martes, 13 de abril de 2010

Asom(br)o





Siempre me han dado miedo las alturas. La primera vez que fui consciente de eso, de que me estaba muriendo de miedo, fue como a los tres años, meciéndome en un columpio. Iba tanfuerte, tanfuerte, tanfuerte, que no resistí la tentación de asomarme al vacío: de pronto la tierra estaba a la altura de mis ojos y el cielo a mis pies. Y el cielo está tan alto, y mis pies allá arriba: no pude soportarlo y me solté. Recuerdo a mi mamá poniéndome hielo en la cabeza, diciendo que había sido la velocidad; no es cierto, fue la altura.

Como a toda persona respetable, lo que me da miedo también me atrae. El primer chico que deveras se me antojó medía casi dos metros. Para fortuna mía, una vez coincidimos en una alberca una bolita de amigos, él y yo. Jugamos “caballazos”, ¿ya saben cómo? Las mujeres en los hombros de los hombres y a tirar al enemigo. Para infortunio mío, tan alto él y yo sobre su espalda: que me asomo a la alberca, el agua me quedó demasiado abajo y no tardé en dejarme caer.

Me pasaba también en los balcones, en los barandales, en las barditas, en los pasamanos y cuando se me ocurría bailar en una silla: si veía de frente la libraba, pero todo era asomarme tantito para abajo y valía madre. La altura no es lo mío, nunca lo ha sido; me gusta estar arriba, pero irremediablemente termino volteando, asomando, pendejeando y cayendo.

En esos gerundios andaba cuando aquel día llegó. Era un 12 de diciembre, la gente se apretujaba, arrejuntaba, arremolinaba, arrellanaba y arremetía contra una tarima colocada al lado de la Basílica, y yo entre ella. Arriba de la tarima que pusieron en la cima de una lomita, una bocinota sobre una escalera era el espacio perfecto para poner un banquito y subirme en él; desde ahí podía tomar las fotos que necesitaba y largarme de ahí.

Gritando “¡prensa gráfica!” como si fuera cierto, empecé a empujar a todos para que me dejaran pasar. Llegué a la tarima, unos brazotes me ayudaron a subir. Me paré en la escalera hecha de madera, sobre la cual la bocinota inmensa retumbaba como corazón. Me trepé como pude, me raspé las rodillas y me pegué en un codo, pero hasta ahí llegué. Le pedí al del sonido que me pasara mi banquito, lo abrí, lo aseguré y me subí en el segundo escalón. Ahí estaba la foto, chingón. La cosa era no voltear para abajo, no asomarse-no asomarse-no ver lo que está abajo-no sentir la altura, concéntrate-concéntrate-concéntrate-clickclickclick!

Con las rodillas un poquito temblorosas di un pasito para atrás-abajo y luego otro. Ahora estaba abajo del banquito y sobre la bocina. Me senté en ella, me impulsé con mis poderosos glúteos (ey) y de un brinco maromero ya estaba en la escalera. Sin voltear para abajo, con la vista siempre al frente, calculé la altura de los escalones, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, hasta pisar firme la tarima. Los mismos brazotes que me subieron me ayudaron a bajar mientras la panza se me apretaba de vértigo.

Debajo de la tarima unos niños se morían de la risa, pensé que se estarían escondiendo de sus papás. Uno de ellos me señaló un hoyo, pero estaba de lado, sobre el declive de la lomita. Los escuincles seguían cagados de la risa y yo no alcanzaba a ver. Una niña con mocos escurridos me señaló un ladrillo; parada sobre él, e ignorando el vértigo, alcanzaría a ver lo que había en el hoyo. Dejé la cámara en el piso, puse los tenis sobre el ladrillo, me paré de puntitas y me asomé. Adentró del hoyo había un espejo; nomás alcancé a ver mi jeta de asom(br)o, y entonces me caí.

5 comentarios:

Guapóloga dijo...

Atracción fatal, sin duda.

Sugiero jamás subirse a los edificios con piso transparente...

controlzape dijo...

Recuerdo a mi mamá poniéndome hielo en la cabeza, diciendo que había sido la velocidad; no es cierto, fue la altura.

Ninguna. Fue la gravedad.

Pinkrobot dijo...

El primer chico que deveras se me antojó y se me sigue antojando mide 2 metros. Bendito miedo a la altura.

Unknown dijo...

jajajaja estuvo buenísimo!!!

Chilangelina dijo...

Guapóloga, ya lo hice. Fue horrible, sí.

Controlzape, que ni qué. La condenada siempre gana.

Pinkrobot, el problema no es subirse, sino cómo bajarse sin caerse, eda.

Per, gracias :)

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