraño. Con los audífonos puestos me desconecté de todo, pero al quitármelos, un ruidito característico del motorola jodón me dijo que habían pasado cosas en las últimas 4 horas. Tomé el teléfono para checar, y ya no pude dormir.

Los primeros mensajes eran de Ana, queriendo convencerme de que la esperara despierto, que ella también quería vulcanizarme el condón puesto y luego nueve llamadas perdidas de su número. Enseguida, otras dos llamadas, una, de la casa de David y una más del celular de mi querido amigo Cheke. Mis compinches si lograron pasar el túnel sin perder el control, no sé, algunas veces más, pero al querer escapar del aviso al 066, despedazaron su coche contra el tras de un camión sobre la vía rápida que sale hacia Acapulco. Que pinche horror.

Y entonces, han sido días de recordar. El niño que dejó huerfanito Ana ya cumplió tres añitos. Fui a dejarle algunas flores y a ustedes, a compartirles lo increíble que es que ya haya pasado un año. Un año en que me bajé del coche y me senté a escribir. Un año en que dos de mis aficiones me salvaron la vida: Ser culero y escribir.

9 comentarios:

El Contador Ilustrado dijo...

ser culero es afición o cualidad?

Power pig dijo...

Que pendejada.

Alejo Carpentier dijo...

El relato no solo es ridículamente rocambolesco, como el que más. Además tiene otras particularidades que el autor debería notar antes de incursionar en el teclado de su computadora:

- Absurdos narrativos e incoherentes, verbigracia: "pasamos por el tunel pavimentado en un parpadeo".

- Desmayos semióticos que provienen de un ritmo narrativo apresurado. La velocidad que pretende el autor en el relato termina por abrumarlo intelectualmente, reduciendo su vocabulario a cacofonías aberrantes, verbigracia: "...burritos de microondas sabor plástico con caca y una coca cola grande".

- La degradación del lenguaje debe ser un recurso, no un regodeo. En el relato, el uso desaforado de slang, caló, vulgaridades y coprolaria luce como un carrusel rutilante cuyos caballitos van tripulados por gordas obscenas.

Eso si, el texto tiene acentos y todo eso que la gente confunde con buena escritura. No solo de acentos y puntuaciones se hace la literatura, por más ramplona y barata que sea. También hay algo que se llama trasfondo, ingenio y discurso. Y este relato refleja una pobrísima vida interior.

Saludos.

-Flavious- dijo...

Mucho mejor que los dos textos contiguos, el de Beto y el de Pelo. Y, ¿Que pedo con eso de caballero?

Alter Ego dijo...

Culero ya soy, y de nacimiento. Sólo me falta saber escribir para salvar la vida mìa.



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Qué pinchi casualidad "Alejo", a mì también me descuadran los cojones las criticas rocambolescas, verbigracia: mamonas.

Osea: Pinchi mamón.

Los que aqui escriben lo hacen por el puro gusto de hacerlo,y nosotros, los lectores, que somos la otra parte de éste blog, entramos igualmente por el puro placer de hacerlo tratando, entre otras cosas, de aprender a leer. Luego entonces no venga de mamón a "exigir" a los que aqui escriben más allá de lo debido puesto que éste blog, cómo es bien sabido, "sólo" es un experimento y ejercicio literario.

Si realmente existe esa muy auto-ponderada capacidad de análisis y critica literaria deberìa igualmente haber un cierto grado de humildad para que, en vez de venir con esa actitud mamona,debería venir y hacer un tipo de critica "sana" para que todos (escritores y lectores) salgamos ganando. No sólo es el fondo sino la forma lo que más ayuda en estos casos.

Verbigracia...pinchi mamón.

Alejo Carpentier dijo...

Creo que cada colaboración tiene los lectores que se merece. Sin duda "alter ego" rinde honor al texto mientras margina el diccionario.

Le recomiendo, primero que nada, acudir al diccionario más cercano, es decir, el rae.es, que es gratis y sencillo. Ahí hallará que usted ha utilizado equivocadamente las palabras "rocambolesco" y "verbigracia".

Es una verdadera burla, por otro lado, que compare el nivel tifoideo de éste post con otros, o de su autor con otros autores de recolectivo. Es evidente que hay calidad en el sitio, y que en otro extremo, no la hay. Y también que, mientras unos experimentan, otros confunden el laboratorio con los mingitorios.

Le respondo meramente para salvaguardar el mérito de otros colaboradores en Recolectivo. Si mi crítica le parece "mamona" (habiendo tantísimos adjetivos, escoges uno tan ramplón), es asunto que me tiene sin cuidado.

Saludos. De verdad: no todos nacieron para escribir. Ni modo.

alex dijo...

Alejo, ya ni jodes. Y seleccionas a Alejo Carpentier para llamar a alguien "rocambolesco"...

Meta-Luis dijo...

La moraleja de la historia es: si escuchas mierda a alta velocidad, te haces mierda a alta velocida.

Y dado que tú tenias "recién escuchada "All nightmare long" no encajabas en la moraleja.

Saludos y cuidado con lo que se meten por los oídos; siempre he dicho que nosotros somos más lo que escuchamos, que lo que comemos.

Alter Ego dijo...

¡Ja ja ja! ¡Ah qué Alejo! Sucede que no necesito del diccionario para hacer mofa de sus rocambolescas críticas y decirle pinchi mamón. Y sí, le repito lo de mamón no por incapacidad o flojera de buscar en el diccionario un insulto rebuscado que al Alejo mamón le agrade. Con saber que le patea los huevos que le aviente un insulto ramplón me doy por bien servido.

Ahora bien, cuando sentencia que cada quien tiene los lectores que se merece ¿acaso no es Alejo uno de ellos? Pendejo. En todo caso, a quien debió de haber criticado –aparte del autor del texto claro está- es a quienes tuvimos la poca capacidad de análisis –a juicio de Alejo- y que a causa de ello vertimos un par de aplausos a un texto el cuál, al pendejo Alejo no sólo no le gusto, sino que a juicio del pinchi mamón le parece insoportable.


Ahórrese sus rocambolescas criticas mamonas para cuando éste experimento literario se convierta en una suerte de reality show producida por Televisa o TV Azteca con el predecible nombre de Bailando por un sueño Literario o La Academia literaria para que entonces sí, nos haga el favor de interpretar el papel del juez-bufón en compañía de los ilustres escritores que de seguro cumplen con las exigencias de Alejo, verbigracia: Chespirito, Yordi Rosado, El Mofles y por supuesto, El Conejito Blas. Escritores que tanto agradan a la audiencia televisiva que, paradójica y tristemente, es el sector de la población de éste país que en su mayoría no les gustan leer…ni siquiera textos tan malos y por ello cuestionados cómo el de éste colaborador. Mientras tanto, y cómo lo dije con anterioridad: de la oportunidad a nosotros, los casi analfabetas, de seguir no sólo leyendo, sino de aprender a leer para que en consecuencia de ello y de nuestra capacidad mejoremos. Si en su animo está colaborar en éste experimento recuerde que en estos casos la forma es más importante que el fondo en si. Pinchi mamón.

Pinchi Troll pretencioso.

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