sábado, 13 de febrero de 2010

La historia de amor que jamás pudo ser


Es la estación más fría del año.

Jaime Jiménez no tiene el valor de meterse en la regadera. Se olfatea los sobacos, se pone la chamarra azul, prepara un bocadillo, lo mete en la mochila y camina hacia la estación de trenes más cercana.

Nunca imaginó estar tan lejos de casa.

El sándwich de atún ya tiene humedecida una de sus tapas. Jaime desprende con cuidado y a pedacitos la servilleta pegada al pan. Le da varias mordidas y tira el resto en el contenedor de basura donde hurga una ardilla. El convoy llega un minuto antes de lo anunciado en la pizarra.

Jaime toma asiento junto a la ventana, de espaldas al paisaje, para sentir que va dejando todo atrás. La verdad es que siempre ha tenido miedo a un choque frontal. Según las estadísticas, tienen más probabilidad de sobrevivir los pasajeros que se sientan como él. Se escucha el ruido de los engranes y los mecanismos hidráulicos. Los vagones avanzan...

Es la estación más calurosa del año.

Ximena Jaimes se da el segundo regaderazo del día. Se viste de prisa, bebe los restos de un jugo de naranja, desconecta todos los aparatos eléctricos y sale de casa arrastrando una enorme maleta para tomar un taxi al aeropuerto.

Nunca imaginó tener el valor de emprender un viaje tan largo.

Ximena pide un sándwich de pavo en el restaurante de la terminal C. Derrama accidentalmente el vaso de agua y moja una de las tapas de pan. El mesero le retira el plato sin antes preguntar si seguirá comiéndolo. Paga la cuenta y se mete en el baño un minuto antes de que anuncien su vuelo por los altavoces.

Ximena se sienta a un lado de la ventanilla. El avión despega envuelto entre el ruido de las turbinas y los timbres que indican abrocharse el cinturón. Ximena mira hacia abajo y piensa en todo lo que está dejando atrás; levanta la vista y piensa en todo lo que la pudiera estar esperando. Le aterra pensar en lo dolorosa que sería la caída de no salir las cosas como las planeó.

En algún momento del día, Jaime y Ximena coinciden en el mismo aeropuerto. Jaime tomará su primer avión y Ximena tomará un taxi a la estación de trenes más cercana. No se conocen. Nunca se han visto. Coinciden un par de segundos cuando pasan uno al lado del otro.

Si la vida fuese más justa en cuestión de coincidencias, su historia habría sido la historia de amor más grande del mundo.


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