domingo, 6 de diciembre de 2009

Instrucciones Precisas (4/5)



La Tierra de Nadie es señalada como el cuerpo de una vil enfermedad y su hedor es como el respiro del cáncer... La Tierra de Nadie bajo la nieve, es como el rostro de la luna: caótico, lleno de cráteres, inhabitable, terrible, la casa de la locura - Wilfred Owen.

En teoría, la Tierra de Nadie es cuando un pedazo de Tierra se queda sin gobierno y la nación se sumerge a la anarquía. Ese momento, es cuando otros países tratan de tomar la tierra, sin embargo... los habitantes que se han quedado sin nación, sin creencias, sin héroes... pelean por obtener el control y la violencia sube cada día. Rod empezó obligando la guerra entre varios grupos de narcotraficantes, y permitiendo la entrada de guerrillas de otros países. Ordenó a uno de estos grupos que estallara una bomba en Los Pinos, otro en el Congreso de la Unión, y varias bombas pequeñas en diversas plazas y parques del país. Todo en un espacio de una semana. La última actuación del Presidente de la nación, como tal, fue aparecer en la televisión y dar un soporífero discurso acerca de los terribles actos, las pobres víctimas, y finalmente, declarar a México como: "Tierra de Nadie", un lugar anárquico, sin gobierno, y cuyo destino estaba a manos de Dios.

Rod se carcajeó... Dios.

La práctica, no le permitió carcajearse tanto. Aún cuando tenía control de ciertos grupos. Nacían nuevos cada día, y no podía darse el tiempo para presentarse y controlarlos. Primero la Ciudad de México, después otras ciudades como Juárez, San Luis Potosí, Michoacán y Morelia sucumbieron al desastre. No había hogar que estuviera seguro. Rod ladraba órdenes por el teléfono, constantemente, para que otros estados cayeran en la misma situación. Lisa no durmió varios días, así como Rod no se despegó del teléfono. Después cayeron Querétaro, Aguascalientes, Tampico y Monterrey. Pronto en todas las casas, era necesario que alguien tuviera un arma. Dejaron de funcionar las televisoras, y las telecomunicaciones. Rod se había previsto usando un teléfono satelital para hablar con Lisa.

-Rod, necesito dormir... no seas así -dijo Lisa, un día, ya muy cansada.

-Pues querías trabajar, ¿no? Ahora te chingas. Atención, todo debe ser preciso. Si no puedes, dime para que uno de tus reemplazos tome tu lugar en lo que descansas, porque te necesito despierta.

-No te preocupes Rod. Haré lo mejor.

-No espero menos.

Rod apenas dormía. Usaba su poder para saltar entre varios grupos que tomaban zonas de la ciudad, de cada estado, de donde fuera. No viajaba solo, siempre traía un grupo de escoltas. Pasaron varios días, varios meses, de carreteras, jeeps, camiones. De esconderse en haciendas, en ranchos secuestrados, en varios departamentos, en casas de interés social. No dejaba el libro, tenía la concentración en un punto fijo: Necesitaba seguir, necesitaba dar más órdenes, necesitaba destruír al país.

El caos, obviamente, lo llevó al extremo en el uso de su poder del rayo. Trataron de traicionarlo varias veces. Homúnculo Junior, tronó mucho los dedos en ese tiempo, aún cuando el poder se activaba automáticamente cuando alguien intentaba matarlo. Sin embargo, Rod descubrió una limitación en su poder cuando cuatro personas trataron de hacerlo a la vez. Los rayos, al parecer, eran controlados por alguien que, como él, disfrutaba los accidentes. No siempre se activaban de inmediato. Un par de veces, sintió que de verdad iba a perder la vida.

-Lisa... ¿Ya?

-No, aún no hay respuesta Rod. Otra vez tengo que mudarme de locación. Es peligroso.

-Está bien. No tardes en comunicarte como la vez pasada, por favor.

-Sí, Rod. Lo prometo.

Rod era un chamaco. Había medido consecuencias, y había planeado que habría problemas en ejercer el poder. Pero una cosa era la teoría que se formó en su cabecita, y otra muy distinta la práctica, que lo obligaba a mantenerse despierto durante días, corrió como nunca, comió muy mal como para ser un dios y muchas veces tenía que jugar con los recursos para obtener favores. Aún cuando todavía tenía el poder, aún cuando el país le pertenecía, las variables eran demasiado caóticas y disparatadas para tenerlas en su cabeza. Soñaba con su abuelo en las noches, riéndose de él, constantemente, mientras se le escapaba el humo del cigarro por las fosas nasales, por los espacios entre los dientes. UN CHINGO DE SUERTE, se decía así mismo, antes de dormir y al despertar, TENGO UN CHINGO DE SUERTE.

Quedarse sin Lisa era un problema. Ella era quien le daba la noción de seguridad. Si pedía un helicoptero, ella podía mandárselo. Si necesitaba una puta, Lisa también se la conseguía. Tardaba, por la bonita situación en que se habían metido, pero lo conseguía. Ella era el enlace para controlar a los grupos. Hubo situaciones donde se quedó sin el apoyo de sus grupos de confianza, y tenía que recurrir a Lisa para presentarse al grupo local como de dueño absoluto de México. Hacerlo a la mala, era entrar a la base y matar gente, hasta que ellos se rindieran ante él como lo que era. Lisa también era necesaria para que Rod mantuviera la cordura, para hablar con alguien que entendiera lo que estaba pasando, ella era el receptor de sus pensamientos en voz alta y le permitía pensar con claridad. Cuando ella se tenía que mudar de locación... podía pasar mucho tiempo, y el único consuelo que tenía, era el libro viejo del abuelo que le ayudaba a seguir estudiando posibilidades, números, situaciones. El libro lo mantenía fresco para que no perdiera el sentido de su empresa... y también lo enloquecía.

Lo que más valoraba de Lisa, eran sus chistecitos. Su voz dulzona, su coquetería innata. Rod tenía que repetirse que no había tiempo para enamorarse y lo que necesitaba, era encontrar la raíz del juego.

-Hey Rod... es Lisa de nuevo. Ya tengo un lugar de nuevo. Espero que este dure más que el anterior.

-Menos mal -dijo Rod, tenía los ojos enrojecidos. Pensaba colgarle el teléfono y dormir.

-Tengo noticias.

-¿Buenas?

-Creo que sí. Piedra y Mano de Oro ya entraron a México. Al parecer, se pusieron de acuerdo.

Rod contaba con eso. Piedra estaba en los países del norte que eran suyos. Mano de Oro estaba en los países sur. Se habían puesto de acuerdo para que no tratara de matar a los dos al mismo tiempo. No sabía como enfrentarlos aún, pero ya había hecho la primera parte que era meterlos en el territorio. Lo que seguía, si no se equivocaba, es que ellos tratarían de anexar los territorios, poco a poco. La ventaja que Rod tenía, la única ventaja, es que el país todavía era suyo. Hasta que no hubiera una enciclopedia de leyes que le quitaran los terrenos, estaba en condiciones de pelear.

-Ah que caray, muy buenas noticias... yo que deseaba dormir esta noche. A trabajar, Lisa... a trabajar. Tenemos que encontrar a estos dos cabrones.

-¿Rod?

-¿Qué?

-Vete a dormir un rato, yo me encargo.

Rod sonrió, colgó el teléfono y terminó durmiendo en el asiento trasero de una vieja camioneta, en medio de la nada.
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