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Estos son los ejercicios en Recolectivo
Ejercicio 38: Refranero Popular
Ejercicio 33: Inocentes esperanzas
Ejercicio 31: Sueños de pueblo
Ejercicio 30: Héroes sin calle
Ejercicio 26: Egolatria Desinteresada
Ejercicio 25: Señales del Apocalipsis
Ejercicio 23: Miedo a los niños
Ejercicio 18: Otra forma de morir
Ejercicio 17: 27 de enero, 2059
Ejercicio 13: Recuento de daños
Ejercicio 12: Un toque de mota
Ejercicio 9: Rebelde sin causa
Ejercicio 7: Obsesiones infantiles
Ejercicio 6: Si tuviera una maquina del tiempo...
Ejercicio 4: Asústame panteón.
domingo, 1 de noviembre de 2009
Instrucciones Precisas (3/5)
-No soy tu payaso -respondió el Presidente a la orden.
-Claro que lo eres -le dijo Rod, jugando con el libro del abuelo en las manos, recorriendo las páginas sin buscar en nada particular. Ya llevaba años estudiándolo. En ese tiempo, había dejado que las cosas corrieran de modo normal, pidiendo pequeñas cosas, algo de dinero y estudiando el libro. Sobre todo el estudio. Lisa había resultado una valiosa aliada y cuando Rod empezó a "jugar de manera inteligente", ella respondió mucho mejor de lo que él creía capaz.
Sabía que no había ser humano en el país que pudiera tocarlo. Mucho menos matarlo. Y aún si alguno de ellos lo intentaba, bastaba con tronar los dedos para que un rayo del cielo cayera y destruyera al hombre que intentara desafiarlo.
También sabía, conforme leyó el libro, que formaba parte de un juego cuyos alcances no reconocía aún, y sólo podía adivinar conforme a la práctica. Restaba descubrir todo lo que la intuición no podía responder: Exactamente, ¿qué era Rod? Porque no pensaba que fuera un humano común y corriente, sin embargo, tampoco podía ser un dios. Un dios no tendría como límite territorial uno o varios países. Si era un extraterrestre, su cuerpo hacía todo lo posible por esconderlo. Si había un juego de por medio, debía haber un árbitro, debía haber espectadores, debía haber una serie de reglas que nadie se había molestado en enseñarle aún. Necesitaba saber por qué.
Así que decidió hacer lo único que pensó podría darle respuestas: Ganarse los otros territorios.
Si lograba conquistar los otros territorios, entonces... alguien tendría que bajar del cielo, o aparecer de algún infierno, y felicitarlo. ¿No eran así los juegos? ¿Los deportes... humanos? Juegos divinales, cuyo premio es la verdad al final del camino. Sonreía cada vez que agregaba "humanos" a sus pensamientos. Poco a poco, Rod pensaba en sí mismo como una especie de ser omnipotente, aún cuando distaba mucho de serlo.
-No puedo hacer eso... habrá consecuencias... internacionalmente hablando.
-Puedo tronar los dedos hasta que venga un presidente que obedezca. Si obedeces, y no rechistas una vez más, serás bien recompensado.
El silencio que siguió a sus padres después de recibir el libro se solucionó unos días después, cuando Rod descubrió que estaban intentando matarlo. Lo estaban envenenando, primero con dosis pequeñas, hasta que llegaron a utilizar dosis ridículas y que ya no se molestaban en esconder. Para Rod aún es un misterio que el veneno no funcionara en su cuerpo.
Un día, su padre no soportó más y trató de acuchillarlo. Instantáneamente, un rayo cayó del cielo y lo evaporó. No sólo eso: el cuchillo tocó a Rod y no pasó nada. Negó por completo la acción de su padre. Su madre rompió en lágrimas, mientras que Rod llamó a Lisa para que hiciera los arreglos. Esperaba que algo así sucediera y entendió todas aquellas miradas recelosas, envidiosas, que se posaron sobre él en el funeral. Había reglas naturales que lo protegían, o tal vez, reglas de azar. Su abuelo no explicaba esto en el libro, sólo pequeñas cositas... por ejemplo: No intentes nada estúpido, al final eres humano. Su madre simplemente, le susurró que era una aberración y él prefirió abandonar la casa al día siguiente.
Preparó una cuenta de banco y una casa de retiro para su madre. Era lo menos que podía hacer.
Sabía que esta inmunidad sobrenatural lo abandonaría tan pronto él entrara en territorio ajeno. Eso, al menos, estaba explicado en el libro y de ahí supuso que la regla hacía tan difícil que "los otros" tomaran el territorio. La red de comunicación, en su caso, Lisa, avisaría tan pronto el oponente entrara en el país y viceversa. Lisa tenía la obligación de comunicar al asistente del dueño de otro país si Rod entraba en este. El entrar al país de otro, era pedir la muerte y regalar el juego. Pero había una oportunidad.
-Pido protección, y necesito saber si la conclusión de esto involucra que yo pierda mi puesto. En ese caso, me gustaría que me remuneraras... mucho, de ser posible.
-Lo haré. Te daré una fortuna que no te la gastarás en esta vida.
-Obviamente, ya tengo mucho dinero... pero... quiero saber si cuento con el suficiente para protegerme... después de esto, será imposible que mi vida no peligre. No importa cuanto dinero tenga.
-Claro que tu vida peligrará, pero no te preocupes... Te cuidaré bien -dijo Rod, prendió un cigarro, de la forma que hacía el abuelo y fumó. Alzó las piernas en un escritorio, la oficina estaba a oscuras, a través de la ventana, se podía ver la noche. La torre latinoamericana sobresalía entre algunos edificios. Fue cuando entendió, que muy dentro de sí, siempre aspiró al caos.
-Esta bien. Entonces seguiré el curso de acción. Buenas noches, mi familia me espera para cenar. Tal vez sea nuestra última cena tranquila.
-Provechito -dijo Rod, y colgó el teléfono. Se fumó el cigarro en silencio. Pensó en llamar al Presidente y pedirle que le contara un chiste, sólo para demostrar que sí era su payaso, pero contuvo las ganas. Quedaba todavía mucho por planear. El inicio, exigía rendir el país temporalmente y no tendría influencia sobre nadie, más que algunos grupos muy reducidos. El control de estos grupos sería vital como un escudo, y para mantener el flujo de información activo. Sólo podría depender de su ... supuesta inmortalidad, para que no lo mataran en medio del caos.
Vivir de otra forma sería aburrido, pensó Rod, aún a tiempo de negarlo todo y con el poder que le dieron, esta parecía la única forma de no aburrirse. No aburrirse, era la idea central. Eso, y buscar respuestas, pensó otra voz en su cabeza. Encontrar respuestas que posiblemente su abuelo, ni siquiera se había molestado en buscar y por eso no estaban escritas. Era muy probable que eso estuviera buscando él cuando le cedió el control, alguien que tuviera el valor de hacerlo.
Levantó el teléfono, llamó a Lisa y le dio la instrucción-: Es hora de empezar Lisa. Hagamos que México sea Tierra de Nadie.
-...está bien Rod... por si acaso, fue un placer trabajar contigo.
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¿Soy tu payaso?,
arbol
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Salaverga. Sonorense jocoso con ínfulas de mafioso siciliano. La versatilidad y el garbo de un exiliado voluntario, que a vivencias propias, sabe que puede ser más frío el desierto de un país decadente y avaricioso, que el mismo Rio Bravo en los raudales de agosto.
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Guffo. Su mayor temor es ver a Cepillín sin maquillaje y una vez llego hasta el nivel del pretzel en Ms. Pac-Man. Ha tenido una vida provechosa y llena de triunfos, como podrán darse cuenta.
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LaMaga. Monógama rehabilitada. Sobrevivió al ataque de sus propios tacones teiboleros (ya no hay lealtad en este mundo). Fanática de los cuentos (los reales, los ficticios, los propios, los ajenos y sobre todo los que le han regalado a título personal). Le gustan las películas repetidas y los planes malévolos. Las fuerzas superiores la odian.
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Falso Profeta. Lanchero Escritor enmascarado de alta nobleza. Blogstar de naturaleza sobrevalorada. Proveniente de modesta cuna pero con afanes de opulencia. Porque su sangre, aunque plebeya, también tiñe de rojo.
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