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Estos son los ejercicios en Recolectivo
Ejercicio 38: Refranero Popular
Ejercicio 33: Inocentes esperanzas
Ejercicio 31: Sueños de pueblo
Ejercicio 30: Héroes sin calle
Ejercicio 26: Egolatria Desinteresada
Ejercicio 25: Señales del Apocalipsis
Ejercicio 23: Miedo a los niños
Ejercicio 18: Otra forma de morir
Ejercicio 17: 27 de enero, 2059
Ejercicio 13: Recuento de daños
Ejercicio 12: Un toque de mota
Ejercicio 9: Rebelde sin causa
Ejercicio 7: Obsesiones infantiles
Ejercicio 6: Si tuviera una maquina del tiempo...
Ejercicio 4: Asústame panteón.
martes, 13 de abril de 2010
Asom(br)o
Siempre me han dado miedo las alturas. La primera vez que fui consciente de eso, de que me estaba muriendo de miedo, fue como a los tres años, meciéndome en un columpio. Iba tanfuerte, tanfuerte, tanfuerte, que no resistí la tentación de asomarme al vacío: de pronto la tierra estaba a la altura de mis ojos y el cielo a mis pies. Y el cielo está tan alto, y mis pies allá arriba: no pude soportarlo y me solté. Recuerdo a mi mamá poniéndome hielo en la cabeza, diciendo que había sido la velocidad; no es cierto, fue la altura.
Como a toda persona respetable, lo que me da miedo también me atrae. El primer chico que deveras se me antojó medía casi dos metros. Para fortuna mía, una vez coincidimos en una alberca una bolita de amigos, él y yo. Jugamos “caballazos”, ¿ya saben cómo? Las mujeres en los hombros de los hombres y a tirar al enemigo. Para infortunio mío, tan alto él y yo sobre su espalda: que me asomo a la alberca, el agua me quedó demasiado abajo y no tardé en dejarme caer.
Me pasaba también en los balcones, en los barandales, en las barditas, en los pasamanos y cuando se me ocurría bailar en una silla: si veía de frente la libraba, pero todo era asomarme tantito para abajo y valía madre. La altura no es lo mío, nunca lo ha sido; me gusta estar arriba, pero irremediablemente termino volteando, asomando, pendejeando y cayendo.
En esos gerundios andaba cuando aquel día llegó. Era un 12 de diciembre, la gente se apretujaba, arrejuntaba, arremolinaba, arrellanaba y arremetía contra una tarima colocada al lado de la Basílica, y yo entre ella. Arriba de la tarima que pusieron en la cima de una lomita, una bocinota sobre una escalera era el espacio perfecto para poner un banquito y subirme en él; desde ahí podía tomar las fotos que necesitaba y largarme de ahí.
Gritando “¡prensa gráfica!” como si fuera cierto, empecé a empujar a todos para que me dejaran pasar. Llegué a la tarima, unos brazotes me ayudaron a subir. Me paré en la escalera hecha de madera, sobre la cual la bocinota inmensa retumbaba como corazón. Me trepé como pude, me raspé las rodillas y me pegué en un codo, pero hasta ahí llegué. Le pedí al del sonido que me pasara mi banquito, lo abrí, lo aseguré y me subí en el segundo escalón. Ahí estaba la foto, chingón. La cosa era no voltear para abajo, no asomarse-no asomarse-no ver lo que está abajo-no sentir la altura, concéntrate-concéntrate-concéntrate-clickclickclick!
Con las rodillas un poquito temblorosas di un pasito para atrás-abajo y luego otro. Ahora estaba abajo del banquito y sobre la bocina. Me senté en ella, me impulsé con mis poderosos glúteos (ey) y de un brinco maromero ya estaba en la escalera. Sin voltear para abajo, con la vista siempre al frente, calculé la altura de los escalones, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, hasta pisar firme la tarima. Los mismos brazotes que me subieron me ayudaron a bajar mientras la panza se me apretaba de vértigo.
Debajo de la tarima unos niños se morían de la risa, pensé que se estarían escondiendo de sus papás. Uno de ellos me señaló un hoyo, pero estaba de lado, sobre el declive de la lomita. Los escuincles seguían cagados de la risa y yo no alcanzaba a ver. Una niña con mocos escurridos me señaló un ladrillo; parada sobre él, e ignorando el vértigo, alcanzaría a ver lo que había en el hoyo. Dejé la cámara en el piso, puse los tenis sobre el ladrillo, me paré de puntitas y me asomé. Adentró del hoyo había un espejo; nomás alcancé a ver mi jeta de asom(br)o, y entonces me caí.
Etiquetas:
chilangelina,
No asomarse.
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Nuestros bloggers no los selecciona el azar, ni un dedo en el cielo, ni un niño de la lotería nacional; nosotros los seleccionamos de acuerdo a su peculiaridad y estilo de escribir. Recolectivo no es un blog abierto a cualquiera pero tendremos invitados.
A continuación nuestra lista de colaboradores:
Srta. Pelo Irritante adolescente con complejo de Peter Pan. De calvita sexy y gracioso caminar. Aspirante a mimo. Ha usado el mismo par de zapatos en los últimos 7 años y sólo se baña los domingos .Dicen que es rara: lo es.
Freddymatico Zimmerman. Blogger de orejas perfectas y patillas de taquero. Sarcástico engreído de comentarios corrosivos. Egocentrico jactancioso con pretenciones de macho-alfa, de piel sensible y todo poderoso. En constante contacto con su lado femenino.
Huevo Luis, nada más. Blogger venido a menos. De niño creía que Chinampa era una ciudad, pero ahora ya no está seguro. Lo acusan de ser un montón de cosas, casi todas ciertas. Él es Luis, nada más.
Salaverga. Sonorense jocoso con ínfulas de mafioso siciliano. La versatilidad y el garbo de un exiliado voluntario, que a vivencias propias, sabe que puede ser más frío el desierto de un país decadente y avaricioso, que el mismo Rio Bravo en los raudales de agosto.
Mulder. Mediocre heroe del canal 5. Desempleado de final de temporada. Escritor de lo anormal y cazador de lo paranormal. Valiente captor del Chupacabras. Fiel amante de Scully y perseguidor de extraterrestres furtivos.
NEB. Publicista frustrado prófugo de los yermos publicitarios y desertor de la semiótica. Amante de lo kitsch y buena onda. De repugnante y nauseabundo sentido del humor.
Yo soy Ella. Costeñita en el exilio. Alcohólica en proceso con la habilidad para permanecer dormida largas horas ininterrumpidas. Con tendencia a caer y accidentarse. Los internets la odian y ella odia el aguacate.
Caballero. Televiso y comunicólogo. Locutor y productor de obviedades inherentes. El maestro limpio de los blogs,
autentico portavoz del proletariado con tildes de barrio bajo. Burgués desidioso con aspiraciones de Zabludovsky.
Kabeza. Monero nacido en el desierto y exiliado en el asfalto. Fuma para esconder el bigote y dibuja porque no le queda de otra. Extraña las tortillas de harina, por eso adopto a la Tía Rosa.
Plaqueta. Como no daba una socializando ni bailando salsa, tuvo que abrir un blog. Se dice que cuando muera encontraremos sobres de Splenda regados entre sus pertenencias. Ama tanto a los hombres que le gustaría ser uno, aunque la idea de ligar con mujeres la asquea (pinches viejas). Abusa de los paréntesis (por ejemplo).
Guffo. Su mayor temor es ver a Cepillín sin maquillaje y una vez llego hasta el nivel del pretzel en Ms. Pac-Man. Ha tenido una vida provechosa y llena de triunfos, como podrán darse cuenta.
Changos. Fiel practicante de la ley del mínimo esfuerzo. Inconforme estudiante de ingeniería. Inconforme hijo de familia. Naco, inculto y borrachín. Torpe y descoordinado. Tipo de pocas palabras y aspiraciones. Indispuesto al desarrollo si este implica abandonar la comodidad de la sombrita.
Rox. Computita manipuladora. Se le vio por última vez con una caja de cartón de leche Lala en el aeropuerto acosando extranjeros. Señas particulares: Pecas en las nalgas y tendencia a morder. Padece de sus facultades mentales.
Canibal. Chamaco de rancho. Flaco, prieto, panzón y alcohólico. Cuasimisógino. Amante de la crítica a lo wey y del mundo porno. A veces llora en las mañanas, cuando recuerda la muerte violenta de su perro Jicotillo... pero ya lo está superando.
LaMaga. Monógama rehabilitada. Sobrevivió al ataque de sus propios tacones teiboleros (ya no hay lealtad en este mundo). Fanática de los cuentos (los reales, los ficticios, los propios, los ajenos y sobre todo los que le han regalado a título personal). Le gustan las películas repetidas y los planes malévolos. Las fuerzas superiores la odian.
Perdidos en acción.
Falso Profeta. Lanchero Escritor enmascarado de alta nobleza. Blogstar de naturaleza sobrevalorada. Proveniente de modesta cuna pero con afanes de opulencia. Porque su sangre, aunque plebeya, también tiñe de rojo.
5 comentarios:
Atracción fatal, sin duda.
Sugiero jamás subirse a los edificios con piso transparente...
Recuerdo a mi mamá poniéndome hielo en la cabeza, diciendo que había sido la velocidad; no es cierto, fue la altura.
Ninguna. Fue la gravedad.
El primer chico que deveras se me antojó y se me sigue antojando mide 2 metros. Bendito miedo a la altura.
jajajaja estuvo buenísimo!!!
Guapóloga, ya lo hice. Fue horrible, sí.
Controlzape, que ni qué. La condenada siempre gana.
Pinkrobot, el problema no es subirse, sino cómo bajarse sin caerse, eda.
Per, gracias :)
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