Los culpables

A mí me gusta que me la canten directa. Las flores están muy bien, y que te abro la puerta y que te mando el mensajito, y que pásale mi reina y que quién pompó. Pero después de tanta cursilería, la verdad es que al cuerpo le gusta sentir lo que recibe.

Cuando estaba chavita mi mamá lo dejó bien claro: ir a la prepa era perder el tiempo porque la prepa es para aprender cosas para la universidad, y a la universidad no vas a llegar. Así que mejor que te pongas a trabajar de una vez, que si vas a ir a la escuela nomás para salir embarazada, mejor te embarazas donde por lo menos estés cobrando.

Cuando entré a trabajar de contrabando a la zapatería luego luego me empezaron a caer los fulanos. Veían a una chavita bien chiquita pero bien chichona, y luego yo me agachaba para dejarles las cajas con los cacles, y ellos se asomaban para calar hasta dónde se veía. Como me veían chiquita, pensaban que con peluches y unos chocolates de Sanborns ya quedaban. Hubo uno que una vez me llevó un mono del Topo Gigio, hazme el favor. Grandísimo pendejo.

Las otras chavas de la tienda pensaban que me hacía del rogar, que me hacía la fresita. Como no caía con los osos ni los CDs, pensaban que yo lo que quería era varo, que quería anillos y cosas de esas. Una vez uno de los fulanos me llegó con un anillo que luego luego se veía que era usado, sabrá dios a cuál de sus viejas se lo quitó. Estaba guapo y la verdad es que a ese sí le hubiera aceptado un caldito, pero me pareció tan menso con su cajita de plástico y su anillo de oro viejo y sus ojos de perrito queriendo verme contenta. ¿Para qué tanta mamada? Como ya lo dije, a mí derechito y nos entendemos.

Por eso cuando llegó él, nadie se la esperaba. Este no era el más guapo, ni el de más lana, ni el que mandaba las flores ni el que me llevaba en taxi. A mí tampoco me gustaba tanto, pero un día que nos estábamos comiendo una torta ahí por Tacubaya, me la soltó sin darle más vuelta: acá cerca, por Patriotismo, hay un hotelito bien sabroso; te quiero enseñar lo que se ve desde una de las ventanas.

Llegamos al hotel y yo lo veía y pensaba: no mames, pero qué le ves. ¿A poco te vas a enamorar? Pero si ni tiene percha, como dice mi mamá; sí tiene buena pierna, buena nalga, la neta es que besa sabroso; pero así como para encularme, ¿pues a poco es para tanto?

Llegamos al cuarto y él prendió la tele. Nos acostamos y empezamos a fajar, y entonces le pregunté: “¿Y lo que me ibas a enseñar en la ventana?”. Se me quedó viendo y me respondió: “Orita. Primero bésame los tompiates”.

Estoy segura de que fue ahí cuando me enamoré.